Caracas contraataca a la OEA
Críticas al secretario general de la organización con sede en Washington por su campaña contra Venezuela
Tras protagonizar una polémica, quizás arriesgada, campaña de presión a Venezuela a lo largo de los últimos meses, ha llegado el momento de la “misión cumplida” para Luis Almagro. El secretario general uruguayo de la Organización de Estados Americanos (OEA), el histórico vehículo multilateral de la política exterior estadounidense en América Latina, ha logrado lo que viene pidiendo enérgicamente en foros diversos, en largas cartas públicas y en una avalancha de tuits: la salida de Venezuela de la OEA por la supuesta violación de la Carta Interamericana Democrática de esta organización.
Sólo con una diferencia respecto al plan inicial. En lugar de ser expulsada, Venezuela saldrá por su propia voluntad. Tras 69 años de pertenencia, se sumará en el club de exmiembros a Cuba, defenestrada en 1962 por una organización con sede en Washington y cuyo primer socio financiero es Estados Unidos. Como se suele decir en inglés, ante el dilema de “saltar o ser empujado”, Venezuela ha optado por saltar. Aunque desvincularse del todo de la organización puede llevar hasta dos años.
Tanto la oposición venezolana, cuya oleada de protestas contra Maduro cumplía un mes, como los chavistas celebraron ayer multitudinarias manifestaciones en Caracas y el resto del país. La oposición habla de la salida de Venezuela de la OEA como otro ejemplo del aislamiento del Gobierno de Nicolás Maduro. El pasado jueves se entregó una carta a Almagro con 5.000 firmas de ciudadanos venezolanos que pide “el retorno del orden democrático” a Venezuela. Según sus autores, un grupo de diputados de la oposición más dura como Freddy Guevara, la misiva “fue recibida con beneplácito por el secretario general”.
Sin embargo, analistas en Washington dudan de la eficacia de la agresiva estrategia de Almagro, cuyos métodos han incomodado a diversos países de la región, y no sólo a los del menguante bloque de izquierdas. “Almagro ha defendido con pasión lo que él cree que es justo, pero no creo que sirva para gran cosa”, dice Peter Hakim, del instituto Interamerican Dialogue, en Washington.
Es más, Venezuela no se quedará con los brazos cruzados. La canciller Delcy Rodríguez pretende iniciar hoy mismo el contragolpe a la OEA en la cumbre en El Salvador de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un organismo regional creado en el 2009 que excluye a EE.UU. y Canadá. En la cumbre se debatirá una propuesta para que el Celac se sume a los esfuerzos de buscar una fórmula de reconciliación en Venezuela junto con la agrupación de estados suramericanos Unasur, otra iniciativa latinoamericana para contrarrestar el poder de Washington.
Unasur intentaba tender puentes entre el Gobierno de Caracas y elementos moderados de la oposición venezolana, con el apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero y dos exjefes de gobierno latinoamericanos. Pero Almagro ha dado por cerrada cualquier posibilidad de reconciliación. “Venezuela intentará conceder un papel a la Celac en la resolución de la crisis venezolana”, dice Alex Main, analista latinoamericano del Centro de Investigación sobre Política Económica (CEPR) en Washington. La configuración de fuerzas puede no ser tan favorable para Caracas como en otros momentos, añade. “Bolivia puede apoyar esto; Ecuador ya con el nuevo presidente, Lenín Moreno, será más pragmático que con Rafael Correa; y países como El Salvador o Haití, pese a ser aliados de Venezuela, reciben mucha ayuda estadounidense”, explica.
El senador republicano Marco Rubio –que ha mediado entre la oposición venezolana y el presidente Donald Trump– amenazó con retirar los fondos de ayuda al desarrollo estadounidenses a Haití, República Dominicana y El Salvador si no apoyaban la propuesta de Almagro de expulsar a Venezuela.
Almagro se ha dedicado casi en exclusiva en los últimos meses a denunciar lo que considera un sesgo autoritario del Gobierno de Maduro. Ha pedido repetidamente la suspensión de Venezuela de esta organización por la violación de la carta democrática, que defiende la expulsión de un gobierno que “altere inconstitucionalmente un régimen constitucional (...) y dañe seriamente el orden democrático”.
Para evitar la suspensión, insistió Almagro en un informe presentado en Washington el mes pasado, Maduro debería convocar elecciones generales de forma inmediata. Esto pese a que el calendario electoral en Venezuela no prevé comicios para la presidencia hasta el 2018, cinco años después de la elección en abril del 2013 de Maduro, y que la Constitución no contemple la posibilidad de elecciones anticipadas.
Los métodos diplomáticos de Almagro han sido cuanto menos heterodoxos. Mandaba una media de casi diez tuits al día sobre Venezuela algunas semanas, y escribía cartas abiertas de siete u ocho páginas y de estilo florido remitidas a diversos altos cargos venezolanos. Diversos gobiernos han criticado la campaña, incluso los más críticos con Maduro. El ministro de Asuntos Exteriores peruano, Ricardo Luna, por ejemplo, reprochó al secretario general que se había precipitado al pedir la suspen- sión de Venezuela. Stanley Barber, embajador en la OEA de Barbados, criticó los “comentarios tóxicos” de Almagro en la reunión caótica de la OEA en marzo. El expresidente uruguayo José Mujica, que nombró ministro de Asuntos Exteriores a Almagro durante su presidencia, le escribió una carta con la cabecera lapidaria: “¡Adiós!”
Sin embargo Almagro, consciente de que el viento político soplaba a su favor en la región tras la caída de gobiernos opuestos al arrinconamiento de Venezuela en Argentina y Brasil, ha desafiado a sus críticos al interpretar sus denuncias “como un elogio a mí como un hombre de acción y pensamiento”. Asimismo, la decisión de nombrar a Virginia Contreras, una abogada venezolana estrechamente aliada con la oposición más radical en Caracas, como responsable del programa anticorrupción en Honduras, es otro indicio de que Almagro no pretende moderar su discurso.
Multitudinarias manifestaciones de la oposición venezolana y el chavismo en el Primero de Mayo