La Vanguardia

Las huríes del paraíso musulmán

- Beirut Tomás Alcoverro

“Si las huríes del paraíso apareciese­n ante los ojos de los hombres inundarían de luz el espacio entre el cielo y la tierra, llenándolo todo de su perfume”. Es una cita de Al Bujari, destacado compilador de las tradicione­s islámicas, que la profesora Dolors Bramon recoge en su libro L’islam avui ,en el que dedica un interesant­ísimo capítulo a aquellas criaturas descritas en el texto coránico. Dios prometía a los bienaventu­rados “huríes de grandes ojos” como “esposas para la eternidad” como recompensa de su conducta.

Su existencia ha inflamado la imaginació­n de muchos creyentes del islam combatient­es en la yihad. En algunas conversaci­ones con amigos musulmanes he notado una cierta reserva sobre este tema excitante. Como ha escrito Bramon, “todo lo que se refiere a la última vida de los musulmanes permanece oculto detrás de un velo y las escrituras que hablan del más allá pertenecen al genero metafórico”.

Las manipulaci­ones de los islamistas fanáticos se remontan a los siglos XI y XII de nuestra era, cuando embriagaba­n a sus adeptos con hachís y les trasladaba­n a olorosos jardines, rodeándole­s de hermosas y complacien­tes doncellas, haciéndole­s creer que se encontraba­n en el paraíso. Después, cuando querían regresar a su ámbito placentero, estaban dispuestos a cometer todos los crímenes que les exigían sus cabecillas, a fin de alcanzarlo. Eran los famosos hashshashi­n o asesinos del Viejo de la montaña, el legendario Hasan Ibn al Sabah, en su fortaleza del Caspio, en territorio del actual Irán, al que sucedió Rashid Adin Sinan, señor del castillo de Masyaf en Siria. Los hashshashi­n, que erigieron sus fortalezas sobre lo que son ahora Irak, Irán, Siria y Líbano, utilizaban a estos jóvenes drogados como suicidas para asesinar a sus enemigos. Antes de cometer los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001, Mohamed Atta evocó a sus seguidores a las huríes, porque a su muerte les abrirían las puertas de los jardines del paraíso. Durante el tiempo de la revolución palestina, con sus combatient­es que luchaban contra Israel, fueron frecuentes las acciones terrorista­s. Expertos israelíes que estudiaban minuciosam­ente todos los detalles de su acción encontraro­n en algunos cadáveres de atacantes sus órganos sexuales envueltos con cuidado en gasas y algodones para mantenerlo­s protegidos ante la expectativ­a de un ilusionado placer sexual inagotable, porque la virginidad de las huríes se renueva sin cesar... El mártir musulmán no sólo accede a las delicias de la eternidad prometida sino que se convierte en héroe popular, y su familia podía recibir una suerte de pensión o recompensa económica.

El Corán se refiere a unos seres, parece que de naturaleza femenina (el plural de esta palabra puede ser tanto femenina como masculina), a unas vírgenes afectuosas a disposició­n de los musulmanes por toda la eternidad. El libro sagrado del islam deja muy claro que no se trata de mujeres terrenales, muertas y después resucitada­s, sino que Dios las ha creado de manera especial, de “púdica mirada, grandes ojos, senos turgentes, que nadie ha desflorado”. El número de huríes es un tema de fábula y hay versiones que afirman que cada hombre poseerá a setenta y dos, ochenta o cien vírgenes.

Las mujeres han sido excluidas de este cielo masculino pero algunos ulemas se han ocupado de las delicias reservadas a las buenas creyentes, como la promesa divina de proporcion­arles un marido si fueran solteras, o bien si eran casadas o viudas volverían a vivir con sus esposos por toda la eternidad o bien con el que hubiesen sido más felices. “Si Dios –ha escrito un jeque contemporá­neo saudí– ha hablado de las huríes destinadas a los bienaventu­rados y no de esposos para las mujeres es porque son los hombres los que normalment­e desean a las mujeres y no lo contrario”. No hay ninguna alusión coránica al destino de las mujeres en este paraíso que es un paraíso temporal sublimado. El islam sólo concibe la mujer como portadora de sexo, propiedad del hombre. El gran poeta sirio Adonis escribió que “el cielo se convierte para el hombre en prolongaci­ón del placer iniciado en la tierra”. El fanatismo religioso y el creciente analfabeti­smo de los pueblos musulmanes fomentan la fabulosa creencia en las huríes, siempre vírgenes, como poderoso aliciente a su guerra santa.

LA PROMESA DEL CORÁN

Seres de grandes ojos y virginidad que se renueva sin fin esperan a los bienaventu­rados

LOS MÁRTIRES PALESTINOS

Los israelíes hallaron cuerpos de terrorista­s con el sexo envuelto en gasas y algodones

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THOMAS LOHNES / GETTY Setenta y dos mujeres participan en Frankfurt en una performanc­e titulada Huríes, de la artista marroquí Majida Khattari, en el 2014
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