Manuel Guerrero
COMISARIO DEL AÑO PALAU I FABRE
El 21 de abril Josep Palau i Fabre habría cumplido cien años. Manuel Guerrero es el comisario del año Palau i Fabre, que se encargará de recordar la vida y obra del biógrafo de Pablo Picasso y autor de Poemes de l’alquimista.
El 23 de abril, a partir de las 11 de la mañana, Josep Palau i Fabre será un tren de la Generalitat. El pasajero podrá subirse al Bertrana (Aurora y Prudenci) o al Palau i Fabre, los tres escritores de los que se celebra este año su aniversario. Hay otra conmemoración, la del arquitecto, Puig i Cadafalch, al que sus enemigos, cuando despidió a cajas destempladas a Torres García y mandó tapar con un velo sus murales de la Diputación, le pasaron a llamar Puig i Catafalc. En Barcelona tiene una calle, pero no un tren, como Palau i Fabre. Un tren es “un salón que camina”, decía el escritor, cuando cogía el Talgo BarcelonaGinebra para escapar de la miseria moral y cultural de la Barcelona de postguerra. Y para huir también de sí mismo y reinventarse en París.
Josep Palau i Fabre nació el 21 de abril de 1917, de padres católicos y de derechas, sin tener tiempo para la edad de la inocencia. Aprendió demasiado pronto que nada separa el bien del mal durante el sangriento verano del 36 y cuando en un hospital de Olot murió en sus brazos un joven soldado atravesado a balazos por no haber respetado un alto. “No soy un ángel”, escribió un poema de juventud. “Estic sol./Sol en la meva família./Sol entre els amics/—sí, entre els meus amics./ Sol en la meva pàtria sola./Sol entre les dones —sobretot sol entre les dones.”. Y se fue a París a estar solo y a aprender con Picasso a ser un fauno para no estar solo. Como los poetas franceses que habían vivido la Primera Guerra Mundial, el erotismo se mezclaba con la muerte, y un deseo de buscar una edad en la que la humanidad aún fuera inocente, una idea romántica: “La nit fecunda l’esperit. El dia és el cos”, sumada a la llamada de Rimbaud a no separar la vida de la literatura: “Vers: sigues igual a mi”.
Palau i Fabre tenía que lidiar con muchas voces en su interior, y su amistad con Artaud no era el mejor ejemplo para conciliarlas. En 1952 dejó París para instalarse como un eremita en la playa de Grifeu (Llançà). Un san Francisco de Asís con cola de diablo: “soy árbol, soy piedra, soy pez”, escribía, sin olvidar lo abyecto y lo innoble, aquello que a los delicados oídos de la pura ortodoxia catalanista sonaba inconvenientemente soez.
“¿On podré dir la mort sinó en la meva mort,/morint-me?/La resta són paraules.../Res no sabré ja escriure de millor./Massa a prop de la vida visc./Els mots se’m moren a dins/i jo visc en les coses”, fueron sus versos de despedida.
Manuel Guerrero es el comisario del año Palau i Fabre, muy denso en actos. Empieza el 21 de abril, con la inauguración de una placa en la calle Bruc, 99, en cuya casa Palau recibía a la antigua usanza, vestido con vistosa bata y protegiendo su cabeza del frío con un gorro turco de lana. Sentado en un sillón de terciopelo rojo en la sala con los cuadros que había comprado su padre decorador, introducía el extremo de una trompetilla en su oído sordo y hacía el ademán de que había entendido perfectamente, pero contestaba lo que le venía en gana, con esa extraña sensación que dan muchos sordos, que parece que eligen lo que quieren oír y lo que no.
Destacan las dos exposiciones que comisaría Julià Guillamon. Una sobre la estancia en Llançà y otra con homenajes de Ignasi Aballí, América Sánchez y Morrosko Vila-sanjuán, entre otros.
Victor Fernández ha reunido las fotos que Palau i Fabre hacía durante sus vistas a Picasso y las de los lugares que el artista visitaba. También incluye numerosos apuntes. “Cuando Palau i Fabre le pedía cómo era su estudio o una casa en la que había vivido, Picasso cogía lápiz y papel y se lo dibujaba”, dice el comisario de la exposición que se verá en Málaga y en la Fundació de Caldes d’Estrac, donde Josep Palau vivió sus últimos años, sin ver cumplido el sueño de que el TNC programara sus obras de teatro.
Julià Guillamon, que está acabando una biografía de Palau i Fabre, dice que “no puede ser considerado un epígono de RossellóPòrcel. Partió de él, pero después encontró una voz propia. Le interesaban más los simbolistas y postsimbolistas,que la vanguardia”. De ellos hablarán Pere Gimferrer y Vicenç Altaió el 15 de junio.
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