Freno al acoso escolar
HOY se celebra el día internacional Contra el Acoso Escolar, es decir, contra el
bullying, el maltrato escolar, el hostigamiento escolar. El fenómeno adopta, como vemos, diferentes nombres, pero es tan conocido y antiguo como la figura del abusón que, aprovechando su mayor edad, fuerza física o ascendente psicológico maltrata a quien considera más débil. A menudo, y paradójicamente, para mejorar por una vía ciertamente despreciable su baja autoestima.
El fenómeno, decíamos, es antiguo. Y persistente. Lo suficiente como para haber sido documentado con detalle, sobre todo en tiempos recientes. En la actualidad sabemos que no se trata de un hecho aislado, sino, por el contrario, muy extendido, así como de laboriosa erradicación. Uno de cada siete jóvenes catalanes dice haber sufrido algún tipo de maltrato a lo largo de sus años de formación escolar. Ese maltrato puede ser de diversa índole. Puede consistir en intimidar, en amenazar, en humillar, en agredir. También puede tener por objeto apartar a la víctima de su círculo natural de relaciones o modificar la percepción que de ella tienen sus compañeros, etcétera.
Las formas de la violencia escolar son, pues, dispares, pero los efectos sobre la víctima suelen ser parecidos. Van desde la progresiva erosión de la dignidad personal causada por estas agresiones hasta el terror cotidiano a acudir a la escuela, pasando por la angustia o el estrés. En Estados Unidos, donde el porcentaje de afectados es superior –uno de cada cuatro alumnos ha padecido bullying–, se ha publicado un estudio que evidencia la conexión entre estos maltratos y el suicidio, que por cierto ha aumentado un 50% durante los últimos treinta años entre los niños y adolescentes...
Tanto por su gravedad como por su dimensión y consecuencias, este problema exige una respuesta inmediata. Principalmente en dos frentes, que son el familiar y el escolar. En ambos debe extremarse la atención para detectar cuanto antes las conductas inaceptables. Y en ambos debe redoblarse la educación cívica, para frenar las conductas de raíz machista, xenófoba u homófoba, así como las vinculadas a cualquier otra expresión del odio, ya sea el profesado contra los enfermos o los minusválidos u otros colectivos.
El respeto y la tolerancia son puntales básicos de la convivencia. A veces se cree que esas actitudes corresponden a los adultos; pero deben inculcarse a los niños desde hora muy temprana para que guíen sus primeros pasos en sociedad. De lo contrario, existe el riesgo de que se conviertan en maltratadores precoces.