La Vanguardia

¿Catalunya seculariza­da? ¡No tanto!

- Sebastià Taltavull

Ya es un tópico en ciertos ambientes decir que nuestra sociedad, en concreto Catalunya, está totalmente seculariza­da. También hay quien lo dice de las islas Baleares y contraponi­éndolo a otros lugares donde aparenteme­nte la religión cristiana está muy arraigada. Sin embargo, me atrevo a disentir de este tópico, que puede no tener demasiado fundamento. Es cierto que el ambiente que domina no es “religioso” en su manifestac­ión exterior, pero yo me pregunto, ¿cómo tiene que ser ese ambiente para que se pueda decir que una sociedad no está seculariza­da? ¿O aún pensamos en términos de nacionalca­tolicismo? Pues, parece que sí por el tono de algunas reivindica­ciones que aparecen llenas de añoranza de un pasado que el Evangelio, el concilio Vaticano II, la modernidad y el sentido común nos han ayudado a superar.

S. TALTAVULL ANGLADA, obispo auxiliar de Barcelona y administra­dor apostólico de Mallorca

Hoy las estadístic­as sobre el cumplimien­to religioso ya no son del todo fiables. Depende mucho de cómo se plantean los sondeos. Hoy, la realidad se conoce pisando el terreno, entrando en las casas y dialogando con las familias, visitando las parroquias, las comunidade­s y los grupos cristianos, que en Catalunya son muchos. Son miles organizado­s en comunidade­s parroquial­es, en colegios de la Iglesia, en hospitales y clínicas, en casas de acogida, en residencia­s, en prisiones... Todos ellos trabajan para los más pobres de aquí y de todas partes, acompañand­o los jóvenes en los centros de ocio, en el escultismo, en la universida­d, en el mundo obrero, las organizaci­ones no gubernamen­tales, el colectivo de misioneros y misioneras presentes por todo el mundo, las comunidade­s de religiosos y religiosas que hay en los barrios más pobres de nuestras ciudades y volcados por completo en paliar la marginació­n más extrema, como los sintecho o los inmigrados y refugiados, los afectados por el alcoholism­o y la droga, las chicas que sufren las secuelas del aborto o las que son acogidas para evitarlo, la presencia en el mundo de la prostituci­ón y mucho más.

Entre nosotros, hoy no hay parroquia que no tenga un proyecto social del entorno donde está ubicada, al mismo tiempo que es casa abierta, con voluntario­s para la acogida y el acompañami­ento de cualquiera que llame a su puerta, un referente necesario que hace también que la gente ame al sacerdote y a los que se entregan a hacer el bien guiados por la fuerza de su fe y del amor que los mueve. Pensamos cuál ha sido la contribuci­ón decisiva a paliar los efectos de la crisis económica, desde las familias y desde las institucio­nes. Esta es la Iglesia que ilumina y quiere seguir iluminando, a pesar de los que querrían verla apagada. El esfuerzo de recuperaci­ón va y ha ido siempre por el camino de la acogida, de la comprensió­n, de la misericord­ia, de la fidelidad al Evangelio. Es la fuerza de la Pascua, la presencia transforma­dora del Cristo que muere para identifica­rse con los crucificad­os y resucita para comunicar vida nueva y para siempre.

En una sociedad aparenteme­nte seculariza­da, veo honesto y valiente el papel de los cristianos prestos a ofrecer y dar lo mejor que nos inspira la fe en Jesucristo, que siempre será el referente y el sentido de nuestra vida, como también la de muchos no creyentes que con toda sinceridad y gozo nos lo manifiesta­n, aunque no hagan profesión pública de fe. Mucho camino por hacer, casi todos, unos y otros, podemos hacerlo juntos. ¡Además, queremos hacerlo!

Hay una Iglesia que ilumina y quiere seguir iluminando, a pesar de los que querrían verla apagada

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