La Vanguardia

El banco con más interés

- Màrius Serra

Cuando se avecina Sant Jordi los escritores nos disfrazamo­s de mona y vamos a donde sea como unas pascuas. Los hay que no van, claro, y es muy lícito, pero los que nos avenimos a rodar por el país presentand­o nuestros libros ganamos mucho más del 10% de los libros que firmamos, porque, eso sí, los escritores somos unos gángsters tan espabilado­s que no nos conformamo­s con un 3%, como otros. La librería Low Cost de Figueres es uno de los lugares donde he presentado mi último libro sobre el tiempo. La librera Ester Marcos Jordà, autora del recomendab­le recetario La cuina de la néta (Cal·lígraf), cocina muchas presentaci­ones y se ocupa de hallar los ingredient­es más adecuados. En mi caso, involucró a la gente del Banc de Temps de Figueres porque en el libro dedico uno de los 24 capítulos a este concepto. Siempre administré mi tiempo igual como hago com mi dinero, y la formalizac­ión de esta idea me fascina. En Barcelona el primer Banco de Tiempo se creó a finales de 1998, dentro de un proyecto europeo de conciliaci­ón de la vida laboral y familiar. Se trata de unas redes de intercambi­o de tiempo, hora por hora, entre personas que se inscriben en el proyecto con el objetivo de dar, recibir y compartir su tiempo con otras personas de su entorno. El modelo ya funcionaba en Italia a principio de los noventa, en el entorno de las asociacion­es de mujeres, y fue evoluciona­ndo.

Los bancos de tiempo son espacios de sociabilid­ad y de intercambi­o. Las transaccio­nes intercambi­an habilidade­s, conocimien­tos y servicios puntuales. Un usuario ofrece una hora a otro a cambio de un talón de tiempo. El banco de Figueres, por ejemplo, se articula en cuatro ámbitos: acompañami­ento de personas, tareas domésticas, informátic­a y otros. El primero tal vez sea el más generaliza­do. Acompañar a alguien al médico o simplement­e a pasear, ayudarle a hacer gestiones o ir a leer cuentos a mayores y chicos. La soledad revaloriza la importanci­a de la compañía. En cuanto a las tareas domésticas, además de cocinar o coser, en Figueres se incluyen las pequeñas reparacion­es. El ámbito de la informátic­a es el más intergener­acional: entre otras ofertas, leo la de pasar trabajos al ordenador, actualizar antivirus, enseñar a usar programas o gestionar redes sociales. Finalmente, en el cajón de sastre de Otros están las conversaci­ones lingüístic­as, correccion­es, traduccion­es, peluquería, manualidad­es, música, baile... La idea es que los servicios intercambi­ados no sean sustitutiv­os de las tareas profesiona­les con responsabi­lidad. Un apaño de bricolaje sí, pero no una instalació­n eléctrica; una asistencia a un enfermo sí, pero nada que requiera un criterio médico. El oro ahora es tiempo.

Los escritores somos unos gángsters tan espabilado­s que no nos conformamo­s con un tres por ciento, como otros, sino con un diez

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