Los Corleone siguen siendo una familia
Tributo del festival de Tribeca al equipo de ‘El Padrino’
No hace falta esperar al 50.º aniversario. Mejor celebrar el 45, por si acaso, que, a estas alturas, la edad es muy traicionera.
¿Qué habría sido de mí?, se pregunta Al Pacino frente al público que llena el Radio City Music Hall de Nueva York, con el alcalde de Bill de Blasio entre una concurrencia (6.000 asistentes) en la que figuran Leonardo DiCaprio, Whoppi Golberg, Peter Fonda o Julian Schnabel.
El escenario habitual de las juveniles y gráciles Rockettes, esas chicas que dan la bienvenida a Papá Noel bailando y levantando las piernas hasta el infinito y más allá, acoge esta noche del sábado a un colectivo de personas mayores, de la tercera edad.
Son algunos de los Corleone y su documentalista oficial, Francis Ford Coppola.
Hace 45 años, Richard Nixon presidía Estados Unidos sin saber que caería por el caso Watergate. Había guerra en Vietnam y nadie hablaba de islamismo radical. Los teléfonos no tenían inteligencia, no existía internet y se fumaba, en cualquier lugar y momento, sin atentar contra salud propia o ajena.
El cowboy de Marlboro reinaba en Times Square, no lejos de este teatro en el que se rinde tributo a un fenómeno que arrancó en la prehistoria de 1972. Entonces se estrenó El Padrino, basado en el libro de Mario Puzo –“me atrajo porque era una visión intelectual del poder, pero me disgustó en la primera lectura, me pareció una obra hecha para ganar dinero”, dice Coppola–, y una de las más grandes cumbres cinematográficas.
Un dato sin igual. Dos actores, Marlon Brando y Robert De Niro, ganaron el Oscar en dos ediciones diferentes por idéntico personaje, el del Vito Corleone, de mayor –el Don–y de joven.
Al día siguiente de homenajear las bodas de plata de Reservoir
Dogs –otra joya–, el festival de cine de Tribeca tira de nostalgia al poner el broche de oro en el cierre de esta edición. Es una larga jornada en la que se “revisitan” las partes uno y dos, estrenada en 1974 (la tercera, de 1990, se considera una secuela) y se desarrolla un diálogo de casi 90 minutos. Están los que aparecen en la foto que ilustra este artículo. De Niro, que además es fundador y directivo del festival, está sin estar en sí mismo: prácticamente no abre la boca.
Marlon Brando, que excusa su presencia desde la eternidad, disfruta de protagonismo. Coppola recuerda que tuvo que luchar contra la Paramount para contar con él. “El presidente de la compañía me amenazó, ‘Brando no aparecerá y te prohíbo incluso que pronuncies su nombre’. Casi me desplomé”.
No fue el único problema. De ahí la cuestión del arranque. Al estudio tampoco le gustaba Al Pacino, un desconocido actor de teatro criado en el Bronx. Las reticencias de los productores supusieron que Pacino pasara por seis “exámenes” y cuando Coppola llamó para otro más, la novia del actor cogió el teléfono y le afeó la conducta: “Lo estáis torturando”. Incluso Pacino le dijo al cineasta que dejara de luchar por él. Pero el director señala que “veía su cara y veía a Michael Corleone. Una vez te imaginas a alguien en un papel, no lo puedes sacar de ahí”, matiza.
Estos filmes costaron 6,5 y 12 millones de dólares, que son fortunas convertidos al valor actual. “Hoy nunca tendríamos luz verde, salvo si pueden hacer una serie o un cómic de Marvel”, subraya Coppola. “Riesgo –añade–, nadie quiere arriesgarse”.
Coppola dice que el estudio vetó (en vano) a Brando e incluso le prohibió pronunciar su nombre “¿Que habría sido de mí?”, se plantea Al Pacino, al que Paramount tampoco quería en la película