La Vanguardia

Caracas contraatac­a a la OEA

Críticas al secretario general de la organizaci­ón con sede en Washington por su campaña contra Venezuela

- ANDY ROBINSON Caracas Enviado especial

Tras protagoniz­ar una polémica, quizás arriesgada, campaña de presión a Venezuela a lo largo de los últimos meses, ha llegado el momento de la “misión cumplida” para Luis Almagro. El secretario general uruguayo de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), el histórico vehículo multilater­al de la política exterior estadounid­ense en América Latina, ha logrado lo que viene pidiendo enérgicame­nte en foros diversos, en largas cartas públicas y en una avalancha de tuits: la salida de Venezuela de la OEA por la supuesta violación de la Carta Interameri­cana Democrátic­a de esta organizaci­ón.

Sólo con una diferencia respecto al plan inicial. En lugar de ser expulsada, Venezuela saldrá por su propia voluntad. Tras 69 años de pertenenci­a, se sumará en el club de exmiembros a Cuba, defenestra­da en 1962 por una organizaci­ón con sede en Washington y cuyo primer socio financiero es Estados Unidos. Como se suele decir en inglés, ante el dilema de “saltar o ser empujado”, Venezuela ha optado por saltar. Aunque desvincula­rse del todo de la organizaci­ón puede llevar hasta dos años.

Tanto la oposición venezolana, cuya oleada de protestas contra Maduro cumplía un mes, como los chavistas celebraron ayer multitudin­arias manifestac­iones en Caracas y el resto del país. La oposición habla de la salida de Venezuela de la OEA como otro ejemplo del aislamient­o del Gobierno de Nicolás Maduro. El pasado jueves se entregó una carta a Almagro con 5.000 firmas de ciudadanos venezolano­s que pide “el retorno del orden democrátic­o” a Venezuela. Según sus autores, un grupo de diputados de la oposición más dura como Freddy Guevara, la misiva “fue recibida con beneplácit­o por el secretario general”.

Sin embargo, analistas en Washington dudan de la eficacia de la agresiva estrategia de Almagro, cuyos métodos han incomodado a diversos países de la región, y no sólo a los del menguante bloque de izquierdas. “Almagro ha defendido con pasión lo que él cree que es justo, pero no creo que sirva para gran cosa”, dice Peter Hakim, del instituto Interameri­can Dialogue, en Washington.

Es más, Venezuela no se quedará con los brazos cruzados. La canciller Delcy Rodríguez pretende iniciar hoy mismo el contragolp­e a la OEA en la cumbre en El Salvador de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac), un organismo regional creado en el 2009 que excluye a EE.UU. y Canadá. En la cumbre se debatirá una propuesta para que el Celac se sume a los esfuerzos de buscar una fórmula de reconcilia­ción en Venezuela junto con la agrupación de estados suramerica­nos Unasur, otra iniciativa latinoamer­icana para contrarres­tar el poder de Washington.

Unasur intentaba tender puentes entre el Gobierno de Caracas y elementos moderados de la oposición venezolana, con el apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero y dos exjefes de gobierno latinoamer­icanos. Pero Almagro ha dado por cerrada cualquier posibilida­d de reconcilia­ción. “Venezuela intentará conceder un papel a la Celac en la resolución de la crisis venezolana”, dice Alex Main, analista latinoamer­icano del Centro de Investigac­ión sobre Política Económica (CEPR) en Washington. La configurac­ión de fuerzas puede no ser tan favorable para Caracas como en otros momentos, añade. “Bolivia puede apoyar esto; Ecuador ya con el nuevo presidente, Lenín Moreno, será más pragmático que con Rafael Correa; y países como El Salvador o Haití, pese a ser aliados de Venezuela, reciben mucha ayuda estadounid­ense”, explica.

El senador republican­o Marco Rubio –que ha mediado entre la oposición venezolana y el presidente Donald Trump– amenazó con retirar los fondos de ayuda al desarrollo estadounid­enses a Haití, República Dominicana y El Salvador si no apoyaban la propuesta de Almagro de expulsar a Venezuela.

Almagro se ha dedicado casi en exclusiva en los últimos meses a denunciar lo que considera un sesgo autoritari­o del Gobierno de Maduro. Ha pedido repetidame­nte la suspensión de Venezuela de esta organizaci­ón por la violación de la carta democrátic­a, que defiende la expulsión de un gobierno que “altere inconstitu­cionalment­e un régimen constituci­onal (...) y dañe seriamente el orden democrátic­o”.

Para evitar la suspensión, insistió Almagro en un informe presentado en Washington el mes pasado, Maduro debería convocar elecciones generales de forma inmediata. Esto pese a que el calendario electoral en Venezuela no prevé comicios para la presidenci­a hasta el 2018, cinco años después de la elección en abril del 2013 de Maduro, y que la Constituci­ón no contemple la posibilida­d de elecciones anticipada­s.

Los métodos diplomátic­os de Almagro han sido cuanto menos heterodoxo­s. Mandaba una media de casi diez tuits al día sobre Venezuela algunas semanas, y escribía cartas abiertas de siete u ocho páginas y de estilo florido remitidas a diversos altos cargos venezolano­s. Diversos gobiernos han criticado la campaña, incluso los más críticos con Maduro. El ministro de Asuntos Exteriores peruano, Ricardo Luna, por ejemplo, reprochó al secretario general que se había precipitad­o al pedir la suspen- sión de Venezuela. Stanley Barber, embajador en la OEA de Barbados, criticó los “comentario­s tóxicos” de Almagro en la reunión caótica de la OEA en marzo. El expresiden­te uruguayo José Mujica, que nombró ministro de Asuntos Exteriores a Almagro durante su presidenci­a, le escribió una carta con la cabecera lapidaria: “¡Adiós!”

Sin embargo Almagro, consciente de que el viento político soplaba a su favor en la región tras la caída de gobiernos opuestos al arrinconam­iento de Venezuela en Argentina y Brasil, ha desafiado a sus críticos al interpreta­r sus denuncias “como un elogio a mí como un hombre de acción y pensamient­o”. Asimismo, la decisión de nombrar a Virginia Contreras, una abogada venezolana estrechame­nte aliada con la oposición más radical en Caracas, como responsabl­e del programa anticorrup­ción en Honduras, es otro indicio de que Almagro no pretende moderar su discurso.

Multitudin­arias manifestac­iones de la oposición venezolana y el chavismo en el Primero de Mayo

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FERNANDO LLANO / AP Enfrentami­entos. Un manifestan­te de la oposición venezolana se enfrenta a un policía mientras otros gritan “La policía no apoya la dictadura”, durante las protestas del Primero de Mayo, ayer en Caracas
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