¿Catalunya secularizada? ¡No tanto!
Ya es un tópico en ciertos ambientes decir que nuestra sociedad, en concreto Catalunya, está totalmente secularizada. También hay quien lo dice de las islas Baleares y contraponiéndolo a otros lugares donde aparentemente la religión cristiana está muy arraigada. Sin embargo, me atrevo a disentir de este tópico, que puede no tener demasiado fundamento. Es cierto que el ambiente que domina no es “religioso” en su manifestación exterior, pero yo me pregunto, ¿cómo tiene que ser ese ambiente para que se pueda decir que una sociedad no está secularizada? ¿O aún pensamos en términos de nacionalcatolicismo? Pues, parece que sí por el tono de algunas reivindicaciones que aparecen llenas de añoranza de un pasado que el Evangelio, el concilio Vaticano II, la modernidad y el sentido común nos han ayudado a superar.
S. TALTAVULL ANGLADA, obispo auxiliar de Barcelona y administrador apostólico de Mallorca
Hoy las estadísticas sobre el cumplimiento religioso ya no son del todo fiables. Depende mucho de cómo se plantean los sondeos. Hoy, la realidad se conoce pisando el terreno, entrando en las casas y dialogando con las familias, visitando las parroquias, las comunidades y los grupos cristianos, que en Catalunya son muchos. Son miles organizados en comunidades parroquiales, en colegios de la Iglesia, en hospitales y clínicas, en casas de acogida, en residencias, en prisiones... Todos ellos trabajan para los más pobres de aquí y de todas partes, acompañando los jóvenes en los centros de ocio, en el escultismo, en la universidad, en el mundo obrero, las organizaciones no gubernamentales, el colectivo de misioneros y misioneras presentes por todo el mundo, las comunidades de religiosos y religiosas que hay en los barrios más pobres de nuestras ciudades y volcados por completo en paliar la marginación más extrema, como los sintecho o los inmigrados y refugiados, los afectados por el alcoholismo y la droga, las chicas que sufren las secuelas del aborto o las que son acogidas para evitarlo, la presencia en el mundo de la prostitución y mucho más.
Entre nosotros, hoy no hay parroquia que no tenga un proyecto social del entorno donde está ubicada, al mismo tiempo que es casa abierta, con voluntarios para la acogida y el acompañamiento de cualquiera que llame a su puerta, un referente necesario que hace también que la gente ame al sacerdote y a los que se entregan a hacer el bien guiados por la fuerza de su fe y del amor que los mueve. Pensamos cuál ha sido la contribución decisiva a paliar los efectos de la crisis económica, desde las familias y desde las instituciones. Esta es la Iglesia que ilumina y quiere seguir iluminando, a pesar de los que querrían verla apagada. El esfuerzo de recuperación va y ha ido siempre por el camino de la acogida, de la comprensión, de la misericordia, de la fidelidad al Evangelio. Es la fuerza de la Pascua, la presencia transformadora del Cristo que muere para identificarse con los crucificados y resucita para comunicar vida nueva y para siempre.
En una sociedad aparentemente secularizada, veo honesto y valiente el papel de los cristianos prestos a ofrecer y dar lo mejor que nos inspira la fe en Jesucristo, que siempre será el referente y el sentido de nuestra vida, como también la de muchos no creyentes que con toda sinceridad y gozo nos lo manifiestan, aunque no hagan profesión pública de fe. Mucho camino por hacer, casi todos, unos y otros, podemos hacerlo juntos. ¡Además, queremos hacerlo!
Hay una Iglesia que ilumina y quiere seguir iluminando, a pesar de los que querrían verla apagada