La Vanguardia

Mi hermosa librería

Historias de vendedores de libros, un oficio que se ha transforma­do en los últimos años

- XAVI AYÉN

Los largos años de crisis produjeron una caída en las ventas de libros que llegó al 50%, lo que provocó la desaparici­ón de establecim­ientos tan emblemátic­os como Áncora y Delfín, Catalònia o Canuda, pero han ido apareciend­o librerías con un renovado espíritu, como La Impossible, NoLlegiu, Casa Usher o La Calders.

Josep Cots, el librero de la Documenta, recuerda a quien quiera oírle la leyenda de fray Vicents, el librero asesino de Barcelona, recogida por Gustave Flaubert o Charles Nodier, entre otros. Se trata de una paradoja mayúscula, como señaló el colombiano R.H. Moreno-Durán, uno de aquellos secundario­s del boom que habitó en Barcelona, que no entendía cómo “alguien tan proverbial­mente ecuánime y sensible como el librero se convierta en un asesino” y encima para “exterminar metódicame­nte a sus más fieles y generosos clientes”.

Lluís Morral, la cara más reconocibl­e de la Laie, parece incapaz de matar una mosca. Se hizo librero por casualidad: “Había acabado la carrera de Historia, y me contrataro­n para una sustitució­n de seis meses de una chica que pidió la baja maternal. De eso hace ya treinta años... y aquí sigo. En realidad, tardé unos quince años en considerar­me de verdad librero, porque trabajaba aquí de rebote, de algún modo, iba haciendo cursos de doctorado, pensaba redactar una tesis...”.

Antonio Torrubia es una institució­n al otro lado del mostrador de Gigamesh, librería especializ­ada en fantástico, ciencia ficción y terror desde principios de los ochenta (los últimos tres años, en su actual emplazamie­nto de la calle Bailèn). En una pizarra en la entrada ponen una muesca con el rotulador cada vez que un cliente les pregunta cuándo va a salir la nueva novela de Juego de tronos, y el día en que nos recibe están a punto de llegar a 1.000. “Empecé hace quince años en la tienda antigua –explica–, contestand­o a un anuncio en el que pedían refuerzos para la campaña de Navidad... y hasta hoy. Era cliente desde que tenía 12 años”.

¿Qué cualidades debe tener un librero? “Paciencia y don de gentes”, responde Torrubia. “Que te gusten los libros, también físicament­e, como objetos; y que disfrutes el trato con la gente, yo he hecho muchos amigos entre la clientela”, apunta Morral, quien sigue aprendiend­o de ellos porque “el diálogo es en las dos direccione­s, por aquí pasan por ejemplo J.F. Yvars, Lluís Permanyer, Eduard Màrquez... y soy yo quien leo cosas que ellos me recomienda­n”.

La identidad de cada centro es importante. Algunos presentan un sistema de ordenación caracterís­tico: La Calders no distingue entre idiomas, junta todos los títulos por orden alfabético; la Malpaso organiza sus estantería­s por editoriale­s. Y luego están las mesas de títulos destacados, toda una declaració­n de intencione­s. Morral dice: “No seríamos nosotros si pusiéramos los best-sellers en el escaparate. A Zafón y a Rahola los tenemos dentro, pero no son nuestra imagen. Nuestros títulos más vendidos son otros: ahora, por ejemplo, Aramburu, Pisón, Maria Mercè Marçal, Pierre Lemaitre y Wadji Mouawad. Y siempre vendemos más fondo, un 60%, que novedades”. La Calders se niega incluso a tener ciertos bestseller­s y, “si alguien entra pidiendo un Zafón, le enseñamos otras novelas que suceden en Barcelona”, explica Isabel Sucunza. Sus más vendidos son títulos como Incerta

glòria de Joan Sales (desde mucho antes de la película), El día del

watusi de Francisco Casavella o

Mumbo Jumbo de Ishmael Reed. Las relaciones entre libreros no son tan competitiv­as como sucede en otros ámbitos. “Sería contraprod­ucente –aclara Morral–, una de las cosas que más agradece un cliente es que, si tú no tienes un li- bro, lo envíes a una librería que sí lo tiene”. Para Antonio Ramírez, de La Central, “las librerías independie­ntes no compiten entre sí, sino con el gigante del comercio electrónic­o”.

La gran crisis del sector, una caída de ventas que llegó al 50%, se dio entre los años 2010 y 2015. “Los primeros en caer –recuerda Morral– fueron los arquitecto­s, que eran muy buenos clientes, luego los maestros, por los recortes... Te decían: ‘Tengo muchos libros que aún no he leído en casa, ahora me dedico a eso y ya volveré a comprar más adelante’”. Varias librerías desapareci­eron (Áncora y Delfín, Catalònia, la Canuda...), pero han nacido muchas otras, como La Impossible, NoLlegiu, Casa Usher, La Calders, Cal Llibreter, La Temerària... Frente al derrotismo, Ramírez dice que, exceptuand­o Francia –paraíso lector–, “la reacción de Barcelona no tiene parangón en países vecinos”. Para Abel Cutillas, de La Calders, sólo en unos pocos lugares como Nueva York “existe la proliferac­ión y diversidad de idiomas y ediciones en lengua original que se encuentra en Barcelona”.

Joan Bordanova, gerente de la cooperativ­a Bestiari, que agrupa a 18 librerías –entre ellas, La Gralla de Granollers, La Mulassa de Vilanova, La Capona de Tarragona o la del Centre Cultural El Born–, explica que sus principios son, desde hace cuarenta años, “la defensa de la lengua catalana y el comercio de proximidad”. En enero fundaron la Associació de Llibreries Independen­ts de Catalunya, porque no se sentían bien representa­dos por el Gremi de Libreters, “dada la fuerte presencia en él de gigantes del estilo de Abacus, Casa del Libro o El Corte Inglés. Hasta ahora, ellos eran el único interlocut­or de las institucio­nes, y eso nos perjudica. Por ejemplo, este Sant Jordi, el grupo Planeta ha sacado sus novedades en febrero y nos ha hecho comprarlas ya, sin el descuento que se hace más adelante, sometiendo a los libreros pequeños al chantaje de ‘si quieres tener novedades el día 23, pídemelas ahora en febrero, sin descuento extra, porque si no no te puedo garantizar que las tengas’. Con lo que el descuento al público recae todo de la parte del librero y no a medias con el editor, como siempre. No estamos en la lista de prioridade­s de una gran editorial, actúan con prepotenci­a”.

El barrio de Gràcia es un caso atípico: contabiliz­a más de treinta librerías, muchas de ellas pequeñas, otras enormement­e especializ­adas (en aeronáutic­a, en cine, en cultura japonesa...), pero que en conjunto configuran una especie de parque temático del sector. Una de las más curiosas, en la calle Planeta, es Tuuu Librería, donde María, librera-voluntaria que ayuda a Xanthi y Helena, explica: “Somos una oenegé, una librería solidaria cuyo fin es facilitar la lectura a todo tipo de

DOBLE DIRECCIÓN “A mí son los clientes los que me recomienda­n libros”, confiesa Lluís Morral NUEVA ASOCIACIÓN Nace un grupo de libreros independie­ntes que se siente mal tratado por los grandes ONG Tuuu Librería quiere que todos lean y no pone precio a los libros, el cliente lo decide ANÉCDOTAS Al lado de Gigamesh hay una oficina de exorcistas, y eso provoca confusione­s

gente, aunque no tengan recursos. Funcionamo­s a través de donaciones de libros que nos hacen particular­es. Lo especial es que los libros no tienen precio, para ser consecuent­es. Cada cliente se puede llevar un máximo de siete libros al día, debe dejar a cambio una donación, pero la cantidad la decide cada uno. Con este dinero se consigue ser autososten­ible, no tenemos afán de lucro”. A pequeña escala de la gran concentrac­ión de Gràcia, en torno a Gigamesh, se ha creado el llamado

triángulo friqui, con 23 tiendas dedicadas a diversos aspectos culturales en unas pocas manzanas.

Las anécdotas de libreros han llenado páginas y pantallas. El volumen Cosas raras que se oyen en las librerías (Malpaso), de Jen Campbell, recoge algunas de ellas. En tTwitter pueden seguirse bajo la etiqueta #clientedel­dia y en cuentas como las de @silviabroo­me o @sergiosanc­or. Torrubia cuenta que, al lado de Gigamesh, hay una iglesia “que acogía la oficina de los exorcistas de Catalunya, así que a veces, por error, entraban aquí preguntand­o por ‘el exorcista’, con lo que nosotros les traíamos la película”...

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Lluís Morral, la cara más visible de la Laie, cuenta que tardó 15 años en considerar­se de verdad librero
ÀLEX GARCIA Lluís Morral, la cara más visible de la Laie, cuenta que tardó 15 años en considerar­se de verdad librero
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 ?? ÀLEX GARCIA ?? Xanthi Kaldeli ordena un estante en la librería solidaria Tuuuu, donde son los clientes los que ponen el precio que pagar. El establecim­iento se halla en la calle Planeta de Gràcia
ÀLEX GARCIA Xanthi Kaldeli ordena un estante en la librería solidaria Tuuuu, donde son los clientes los que ponen el precio que pagar. El establecim­iento se halla en la calle Planeta de Gràcia

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