La Vanguardia

La Staatsoper de Berlín reabrirá tras una accidentad­a reforma

Con siete años de obras y cuatro de retraso, la ópera regresa en octubre

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

En la ópera, el destino implacable o la conjura cruel de las circunstan­cias hacen que, en el desenlace, los enamorados logren culminar su amor –raramente– o mueran para resolver la trama. También el destino se está cebando en un emblemátic­o edificio de Berlín que ha puesto en escena muchas desdichas líricas: la Staatsoper Unter den Linden. Tras siete años de obras, el teatro de la ópera de la céntrica avenida arbolada con tilos reabrirá el 3 de octubre, día de la Unidad Alemana, y volverá a cerrar durante dos meses para rematar los trabajos. La inauguraci­ón de la temporada será el 7 de diciembre, coincidien­do con el 275.º aniversari­o de la apertura del edificio original.

“Existe un dios de la Construcci­ón, que viene a ser el hermano lento de Mercurio, el mensajero de los dioses”, bromeó trágicamen­te ante las demoras el director general saliente de la Staatsoper, Jürgen Flimm, durante una visita de obras para la prensa la semana pasada. Ahí pudieron verse el patio de butacas, el escenario, la sala Apolo y otras áreas, mientras operarios y restaurado­res trabajaban en sus tareas. El techo de la sala principal ha sido elevado 5 metros, con lo que el tiempo de reverberac­ión crecerá de 1,1 a 1,6 segundos, y el escenario tendrá 7 plataforma­s elevadoras para ganar hasta 9 metros de altura. Habrá 1.368 butacas; se pierden 30, en busca de mayor comodidad para el espectador. Y también se ha rehabilita­do el inmueble anexo, con dos salas de ensayos (para la orquesta y el ballet) ya listas.

Flimm, hombre de personalid­ad jocosa, que será relevado por Matthias Schulz, confesó haber desarrolla­do “fobia a los cambios de fecha de finalizaci­ón”. No quiso decir qué pieza se oirá el día 3, pero los rumores apuntan a la ópera Fausto de Charles Gounod, o al oratorio

Escenas del Fausto de Goethe, de Robert Schumann, representa­do con cantantes y actores. Durante estos siete años de cierre, la programaci­ón de la Staatsoper, que dirige desde 1992 Daniel Barenboim, se ha alojado en el teatro Schiller.

Pero de la visita se salió con la impresión de que queda aún mucho por hacer, a pesar de que la responsabl­e de Obras Públicas de Berlín, Katrin Lompscher, defendió que las obras estarán acabadas a inicios de agosto. En verdad, los sucesivos retrasos en el calendario de remodelaci­ón de la Staatsoper Unter den Linden (literalmen­te, Ópera Estatal Bajo los Tilos; recuérdese que Berlín es una ciudad-Estado, uno de los 16 länder que componen Alemania) son objeto de mofa entre los propios berlineses.

La fecha prevista para la reapertura era el 3 de octubre del 2013, pero las obras se fueron retrasando y complicand­o, y los costes se dispararon de los 239 millones de euros presupuest­ados a los 400 millones actuales. Toca a Berlín sufragar ese incremento, pues el Estado alemán aporta 200 millones a aquel presupuest­o inicial y no ve razón para pagar más. Motivos oficiales del retraso, según concluyó una comisión de investigac­ión ad hoc del Parlamento regional berlinés: aguas subterráne­as –algo que a nadie debería extrañar, pues el río Spree está casi al lado–, hallazgo de estacas de madera hincadas en el subsuelo, deficiente mamposterí­a previa, y otras dificultad­es inesperada­s.

La sede de la principal ópera berlinesa ha tenido una historia tan prolija como desdichada. El edificio original fue construido como Ópera Real a mediados del siglo XVIII en los terrenos que ocupa ahora su inmueble heredero, por el arquitecto Georg Wenzeslaus von Knobelsdor­ff por encargo del rey Federico II de Prusia. Ya entonces se inauguró sin estar del todo acabado. Pronto hubo que hacer reformas, y tras un incendio que en 1843 lo destruyó por completo, tuvo que ser reconstrui­do. En los años veinte del siglo pasado el teatro fue remodelado, y en 1945 los bombardeos aliados lo arrasaron casi del todo. Durante la guerra fría quedó en Berlín Este, y las autoridade­s de la República Democrátic­a Alemana (RDA) encargaron su reconstruc­ción a Richard Paulick, quien la concluyó en 1955 con una libre interpreta­ción del barroco original y con materiales más bien baratos. El teatro se hallaba en un estado deplorable cuando en el 2010 comenzó su actual y accidentad­a rehabilita­ción.

Con esos antecedent­es, el director musical Barenboim propuso en su día una rehabilita­ción libre, que no aspirara a los estrictos criterios de respeto al patrimonio histórico, ya que el edificio actual es en puridad de los años cincuenta. Sin embargo, el Ayuntamien­to de Berlín, entonces con el alcalde-gobernador socialdemó­crata Klaus Wowereit, optó por conservar al máximo el aspecto más reciente. El día de la visita de obras, Katrin Lompscher retomó la ironía de Flimm: “Yo soy atea, pero poca broma con el dios de la Construcci­ón…”.

Los costes se han disparado de los 239 millones de euros presupuest­ados a los 400 millones actuales

 ?? MARÍA-PAZ LÓPEZ. ?? La gran araña (envuelta para protegerla) pende del techo, elevado 5 metros
MARÍA-PAZ LÓPEZ. La gran araña (envuelta para protegerla) pende del techo, elevado 5 metros
 ?? MARÍA-PAZ LÓPEZ ?? Una restaurado­ra pinta molduras doradas de los años 50
MARÍA-PAZ LÓPEZ Una restaurado­ra pinta molduras doradas de los años 50

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