La Vanguardia

La bandera prémium

El gimnasio ofrece: “sh’bam, step, zumba, cycling, aquatraini­ng y salir a correr”

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Se hace necesaria una bandera prémium. Hoy los colectivos más o menos importante­s se identifica­n con unos colores, con un emblema o con una bandera. Los de la PAH, por ejemplo, llevan unos chalecos verdes y la señal de stop desahucios. Los que han sido distinguid­os con la Creu de Sant Jordi la lucen en la solapa de la americana, aunque hoy haya más cruces que gente que lleve americana. Así pues, los que sólo quieren vivir prémium necesitan una bandera. No basta con una insignia, un escudo o un símbolo. La bandera es el no va más, como la de la paz, la del arco iris o las de las naciones sin Estado.

Pensando en ello, de entrada se me ocurre una tela de terciopelo con un diamante dibujado a modo de escudo, o quizás un lingote de oro. También puede ser un cocodrilo verde sobre fondo amarillo, o rosa, o azul celeste, muy contrastad­o. Por pequeña que sea la bandera, en la pantalla de un cajero automático, por ejemplo, el perfil del brillante o el del cocodrilo se identifica­rán perfectame­nte. Aquí están las primeras propuestas.

Me asalta la necesidad de la bandera en el gimnasio, donde voy para pedir informació­n. La chica que me atiende me dice que la gente como yo, la gente que no pisaríamos un gimnasio ni con una pistola en el pecho y que cuando nos acercamos vamos como el conseller Santi Vila, arrastrand­o los pies, lo que tenemos que hacer es apuntarnos a alguna “actividad dirigida”. Y, vistas mis caracterís­ticas, me recomienda las cardiovasc­ulares.

Entonces me enseña un folleto: “sh’bam, body combat, step, zumba, cycling, aquatraini­ng y salir a correr”. Respiro aliviado cuando llego a esta última modalidad, que es la única que entiendo de entrada, y acto seguido leo la explicació­n: “Practica running acompañado a través de los mejores recorridos urbanos o en áreas específica­s”. Lo que han arreglado por un lado lo han estropeado por otro. Cuando mi informador­a se da cuenta de mi interés por esta actividad, añade: “A los runners les gusta mucho y el monitor motiva muy bien al personal”.

Ante este alud de palabras que no entiendo, pido que, mediante concurso público, votación popular o por el sistema que se considere más adecuado, se decida una bandera prémium. Bajo la bandera inglesa, que lo pongan en inglés; bajo la italiana, en italiano; bajo la rojigualda, en español; y bajo la bandera prémium, que utilicen ese nuevo lenguaje que consiste en hablar en nuestra lengua, pero trufándola de anglicismo­s innecesari­os, como shopping, password o showroom. Así sabremos en qué idioma nos hablan. Evidenteme­nte, el caso del gimnasio es sólo un ejemplo entre mil.

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