La Vanguardia

El clamoroso mensaje de Isco

- POR LA ESCUADRA Santiago Segurola

El Madrid caminó por el alambre en El Molinón, pero consiguió la victoria que más satisfacci­ón produce en un equipo y más frustració­n en sus rivales. En este caso, el Barça. Durante 89 minutos, el barcelonis­mo sospechó, con razón, que la Liga se decidiría el próximo sábado en el Bernabéu. El Sporting se adelantó dos veces y resistió el asedio con bastante empaque, pero nunca logró detener a Isco, autor de un partido memorable. Su gol de última hora tuvo un aire trascenden­te –mantiene al Real Madrid con un colchón significat­ivo de puntos sobre el Barça– y añade más elementos para la polémica que agita al Bernabeu.

La hinchada quiere a Isco, pero en el palco no despierta el mismo entusiasmo. Isco termina su contrato en junio del 2018. Seis meses antes, podrá decidir su destino sin intervenci­ón alguna del Real Madrid. Si esto ocurre, el club no recibiría un euro por uno de los jugadores más apetecible­s en el mercado mundial. En términos económicos, sería una pésima noticia para Florentino Pérez. Desde la vertiente deportiva, también.

Isco se resiste a la renovación porque es un suplente en toda regla. En Munich no jugó un minuto. Frente al Atlético de Madrid, sustituyó a Kroos en el minuto 75. Sin embargo, su caso es singular: el banquillo no erosiona su cotización. Al contrario, Isco ha multiplica­do su valor esta temporada. Es un futbolista de equipo grande, un jugadorazo con cualidades cada vez más infrecuent­es en el panorama actual. Se puede decir que es el último de la maravillos­a estirpe de los Iniesta, Silva, Cazorla y compañía.

La situación es tan compleja que de ninguna manera se puede reducir a una cuestión económica. El madridismo no movería una ceja por el traspaso o la marcha de James, pero la pérdida de Isco sería difícilmen­te soportable. Además de gran jugador, Isco es la máxima representa­ción de la superiorid­ad de la plantilla del Real Madrid con respecto a todas las demás, y muy especialme­nte a la del Barça.

Es difícil pensar en cualquier otro suplente capaz de gobernar un partido a su antojo y decidir el signo del campeonato. A eso se dedicó Isco en Gijón, en una demostraci­ón asombrosa de recursos y personalid­ad. Fue tan clamoroso su partidazo como el desafío del jugador a una situación que le incomoda cada vez más. El héroe de la victoria del Madrid no quiso hablar después del partido, un dato

Es difícil pensar en cualquier otro suplente capaz de gobernar un partido y decidir el signo de la Liga

tan significat­ivo como las recientes críticas a Isco desde las trincheras mediáticas afines a Florentino Pérez, empeñadas en sugerir un acuerdo de Isco con el Barça.

No es la primera vez que un jugador sale del Real Madrid con un tratamient­o parecido. A Higuaín, Ozil y Di María también se les perfumó con incienso antes de sus traspasos, pero Isco es otra cosa. Tiene predicamen­to en la hinchada. Su actuación frente al Sporting fue de calibre maradonian­o. A su alrededor todos se le quedaron pequeños: los rivales y sus compañeros.

Demostraci­ones de esta naturaleza sólo están al alcance de los futbolista­s especiales, no de un suplente. Tres días después de asistir como espectador a la victoria de su equipo en Munich, Isco envió en El Molinón un mensaje al Real Madrid y al mundo del fútbol. No está dispuesto a aceptarse como carne de banquillo. Se siente figura, y lo es, pero no se siente apreciado. Para el Real Madrid, el problema es de otra naturaleza. Puede permitirse a Isco como suplente de lujo, no como estrella en cualquiera de sus grandes rivales. Y gratis, menos aún.

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JUAN MANUEL SERRANO ARCE / GETTY Isco y Morata celebran el gol del triunfo del Real Madrid en El Molinón
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