Pederastia en las tablas
‘Five easy pieces’, de Milo Rau, recorre la Bélgica del siglo XX a través del criminal
Llega a la escena barcelonesa una de las historias más oscuras de la Bélgica reciente: la monstruosa biografía de Marc Dutroux es el eje que vertebra Five easy pieces, obra del dramaturgo suizo Milo Rau.
Va de festival en festival, de Ginebra a Singapur. Con grandes premios y unas cuantas polémicas, incluida su cancelación en Frankfurt y Manchester. Y siempre a un horario más temprano de lo habitual: sus protagonistas son niños. Que se enfrentan en escena a una historia oscura, tremenda, que ha marcado a su país, Bélgica: la del pederasta y asesino Marc Dutroux, detenido en 1996 y cuyo caso sacó a la calle a cientos de miles de personas contra el pésimo funcionamiento de la policía y la justicia. Se trata de Five easy pieces, una creación del suizo Milo Rau (Berna, 1977), convertido en uno de los grandes directores europeos gracias a obras como Hate radio, que reproducía con supervivientes del genocidio un programa de la radio ruandesa que alentaba a masacrar a los tutsis entre pop y humor.
Five easy pieces se representa hasta el sábado en el Lliure de Gràcia y el 6 y el 7 de julio en el Matadero de Madrid, y es el inicio de una
Trilogía de la representación cuya segunda parte, acabada de estrenar, también causa polémica: Los 120
días de Sodoma, inspirada en el filme de Pasolini y protagonizada por una compañía de discapacitados psíquicos. Five easy pieces la protagonizan niños, siete niños flamencos de entre 9 y 13 años que dan vida a un oficial de policía, al padre de Dutroux, a una de sus víctimas o a los progenitores de una niña muerta. Y al hacerlo recorren la historia del siglo XX belga: Rau recuerda que el padre de Dutroux nació en el Congo y lo dejó cuando se hizo independiente y mataron a Lumumba. La primera parte de la obra aborda los crímenes en las colonias y su pérdida por Bélgica. “Luego, un policía cuenta los crímenes de Dutroux, y vemos que sucedieron en la gran zona minera de Bélgica, arrasada en los setenta y ochenta. Paso a paso se va entendiendo qué le ha pasado a Europa Occidental”, señala. Pero recuerda que la obra también habla de emociones y cómo se producen. Y de sumisión, de la relación entre actor y director. “Y la última parte es sobre la rebelión, cómo ser más fuerte que la muerte”, dice.
Rau explica que la obra surgió cuando un gran centro de arte de Gante, Campo, le pidió que dirigiera a niños. “Hicimos un largo casting, buscamos niños fuertes y con padres que les respaldaran y luego trabajamos medio año junto a dos psicólogos. Todos sabían ya parte de la historia pero de manera infantil, como un cuento de hadas. Eso sí, me sorprendió su conocimiento de los análisis de ADN, de qué hacer ante una violación, de lo que les pasó a los niños”, cuenta. Pese a lo cual le parecía importante hacerles entender lo que era actuar, “que en escena puedes ser Dutroux pero fuera lo dejas y eres tú”. Pero lo que les preocupaba, sonríe, es “si sus compañeros se reían de ellos y de olvidarse el texto, y no de lo que decía. Y haciéndolo entendían cada vez más lo que significaba. Como nosotros, que no entendemos qué significa perder un hijo”. Al final, concluye, “hay una catarsis, no sólo miramos a los niños, sino que ellos nos miran y nos dicen: ‘Lo hemos superado, para nosotros es historia, atravesémoslo de nuevo y luego dejémoslo atrás’. Mucha gente al salir se siente liberada, ha hecho el duelo”.
Rau acaba de estrenar con polémica ‘Los 120 días de Sodoma’ con una compañía de actores con discapacidad psíquica