Elecciones anticipadas en el Reino Unido
THERESA May sorprendió ayer a propios y extraños al convocar elecciones anticipadas en el Reino Unido para el 8 de junio. Como en las grandes ocasiones, la primera ministra mandó instalar un atril ante su residencia de Downing Street y, a media mañana, salió a la calle para efectuar su declaración. De hecho, May no está autorizada a decidir semejante anticipo, pero sí a solicitarlo al Parlamento, que debe aprobarlo por dos tercios. Dado que conservadores y laboristas suman una holgada mayoría, y que estos últimos recogieron de inmediato el guante lanzado por May, no parece que vaya a haber impedimento. Quedan pues por delante, una vez cumplidos los trámites oficiales, siete semanas de campaña.
La premier británica justificó su movimiento en la necesidad de reforzarse ante el reto del Brexit. Las negociaciones con las autoridades europeas serán duras y su partido no puede permitirse fisuras. Prefiere además, claro está, maniobrar con la libertad que da un mayor apoyo. En su opinión, sólo así podrá garantizar certidumbre y estabilidad a su país. Al decir de May, sin estas elecciones anticipadas la posición negociadora británica sufriría los efectos del continuo hostigamiento de los rivales políticos del Gobierno a cuenta del Brexit.
Obviamente, hay otras razones para explicar la audaz acción de May. La primera es partidista: el anuncio que nos ocupa se produce en un momento de extrema debilidad para los laboristas, a los que el liderato de Jeremy Corbyn no está sentando bien: su izquierdismo le valió en determinada coyuntura la dirección del partido, pero asusta al conjunto del país y reduce sus posibilidades de gobernar. Encuestas recientes dan a los conservadores el 44% de los votos, y dejan a los laboristas en sólo el 23%. Si este reparto de votos se reprodujera en las urnas en junio, May mataría dos pájaros de un tiro. Por una parte, barrería y arrinconaría a sus rivales. Por otra, reforzaría su poder en el Partido Conservador, así como su legitimidad democrática, ya que ocupó su cargo tras el referéndum del Brexit y la dimisión de David Cameron y, por tanto, carece todavía del beneplácito popular en las urnas. He aquí un segundo motivo de peso para convocar elecciones anticipadas, este más personal que de partido.
Son mayoría los observadores de la escena política británica que estiman que el movimiento de May le reportará, con toda probabilidad, más beneficios que pérdidas. Es cierto que no abona su credibilidad: hace muy pocas fechas insistía en que en ningún caso adelantaría las elecciones previstas para el 2020. Pero también lo es que eso no constituye novedad. May era contraria al Brexit hasta que se erigió como líder conservadora y premier. Ahora es una firme partidaria.
Visto desde el continente, el debate político británico a propósito del Brexit sugiere una pregunta: ¿cómo es posible que, con lo ajustado que fue el resultado del referéndum, los partidarios de seguir en la Unión Europea (48%) estén tan poco representados por los grandes partidos? La mayoría conservadora está por el Brexit, aunque hay discrepancias sobre su dureza. El Partido Laborista tiene un criterio demasiado ambiguo. Tan sólo los liberaldemócratas, que salieron escarmentados de su coalición de gobierno con los conservadores, pueden recuperar escaños gracias a su posición contraria... En cualquier caso, la acción de May no alterará las cosas en Bruselas: el 22 de mayo estarán ya ultimadas las directivas europeas para la negociación.