La Vanguardia

En todo servir y amar

- RAIMON ALGUERÓ FORTUNY (1931-2017) Jesuita Doctor en Pedagogía ENRIC CATURLA

Raimon nació en Barcelona el día de la Mercè de 1931 y estudió en los Jesuitas de Sant Ignasi, en Sarrià. Ingresó en la Compañía de Jesús, haciendo el noviciado en el monasterio de Viruela, en Aragón. Entre los estudios de Filosofía y Teología era tradiciona­l en la formación de los jesuitas hacer unas prácticas en una institució­n de la Compañía de Jesús. Fue destinado a uno de los colegios más antiguos de los jesuitas de España, fundado en 1561, la escuela de Nuestra Señora de Montesión, en Palma.

Una vez acabados sus estudios de Teología volvió a Barcelona, fue destinado al colegio de los Jesuitas de la calle Casp en la década de los sesenta. Participó en los cambios que como consecuenc­ia del Concilio Vaticano se produjeron en muchas institucio­nes educativas de la Iglesia y en concreto en su escuela de los Jesuitas de Caspe.

Han sido más de cincuenta años en Caspe, toda una vida. Raimon ha dejado huella en diferentes generacion­es de antiguos alumnos. Ha sido, hasta el último momento, consiliari­o de la Asociación de Antiguos Alumnos de Caspe. Ha acompañado a muchas familias, bautizando a los más pequeños, casando a muchas parejas, y guiando la vida de muchas personas, en los momentos más alegres y también en los acontecimi­entos más conmovedor­es.

Yo he sido alumno, padre de familia, jefe de estudios y director general del colegio de Casp. En todas estas etapas he disfrutado de la compañía de Raimon, de sus orientacio­nes, de sus consejos y, sobre todo, de su apoyo y de su estima. Raimon siempre ha estado al lado y ha ayudado en todo lo que ha hecho falta a todos los directores de Casp, y especialme­nte a los que no éramos jesuitas, desde el querido Alfons Banda hasta el día de hoy.

Raimon ha sido un hombre que no cautivaba por sus discursos, ni por sus interpreta­ciones teológicas, cautivaba por su ejemplo, por su manera de vivir, por su manera de relacionar­se, por saber estar cerca sin invadir, por su manera de querer. Es la persona que he conocido que encarnaba mejor el lema ignaciano de “en todo servir y amar”.

Su manera de explicar el Evangelio a los jóvenes y a los adultos ha sido siempre con su vida, con los valores que rezumaba, con su total disponibil­idad. No se me ocurre ninguna mejor manera de hacerlo.

A lo largo de su vida disfrutó e hizo disfrutar a muchos alumnos de una de sus pasiones: la montaña. Centenares de excursione­s de fin de semana y durante los veranos con grupos de alumnos para subir a las cumbres más importante­s de Catalunya, su país, que amaba profundame­nte. Su tarea educativa ha sido de altura, la montaña ha sido uno de los vehículos más utilizados por Raimon en su larga trayectori­a educativa. ¡Cuántas fotografía­s (otra de sus pasiones) de grupos de alumnos coronando una cumbre!

Cuando supo que la muerte se acercaba, cerró los ojos y la aceptó. Su muerte ha sido tranquila, llena de serenidad y de amor, como su vida. Dicen que decía a los que lo visitaban: “Amad mucho a Jesús”. Este ha sido su último mensaje.

A Raimon lo echaremos mucho de menos los actuales y los antiguos alumnos, los profesores y el personal de gestión, los padres y madres de familia porque ha hecho de Casp una escuela diferente. Si Casp es lo que es para muchos de los que hemos pasado por esta institució­n, sin duda, es gracias a Raimon. Ha marcado con su vida una larga época de la historia de esta escuela.

¡Hasta la vista, Raimon!

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JESUITAS

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