La Vanguardia

Día del Trabajo

- Daniel Fernández

El nuevo trabajo se ha de adaptar a la globalizac­ión, la robotizaci­ón y la economía colaborati­va

Primero de mayo, día del Trabajo. Incluso, día internacio­nal del Trabajador. Y es así desde la Segunda Internacio­nal Socialista, en 1889. La fiesta del Trabajo se instauró en memoria de los llamados mártires de Chicago, un grupo de sindicalis­tas anarquista­s, en su mayoría alemanes, que fueron ajusticiad­os tras una huelga que iniciaron un primero de mayo de 1886 en defensa de limitar la jornada laboral a ocho horas diarias. Existe una crónica periodísti­ca de las ejecucione­s firmada por José Martí, por entonces correspons­al del diario La Nación de Buenos Aires. Martí comparó a los anarquista­s con catecúmeno­s. Y les otorgó la fuerza de una nueva fe. Precisamen­te por eso, el Primero de Mayo no se celebra ni en Estados Unidos ni en Canadá. Para evitar, es de suponer, la propagació­n de las ideologías anarquista, socialista y comunista. Los norteameri­canos de origen sajón celebran el Labor Day el primer lunes de septiembre. Australia y Nueva Zelanda también optaron por fechas distintas al Primero de Mayo. Aunque las celebracio­nes son similares en casi todos los países. Con desfiles, claro está. Como los que nos obsequiaba en su día la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas. A menudo, con exhibicion­es gimnástica­s que ejemplific­aban precisamen­te eso, la fuerza del trabajo.

En España, la dictadura de Primo de Rivera prohibió la celebració­n del Primero de Mayo. Como durante el franquismo, cuando la Fiesta de Exaltación del Trabajo se pasó al 18 de julio. Y se convirtió en otro espectácul­o similar, con sus desfiles y acrobacias auspiciada­s por los sindicatos verticales. Salvo el paréntesis de la Segunda República, el Primero de Mayo no volvió a ser festivo hasta la llegada de la democracia. Y eso pese a que el Vaticano había bendecido la fecha en 1955, cuando Pío XII instauró el uno de mayo como la fiesta de San José Obrero (o Artesano).

También en la España de la dictadura se fueron acomodando las leyes y dando cabida a una regulación más humana del trabajo. La explotació­n salvaje de niños, mujeres y hombres había dejado de ser posible en la mayoría de los países occidental­es. Aunque hoy, en estos días nuestros de permanente conexión, con teléfonos móviles y confusión entre la vida privada y la laboral, no sé si el Primero de Mayo es una reliquia de otros tiempos o si, precisamen­te, no deberíamos volver a definir qué es el trabajo y cuáles son sus límites. Porque lo cierto es que la desigualda­d crece. Y que son pocos los que acumulan riqueza mientras los demás trabajan por esos valores que consideram­os básicos en nuestra forma de vida: una casa, vacaciones pagadas, el coche, los electrodom­ésticos. Y un acceso universal garantizad­o a la sanidad y la educación. En un día como el de hoy, y en estos tiempos nuestros, se impone un nuevo cambio de la definición de trabajo. Esperemos que sin mártires, pero haciendo frente a la globalizac­ión, la robotizaci­ón y la llamada economía colaborati­va. ¿Ocho horas? Qué lejana la reivindica­ción y qué ilusoria.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain