La T-10 es la tarjeta de transporte más competitiva de Europa
El billete sencillo, en cambio, se encuentra por encima de la media y es uno de los más caros
Los 9,95 euros que cuesta cada tarjeta de diez viajes en transporte público de Barcelona es poco si se compara con lo que cuesta coger el metro y el autobús en otras grandes ciudades europeas. Un estudio elaborado por el Institut Cerdà en el que se analizan los sistemas de transporte de ocho áreas metropolitanas europeas sitúa la popular T-10 como el título multiviaje más económico de Europa occidental. Según datos de la Autoritat del Transport Metropolità (ATM), el 58% de los viajes se hacen con este tipo de abono con el que cada viaje cuesta un euro. Incluso los estudiantes universitarios que deberían utilizar tarjetas específicas para ellos, como la T-Jove, apuestan en muchos casos por la T-10 ya que, a fin de cuentas, les sale más barato según el número de viajes que hagan.
Decir que una cosa es barata o cara es muy relativo. No es lo mismo el precio de un billete en Barcelona que en Londres o París, igual que tampoco cuesta lo mismo un café o una cerveza en un sitio u otro. El informe, encargado por la Autoritat del Transport Metropolità, introduce la variable del coste de la vida en las diferentes ciudades y aun así la T-10 lidera la clasificación como abono de transporte más económico si se tiene en cuenta el porcentaje que representa sobre el coste de una cesta de la compra estándar o un litro de gasóleo, entre otros indicadores económicos. Si se observa en relación con el PIB per cápita y el salario mínimo interprofesional vigente, Barcelona queda prácticamente empatada con Amsterdam, Bruselas y París. La capital británica, en cambio, está en el otro extremo, con los precios disparados.
El potencial de la T-10 de Barcelona no es únicamente el bajo coste para el usuario. También es importante la integración de los diferentes tipos de transporte, que permite combinar metro con autobuses, tranvía, Rodalies y Fe- rrocarrils de la Generalitat sin necesidad de pagar un suplemento. En Madrid, un viaje con el metrobús sale por 1,22 euros pero si el pasajero necesita hacer transbordo entre metro y autobús el precio se dispara por la falta de integración entre la red de metro y la empresa municipal de autobuses. Al final, por cada euro gastado por el usuario en transporte público en Barcelona, en la capital española es tres veces superior.
En cambio, el billete sencillo de la primera corona tarifaria en Barcelona no es nada competitivo. Es uno de los más caros tanto en términos absolutos como relativos. Los 2,15 euros que cuesta cada viaje están por encima de la media. Sólo lo superan Berlín (2,70), Amsterdam (2,90) y Londres (3,25). Su alto precio comparado con lo que cuesta una T-10 hacen que su uso sea residual y su utilización represente entre un 4% y un 5% del total. El alto precio que se paga por un billete sencillo es algo premeditado y no cambiará, según el secretario de Infraestructuras y Movilidad de la Generalitat, Ricard Font. Apunta que de esta manera se busca “penalizar a los usuarios esporádicos para premiar a los más habituales y recurrentes”.
Esas personas que usan el transporte público cada día, más allá de la T-10, cuentan con diferentes tipos de billetes mensuales en los que Barcelona no es la ciudad más competitiva pero sí que se encuentra en el grupo de las más baratas. El abono mensual ilimitado, la T-Mes (52,75 euros), es el tercero más económico de las
ESTUDIO COMPARATIVO Los abonos mensuales se sitúan entre los tres más baratos de ocho ciudades analizadas TARIFAS ADAPTADAS La capital catalana y París son las que tienen una mayor variedad de títulos sociales
ocho ciudades analizadas, superado por los bajos precios de Lisboa (49,30) y Roma (35 euros). La capital italiana ha apostado por tener unos precios especialmente atractivos en los abonos mensuales pero en cambio no tiene el equivalente multiviaje a las tan utilizadas T-10. Por su parte, la T-50/30 (50 viajes en 30 días), pensada para aquellos que usan transporte público dos veces al día para ir y volver del trabajo queda como la segunda opción más económica (42,50). Introduciendo la variable del coste de vida, el precio de la T-50/30 resiste como el segundo más barato de las regiones comparadas tanto en relación con el coste de productos cotidianos como en términos de renta (salario mínimo) y de riqueza (PIB per cápita).
Otro aspecto que destaca del estudio realizado por el Institut Cerdà son los numerosos títulos sociales existentes en Barcelona que suponen tarifas reducidas para ciertos segmentos de la sociedad: tercera edad, jóvenes, menovas res, familias numerosas, monoparentales, discapacitados... En este apartado, la capital catalana y París son las dos conurbaciones analizadas que ofrecen descuentos para más grupos poblacionales. Los niños son los más beneficiados. Pueden viajar gratis en Barcelona hasta los 16 años. En Madrid no tienen tarifa especial para ellos; otras ciudades como Londres y Roma limitan el pase gratuito hasta los diez años.
En el caso de los jóvenes, Barcelona y Bruselas destacan por ser las que ofrecen descuento hasta una edad más avanzada (25 años) pero, en cambio, la capital catalana es en este aspecto una de las más caras. La T-Jove –105 euros y de validez trimestral– sale por 35 euros mensuales y queda por encima de la media de las ocho ciudades analizadas. Es el punto más débil de los diferentes tipos de tarjetas existentes en el área de Barcelona. Sólo es más caro el abono para jóvenes en Lisboa, Amsterdam y Londres.
El secretario de Infraestructuras de la Generalitat admite que “hay recorrido para ofrecer nue- políticas de bonificaciones para los jóvenes de entre 16 y 25 años”. Ricard Font reconoce que en función del número de viajes que hagan los jóvenes catalanes les sale más a cuenta usar varias tarjetas T-10 que la pensada especialmente para ellos, un sinsentido que deberían corregir.
La entrada en funcionamiento de la T-Mobilitat, prevista para finales del año que viene, puede ser una excusa perfecta para resolver esos puntos débiles. Se presenta como la mayor revolución del sistema de transporte público catalán aunque en un primer momento “será un cambio puramente tecnológico, no afectará a las tarifas”, deja claro Font. Cuando la tecnología esté totalmente desplegada se podrá dar un paso más y se aplicará automáticamente la tarifa óptima en función del número de desplazamientos que realice el usuario sin obligarle a hacer cálculos .