¿Hombres o asnos?
El Olympique de Lyon se encierra en el vestuario, perseguido por los ultras del Bastia
Cincuenta y tres minutos más tarde, le coup d’envoi. El inicio del encuentro. Fueron ingenuos. El partido duró 45 minutos. El primer periodo. Luego se suspendió. Definitivamente. ¿Cómo jugar bajo aquellas circunstancias?
Vaya semanita ha vivido el Olympique de Lyon. El jueves, sus seguidores se las veían con los ultras del Besiktas turco. Y ayer, sus jugadores corrían al vestuario perseguidos por los radicales del Bastia, el colista de la Liga francesa. Su anfitrión.
El anfitrión, todo hay que decirlo, ya lo había anticipado:
–Tendréis que venir a nuestra casa. No me digáis que tenéis la gripe, o una gastroenteritis. Vamos a arreglar las cosas como los hombres, como los corsos. Ahí lo tenéis. Voilà.
Eso había dicho François Ciccolini, el exentrenador del Bastia, en noviembre. Aquel día, el hombre estaba hecho una furia. Su equipo acababa de perder en Lyon: 2-1. Y había acabado con nueve hombres sobre el campo, tras dos expulsados.
–Tendréis que venir a nuestra casa...
No sabemos qué quería decir Ciccolini –fue destituido en febrero– al anunciar que las cosas se arreglarían a la manera de los corsos.
Pero un buen puñado de corsos salió ayer al terreno de juego mientras el Olympique calentaba. Y voilà. El lío. Las imágenes circularon por Twitter. Eran muchos radicales. Acaso un centenar. Saltaron la valla de un fondo y se fueron a por Mathieu Gorgelin, el portero suplente del Olympique. Le lanzaron balonazos. Gorgelin les plantó cara. Los servicios de seguridad se colocaron en medio. Hicieron lo que pudieron para detenerles.
Los radicales se pusieron gallitos y siguieron avanzando. La plantilla del Olympique retrocedió, sin perder de vista a los ultras. Los jugadores se metieron en el vestuario y dijeron que no salían a jugar.
Los radicales regresaron a la grada y el resto de los aficionados corsos les recriminó su comportamiento. Hubo violentos choques en las tribunas. Los radicales no iban a pararse.
En las tripas del estadio Armand Cesari, las negociaciones se prolongaron por cincuenta y tres minutos.
“Jugaremos. Pero a la próxima invasión, el partido será suspendido”, comunicó el gabinete de prensa del Olympique a través de su cuenta en Twitter. El asunto se viralizó. Fue trending topic en Francia. Tuiteros se preguntaban qué hacían los radicales en las gradas.
“¿Qué hacen los cuerpos de seguridad, que permiten que los ultras sigan en el campo?”.
Los cuerpos de seguridad hicieron poco. O nada.
Otros se preguntaban cómo podía ser que el Olympique estuviera jugando.
–Sus hombres tienen que estar muertos de miedo –escribieron.
El partido arrancó. Se jugó el primer periodo (0-0). Y ahí se acabó todo.
En el entreacto se registró una nueva invasión de campo. Esta vez atacaron a Anthony Lopes, el portero titular del Olympique.
El equipo volvió a correr hacia el vestuario. Y final.
El Olympique ya no regresó al campo. Era lo propio: nadie podía garantizar su seguridad. Su cuenta oficial anunció que no salía: “No se reanudará el partido”.
La Liga Francesa corroboró la decisión: “La interrupción definitiva fue acordada conforme a las recomendaciones emitidas por el director departamental de la Seguridad Pública, tras su reunión de crisis (...) La Liga Francesa condena con firmeza estos incidentes y reclama al Bastia que tome todas las medidas para identificar a los responsables de estos altercados. El martes abrirá el expediente correspondiente”.
El asunto se embruteció aún más. El Olympique se subió a su autocar y los cuerpos de seguridad le recomendaron que volviera al vestuario. Pudo marcharse horas más tarde, cuando intervino el ejército.
Iker Casillas, que ahora juega en el Oporto, tuiteó su opinión:
–El fútbol se nos va de las manos. Lamentable.