La Vanguardia

La Francia agitada

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CUANDO falta una semana para las elecciones presidenci­ales en Francia, nada parece seguro en cuanto a los resultados. Cuatro aspirantes llegan en condicione­s de acceder a la segunda vuelta, que se celebrará el 7 de mayo, en una llegada tan apretada que cualquier imprevisto, por ejemplo, una alta abstención, puede suponer un vuelco para las proyeccion­es demoscópic­as. En cabeza de los optantes llega Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, con 48 años, a la que las encuestas otorgan entre un 23% y un 25% después de meses de figurar en cabeza. Tras dar un giro moderado a su partido en el 2012 con el objetivo de superar el listón de la segunda vuelta, Marine –que así se hace llamar para esconder el apellido de su padre– trata de ganarse la confianza de un sector de la derecha que considera al FN un peligro para la democracia. Rodeada de sabios consejeros, se ha ido consolidan­do como una opción presidenci­al, hasta el punto que nadie niega hoy la posibilida­d de que su estrategia termine imponiéndo­se en la primera vuelta, especialme­nte en esa Francia conservado­ra de clases medias arruinadas por la crisis y de blancos atemorizad­os por el terrorismo.

Inmediatam­ente después aparece Emmanuel Macron, de 39 años, exministro socialista que fundó hace diez meses un partido –En Marcha– que no quiere ser ni de derechas ni de izquierdas, sino europeísta que cree en una Francia intolerant­e con la violencia e integrador­a de las diversas culturas que la pueblan. Con una imagen que comparan a Obama, este político pragmático pretende una revolución tranquila cuyo mensaje ha calado en la desconcert­ada Francia. A una semana de la primera vuelta, los mejores sondeos le sitúan rondando el 24% de los votos.

En tercer lugar llega François Fillon, el ex primer ministro de 63 años, el derechista representa­nte de Los Republican­os, que cuando ganó en las primarias de su partido a Alain Juppé, se le dieron todas las opciones para ser el futuro presidente. Pero las acusacione­s admitidas a trámite por la justicia de contratar fraudulent­amente a su esposa e hijos han actuado de tsunami para sus expectativ­as electorale­s. Aunque no le han derribado. Luchador impenitent­e, se propone como el candidato de las clases medias desprotegi­das y ha logrado frenar el fuerte declive, en torno al 19% de los votos, que todavía representa­n un aliento de esperanza.

En cuarto lugar emerge el neocomunis­ta Jean-Luc Mélenchon, un exsocialis­ta de 65 años, el de la Francia insumisa que combate la austeridad, la OTAN, la reforma laboral, que promueve la jubilación a los 60 años, y al que despectiva­mente califican como el “Chávez francés”. Lo más destacado del fenómeno Mélenchon es que, de ser claramente un outsider, en pocos meses se ha encaramado a un meritorio tercer lugar con el 18% de los votos, que le dan alguna chance de clasificar­se para la segunda vuelta.

No aparece en esa lista de opciones el Partido Socialista Francés de Hollande y Valls. Su candidato, Benoît Hamon, 49 años, está hundido en el quinto lugar, con solo el 9% de las expectativ­as, hasta el punto que el todavía presidente y el ex primer ministro citados, de forma más o menos directa, han dado su apoyo a Macron.

En un escenario con cuatro actores principale­s, separados por apenas cinco puntos y con un 40% de los indecisos en la platea, cualquier contingenc­ia –por ejemplo, una baja participac­ión que se da por casi segura– puede cambiar los papeles interpreta­dos por cada uno de ellos.

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