La Vanguardia

Dales fuerte, vinilo

- Carlos Zanón

Hay ideas que de tan arraigadas parecen, sin serlo, fuera de debate. Una de ellas es que el progreso siempre es positivo. Otra es que lo que sobrevive es lo adecuado. En realidad no sé si sin Darwin, sin Rousseau y, especialme­nte sin el coronel Parker este mundo sería mejor pero al menos hubiéramos visto a Elvis actuar en Europa. En un libro fascinante y travieso,

De Animales a Dioses, Noah Harari, entre otras cosas sostiene que la revolución agrícola fue un inmenso error a medio y largo plazo porque sólo significó menos comida para más gente, deficiente alimentaci­ón, dependenci­a del trigo y una estructura­ción social peor que la que teníamos cuando nos dedicábamo­s a ir tras mamuts y comer bayas del bosque. Lo que se impone no siempre es lo mejor. A veces los cambios son errores. A veces esos errores los imponen motivos mezquinos y gente idiotizada por la novedad y la tecnología. Pongamos que hablo del vinilo.

Hay gente a la que le gusta la música y otra cambiarse de móvil. Hay gente que le gusta pagar drogas a mafias rusas pero no pagar a un cantante por una canción. La industria del disco, con el cedé, decidió volver a vendernos la discografí­a que ya teníamos. Un plan perfecto si no fuera porque el nuevo formato permitía la clonación barata y rápida. Y todo, casi en un acto de justicia poética, fue arrasado y conquistad­o. ¿Todo? No, todo no. Sobrevivió una tribu de freaks que siguieron comprando y vendiendo música en vinilos con formatos grandes y todas esas cosas que hacen que uno quiera conservar y colecciona­r. El vinilo, como Brando en cualquier pelea donde le arreaban, se ha levantado y no volverá a caer. Y eso que no le esperaban ni los suyos.

Aprovechan­do la Semana del Record Store Day, la editorial musical más molona de Barcino, 66rpm, publica la guía Ruta de Discos Independie­ntes donde se les pone voz a los dueños y dependient­es de las tiendas de discos a modo de cuestionar­io, curiosidad­es e informació­n de esos tipos pálidos con pinta de acabar de despertars­e a medio día con una nota de despedida en la pared. No crean que esto es una cuestión nostálgica. Uno no añora el vídeo viendo un DVD. Y con el vinilo se trató de aniquilar también una forma de arte musical. Toni Visconti, productor de Bowie: “Las limitacion­es físicas del vinilo obligaban al artista a pensar en dos temas de obertura y dos de cierre. El primer corte de la Cara A establece el tema general y la primera cara acostumbra a terminar en una canción más suave, pues los temas más ruidosos distorsion­an al final de los surcos. Luego, viene una pausa, mientras se da la vuelta al disco, donde reflexiona­r sobre lo que has escuchado. La Cara B se abre con potencia, pero en la naturaleza de esa cara parece haber más arte, mientras que las canciones más comerciale­s estaban en la primera. La segunda cara vuelve a concluir con una canción más contemplat­iva, quizás un resumen de las intencione­s del artista o una versión más reflexiva de los temas expuestos”.

A veces los cambios son errores y los imponen motivos mezquinos, gente idiotizada por la novedad y la tecnología

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