“¿Policía? en mi váter hay una serpiente”
Una calurosa noche de verano, Josep Peralada abrió la tapa del retrete de su casa en una urbanización del Anoia. Una serpiente asomó la cabeza. Sí, una serpiente en su retrete ¿han visto Porkys? ¿Y Serpientes en el avión? Josep, aún con la bragueta subida, observa desconcertado cómo el reptil huye a gran velocidad, se esconde en los entresijos de un radiador. A veces, 50 centímetros pueden antojarse varios metros. En todo caso, el marido de Josep se muestra decidido a hacerse con el animal de cualquier modo, pero Josep comprueba en Google que los dibujos de su piel no se corresponden con los de las serpientes más comunes de Catalunya ¿Y si es venenosa?, ¿y si es la exótica mascota que algún vecino se trajo de un lejano país? Josep llama al 112. El telefonista les dice que a esas horas no trabaja ningún agente rural, que de ningún modo se acerquen a la serpiente, que enseguida llega la policía. Dos agentes locales y dos autonómicos tampoco son capaces de calibrar el peligro del reptil. Tratan de hacerle abandonar su escondrijo golpeando el radiador con sus porras. Uno de ellos, el más previsor, pide un cubo y una bolsa de plástico. La serpiente trata de huir, pero el agente más previsor la conduce al cubo. Josep le da un rollo de celofán para que lo precinte. Los agentes meten el cubo precintado con la serpiente en el maletero de su coche y se marchan. Josep y su marido nunca supieron qué clase de reptil entró en su casa, si acaso corrieron (o no) un peligro mortal. Tampoco volvieron a saber nada de su cubo.