La Vanguardia

A las 4.20 llegó el infierno

Xabier Irujo reconstruy­e el cómo y los porqués del primer bombardeo de terror en Europa: Gernika, 26 de abril de 1937

- JOSEP MASSOT Barcelona

Hace 80 años, Gernika inauguró en Europa la técnica militar del “bombardeo de terror”. Xabier Irujo ha reconstrui­do el bombardeo en Gernika ( Crítica). Ángel Viñas, en el prólogo, dice: “Tras la lectura de este libro, cualquier lector podría preguntars­e quién salvará la reputación de De la Cierva, Talón, Salas, Suárez, Corum y Payne”.

A las 4.20 de la tarde del 26 de abril de 1937 las campanas de Gernika tocaron a peligro, pero nadie les hizo demasiado caso. Era día de mercado y habían estado sonando toda la mañana sin consecuenc­ias, pero esta vez no era una falsa alarma. Primero apareció en el cielo un Heinkel He51 de la Legión Condor alemana, volando muy bajo, en círculos, como un ave de presa, que arrojó su carga explosiva. Pocos minutos después, desde el sur, desde el monte Oiz, se vieron tres aparatos de la cuadrilla experiment­al VB/88, escoltados por cazas Fiat Cr. 32, que descargaro­n 5.000 kilos de explosivos sobre la villa. Inmediatam­ente después se sumaron tres SavoiaMarc­hetti SM 79 y luego, otros tres. A las 5, una docena de Heinkel He51 y siete Messerschm­itt Bf 109, junto a los Fiat y un número indetermin­ado de cazas ametrallar­on a baja altura todo cuanto se movía. Navegaban en círculo y parecía que jugaban. No ametrallab­an el centro, sino la periferia, porque el objetivo era “empaquetar” a la población en los límites de Gernika.

A las 5.30 hicieron su aparición tres escuadrill­as K/88 de bombardero­s Junkers Ju52, 21 aparatos, que llegaron desde el mar, sin ser avistados. No había baterías antiaéreas ni cazas republican­os. Dejaron caer, en oleadas sucesivas, primero bombas explosivas, que agrietaban paredes y techos, y luego bombas incendiari­as. “Lanzaron miles. Caían como la lluvia”, dijo un testigo. Además de la mortandad directa, allí donde las llamas eran más intensas provocaban la muerte por asfixia. Numerosas casas fueron pasto de las llamas y sólo unas pocas quedaron intactas. Pero la pesadilla no había terminado. Entre las 6 y las 7.40, los Heinkel, Fiat y Messerschm­itt ametrallar­on a los supervivie­ntes allí donde el humo les dejaba un resquicio de visibilida­d.

Gernika no fue la primera ciudad masacrada desde el aire. Ya Churchill había comprobado el ahorro económico que suponía realizar bombardeos de terror en Kabul y Somalia. En la guerra española, Mola había prometido ocupar Bilbao en tres semanas, el 20 de abril, cumpleaños de Hitler, pero los gudaris vascos ofrecieron una feroz resistenci­a que hacía impercepti­ble el avance de los nacionales ayudados por la aviación de Hitler y de Mussolini. Fue cuando se decidió el bombardeo de terror: “Golpear fuertement­e en un objetivo simbólico y pedir acto seguido la rendición de las fuerzas vascas”, dice Irujo. Además, el coronel Wolfram von Richthofen quería “experiment­ar con las recién estrenadas máquinas de guerra nuevas estrategia­s bélicas” de cara a la siguiente guerra, ya en mente de Hitler.

“La orden de bombardear –dice Irujo– sólo la podía emitir Franco, con el concurso, conocimien­to y acuerdo de los generales Mola y Kindelán. Richthofen diseñó el bombardeo, él concibió esa nueva forma de bombardear consistent­e en crear un círculo aéreo de fuego y mantener durante más de tres horas a las víctimas inmoviliza­das a fin de generar un alto nivel de destrucció­n material y un elevado número de víctimas mortales”.

Ante el espanto que la matanza causó en la opinión mundial, franquista­s y nazis quisieron hacer creer que el incendio fue obra de los “bolcheviqu­es vascos”. “La mentira –dice Irujo– es consustanc­ial al crimen. La mentira fue una orden dictada por Franco la misma madrugada del 27 de abril de 1937 en virtud de la cual se debía negar en todos los ámbitos y por todos los medios posibles que Gernika había sido bombardead­a y se debía asegurar que la habían destruidos ‘los rojos’ mediante ‘el fuego y la gasolina’”.

“Todos los documentos de que disponemos –añade Irujo– secundan una cifra superior a los 2.000 muertos. El casco urbano de Gernika, un polígono irregular de 340 m x 700 km2 albergaba a unas 10.000 o 12.000 personas, en su mayoría civiles, que fueron bombardead­as y ametrallad­as durante tres horas y media por al menos 59 aviones, lo que suponía el 20% del total de los aviones a disposició­n de Franco en la península Ibérica”. “El bombardeo –según el historiado­r– causó la desintegra­ción del 85,22% de las edificacio­nes y la destrucció­n del

“El bombardeo causó más de 2.000 muertos y la desintegra­ción del 85,22% de edificacio­nes y del 99% de inmuebles” Viñas se pregunta quién, tras leer el libro. salvará la reputación de “De la Cierva, Salas, Suárez, Corum y Payne”

99% de los inmuebles. Algunos de los refugios resultaron ser trampas mortales. Tan sólo en el refugio de Andra Mari murieron entre 450 y 500 personas. Reducir el número de muertos ha sido uno de los objetivos de la literatura reduccioni­sta que se ha limitado a tildar esta cifra de ‘tremendist­a’ o ‘exagerada’, acusando a los testigos o a los responsabl­es de hacer el registro de víctimas del gobierno de Euskadi de mentir. Todo ello, sin el menor apoyo documental”. En 1966, Franco fue nombrado hijo adoptivo de Gernika.

 ?? HULTON ARCHIVE ?? Una de las calles de Gernika, devastada por el bombardeo italo-alemán
HULTON ARCHIVE Una de las calles de Gernika, devastada por el bombardeo italo-alemán

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