Mentiras, posverdades y marcas
Un mentiroso en la Casa Blanca que destruirá la credibilidad de EE.UU.; unas empresas automovilísticas con un plan de engaños a los reguladores y a millones de consumidores; un ministro que niega una grabación, por no estar autorizada, donde se vanagloria de haber destrozado el sistema sanitario. Son algunos ejemplos de las denominadas posverdades, o simplemente mentiras.
¿Cómo un ciudadano puede mantener su confianza en alguien que le miente? Una persona que miente sobre sus estudios de Biotecnología, como una joven política cántabra, debe abandonar su carrera política: transmite una baja autoestima y culpabilidad, al mismo tiempo que provoca desconfianza, ira y frustración.
Hoy los ciudadanos no sólo mantenemos la confianza en quien nos miente, sino que además la aumentamos. Goebbels lo intuyó al proclamar que “una mentira insistentemente repetida tiene la fuerza de la verdad”. Una mentira bien repetida extenúa tu sentido crítico, aniquila la verdad. Tan pronto como se discute sobre la mentira, se habla de ella, el ciudadano empieza a pensar en esos términos, a utilizarla como marco mental. Las mentiras pueden lograr que se sientan como verdad, aunque no se apoyen en ninguna realidad.
Trump es la excelencia: “Obama es el fundador del EI”. Una mentira evidente, grosera, repetida por subordinados que muestran así que son suficientemente serviciales y fieles. Ya suena como una posible verdad. Percibimos al que miente de este modo como alguien con mucho poder e información, que no necesita sutilezas pseudointelectuales.
El gran peligro de estas posverdades es que cada vez más ciudadanos las ven como muestras de solidez. La verdad ya no nos interesa como valor absoluto, queremos oír posverdades que se ajusten a nuestras emociones y creencias personales. Ningún escándalo de corrupción nos lleva a dudar de nuestro partido o marca favorita, nos rebelamos contra el sentido común. No hay marcha atrás: cuando entras en la deshonestidad es como una pendiente resbaladiza de donde ya no hay salida.
La posverdad ha consolidado a Trump, ha promocionado a un ministro y ha llevado a algunas automovilísticas a obtener grandes ventas. Las posverdades ya están funcionando como la realidad anhelada. O, como decía Groucho Marx, ¿a quién vas a creer, a mí o a tus propios ojos?