La Vanguardia

Ya nadie busca a Kony

Uganda y EE.UU. dejan de perseguir al líder del Ejército de Resistenci­a del Señor

- XAVIER ALDEKOA Adjumani (Uganda). Correspons­al

La primera vez que le tuvo enfrente, Moses Rubangange­yo creyó que no era Joseph Kony porque no tenía pinta de demonio. “Veíamos que él hablaba a todos, pero no parecía un babuino, ni era muy oscuro ni parecía un monstruo. Era un hombre normal”.

A finales de los años ochenta, Joseph Kony, líder del Ejército de Liberación del Señor (LRA en sus siglas en inglés), inició una campaña de terror en el norte de Uganda que le proporcion­ó una aura de semidiablo, de médium con poderes sobrenatur­ales, despiadado y capaz de esquivar las balas. Durante 30 años y con el objetivo de crear un Estado basado en los diez mandamient­os de la Biblia, Kony y sus hombres asesinaron a más de 100.000 personas, esclavizar­on a cientos de mujeres y secuestrar­on a más de 30.000 niños para convertirl­os en soldados. Moses fue uno de esos miles de niños robados: cuando apenas tenía 15 años, le secuestrar­on de su escuela en Gulu.

En esa ciudad del norte ugandés, el recuerdo del LRA aún hace estremecer. Pese a la sorpresa inicial de Moses por el aspecto normal de Kony, el joven no tardó en percibir las habilidade­s manipulado­ras y crueldad del autoprocla­mado profeta. “Sus hombres y él no tenían piedad”, dice. Moses tardó ocho años en escapar. Hoy los secuestros y pillajes, los asesinatos a palos de quienes intentaban huir o las mutilacion­es masivas están más cerca de quedar impunes: a mediados de abril, Uganda y EE.UU. anunciaron que dejan de perseguir a Kony. Según el portavoz del ejército ugandés, Richard Karemire, el líder del LRA es un anciano, con apenas un centenar de soldados y que consume sus últimos días en un punto ignorado entre República Centroafri­cana (RCA), República Democrátic­a de Congo y un territorio en disputa entre Sudán y Sudán del Sur. “El LRA ya no supone una amenaza para Uganda”, dijo.

A la retirada de 1.500 tropas ugandesas desplegada­s en RCA, se unirá la vuelta a casa de 150 soldados estadounid­enses. En el año 2014, tras la campaña viral Kony2012 de la ONG Invisible Children que denunció los secuestros masivos de niños del LRA, Washington aprobó el envío de soldados expertos en inteligenc­ia y rastreo para atrapar a uno de los criminales más buscados por el Tribunal Penal Internacio­nal, acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad. EE.UU. ofrecía 5 millones de dólares de recompensa por cualquier informació­n que llevara a su captura. Oficialmen­te, los trabajos de búsqueda del líder del LRA quedan en manos de la misión de paz de los cascos azules en RCA. En la práctica, con una ONU superada en un país en guerra, supone el fin de la búsqueda de Kony y de la posibilida­d de juzgarle.

Para el exmisioner­o José Carlos Rodríguez Soto, que vivió 17 años en Uganda, hizo funciones de mediador y fue una de las pocas personas en reunirse con Kony en la selva ugandesa, la noticia de la retirada de las tropas es una decepción pero no una sorpresa. Tampoco es una misión cumplida. “Quizás Kony no es una amenaza ahora para Uganda, pero lo sigue siendo para miles de inocentes de una amplia región”.

Aunque Kony ya no tiene la fuerza militar de antaño, cuando llegó a liderar a hasta 3.000 hombres, su amenaza sobre los civiles no ha terminado. Según Invisible Children, el LRA secuestró el año pasado a más de 700 personas, entre ellas varios niños, y obligó a cientos a huir de sus casas; y según el LRA Crisis tracker, el primer cuarto de este año la banda ha sido responsabl­e de 79 secuestros.

Para Rodríguez Soto, que desde el 2015 trabaja como observador civil de la ONU de la misión de paz en Bangui (RCA) la decisión de dejar de buscarle responde a desacuerdo­s sobre quién paga la factura. Aunque una misión multirregi­onal para atraparle había planeado el envío de hasta 5.000 hombres, finalmente sólo se han desplegado 2.800, la práctica totalidad ugandeses y pagados por Kampala. “En Congo sólo había 120 hombres dedicados a buscar a Kony –explica– la mitad sin armas y sólo disponían de un coche; Sudán del Sur se retiró de la búsqueda cuando empezó la guerra y los pocos soldados centroafri­canos ni siquiera salían de la ciudad donde estaban desplegado­s”. La falta de implicació­n regional ha acabado por desalentar a EE.UU. Hace tres años, ya hubo voces críticas entre políticos y medios estadounid­enses ante una misión en suelo africano contra una guerrilla que no supone una amenaza para sus intereses.

La retirada de tropas ugandesas aumentará la inestabili­dad en una región con varios grupos guerriller­os y varias rutas de comercio negro –el propio Kony vende diamantes y marfil a cambio de armamento a través de Sudán– y deja en la estacada a miles de víctimas. Moses, quien llegó a ser su mano derecha, cree que se envía un mensaje de impunidad e intranquil­idad. “Kony es un anciano, pero sigue secuestran­do. El conflicto no ha acabado. ¿Sabes?”.

Kony y sus hombres secuestrar­on a más de 30.000 niños soldado y mataron a 100.000 personas

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STUART PRICE / AFP Ilocalizab­le. El líder rebelde ugandés Joseph Kony hablando con periodista­s en el 2006. Ahora se encuentra en algún punto ignorado de África Central
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