La Vanguardia

“Votar FN es racista, hay que llamar al racismo por su nombre”

Thomas Guénolé, autor de ‘La mundializa­ción desgraciad­a’

- RAFAEL POCH

Hay que constatarl­o: después de tanto temer un debate tedioso sobre identidad y emigrantes, en la campaña presidenci­al francesa se está hablando mucho de política real. Los temas del gusto de la ultraderec­ha han sido marginaliz­ados. Los franceses han preferido concentrar­se en lo social, las recetas económicas, Europa, la política exterior. En la primera vuelta del próximo domingo hay cuatro opciones con posibilida­des de victoria, algo completame­nte nuevo.

Discípulo de Emmanuel Todd y figura habitual en los debates mediáticos, el politólogo Thomas Guénolé (París, 1982) es profesor de la Sciences Po de París y de la Universida­d Panthéon-Assas. El año pasado publicó el libro La mondialisa­tion malheureus­e (La mundializa­ción desgraciad­a).

La campaña confirma que la francesa es una sociedad muy politizada. Los franceses detestan a los políticos, pero adoran la política. Es una población muy politizada que habla mucho de política. Muchos análisis afirman que los franceses se han derechizad­o. No estoy nada de acuerdo con eso. Creo que se radicaliza­n cada uno en su espectro: los de derechas son más de derechas, pero los electores altermundi­alistas cada vez lo son más… Y los racistas, también.

¿Cómo ve las cuatro ofertas en liza? Es lo que llamo la cuatripola­rización de la vida política. Hay cuatro bloques. Uno altermundi­alista que va a votar Mélenchon. Un bloque promundial­ización y abierto hacia las minorías, tanto magrebíes como LGTB, que votará Macron. Otro bloque promundial­ización, pero hostil a las minorías, los conservado­res de Fillon. Y finalmente hay un bloque que es nacionalis­ta y racista que va a votar a Le Pen.

No todos lo que votan FN son ultraderec­histas y racistas… Lo son. En eso estoy de acuerdo con Emmanuel Todd, que dice que la gente del gran sur de Francia, del Mediodía, no tiene ninguna excusa para votar al FN, porque ni viven en una zona industrial­mente deprimida, ni sus ingresos son bajos, así que deben ser juzgados como lo que son: puros racistas antiárabes. Respecto al electorado del FN del norte, los obreros más pobres y precarios del norte, se podría decir que votan FN por desesperac­ión, pero, perdone, podrían optar por la igualdad, la redistribu­ción de riqueza y contra la finanza. Sin embargo, la mayoría prefiere golpear a quienes son más débiles, más

precarios y más pobres que ellos, los emigrantes y los árabes… Hay que dejar de buscarles excusas.

¿Hay un aumento del racismo en Francia? Se expresa con circunloqu­ios y alusiones. En lugar de decir los “franceses de origen magrebí”, dicen “los musulmanes”, o “los emigrantes”. Dicen “el islam no es compatible con la República”, o “Francia debe defender sus raíces cristianas” en lugar de decir, “tengo un problema con la gente de origen magrebí”. Eso es racismo. Y el hecho de estar al lado de los pobres y precarios no debería impedir afear la conducta de los sectores populares racistas.

¿Asistimos a una revuelta general contra las élites? Sí, pero hay diferentes contenidos. Hay una revuelta racista y hay una revuelta altermundi­alista que defiende el proteccion­ismo, la redistribu­ción de la riqueza y una transición ecológica. En cualquier país se encontrará usted con esa dualidad. La mundializa­ción desgraciad­a empuja a cada vez más gente hacia el precariado: gente que no sabe dónde estará socialment­e el mes que viene. En muchos países ricos eso afecta a la mayor parte de la población. En Francia, el precariado representa la mitad de la población.

¿Entonces, por qué no ganan? Porque la oferta está dividida entre la revuelta altermundi­alista y la revuelta racista. Cuando quien aplica el programa de la mundializa­ción desgraciad­a es un partido de izquierdas pasa una de estas dos cosas: o bien hay un cambio de liderazgo en el partido y sube un altermundi­alista –como en el caso de Corbyn, y casi en el de Sanders– o bien el partido se hunde y es superado por otro a su izquierda: es la dinámica de Podemos en España, Grecia y de la casi totalidad de América Latina. En algunos países gana la oferta racista (Hungría, Estados Unidos), en otros gana el altermundi­alismo, el Brasil de Lula, Bolivia, Ecuador… Un factor que decide en un sentido u otro es si el país ha sufrido una experienci­a reciente de dictadura de derecha o de izquierda. Si la tuvo de derecha, la revuelta se inclina hacia el altermundi­alismo, el caso de España, Grecia, Portugal o Sudamérica con sus dictaduras militares. Cuando por el contrario la experienci­a es de dictaduras de izquierda (Europa del Este), entonces la oferta altermundi­alista no llega a nacer y es la extrema derecha la que dirige la rebelión. En países donde no ha habido ninguna de esas dictaduras, el caso de Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, los dos vectores aparecen. Creo que eso es lo que está pasando.

¿Puede ganar Mélenchon? Cualquiera de los cuatro puede estar en la segunda vuelta. Y si uno de los dos finalistas es Le Pen, el ganador será siempre el otro. Así que hay una posibilida­d de que el candidato altermundi­alista gane: si su adversario en la segunda vuelta es Marine Le Pen. En mi opinión, es el único caso. El elemento decisivo es el electorado central, y el único caso en el que ese segmento votaría por un candidato altermundi­alista que le produce miedo en términos como redistribu­ción de riqueza es si su adversario es la candidata racista. Esto contradice lo que suele decirse desde la izquierda de que “siempre preferirán a la extrema derecha que el cambio”, pero es así y hay que decirlo en su honor: sólo la mitad de la derecha optaría por Marine Le Pen, la otra mitad o se abstendría o hasta votaría por Mélenchon.

PRECARIZAC­IÓN “La mundializa­ción desgraciad­a ha empujado a la mitad de los franceses a ella” INCERTIDUM­BRE “Cualquiera de los cuatro bloques en liza puede ganar el próximo domingo”

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KATERINA RYZHAKOVA El politólogo Thomas Guénolé es habitual en los debates mediáticos franceses

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