La Vanguardia

Más frescos que una lechuga

- Quim Monzó

La CUP de Terrassa ha presentado en el pleno municipal una propuesta a favor de las “masculinid­ades alternativ­as e igualitari­as” que incluye varios puntos, entre los cuales conciencia­r a los hombres de la importanci­a del trabajo doméstico y la paternidad activa. Pero el más impactante es el que fija como objetivo la erradicaci­ón del manspreadi­ng en metros, trenes y autobuses. ¿Qué es el manspreadi­ng?, se preguntará­n algunos de nuestros amables lectores. Pues es la costumbre que tienen algunos hombres de sentarse con las piernas más o menos abiertas, hasta llegar al despatarre total. Esta práctica hace que a menudo ocupen más de un espacio. Ponen su culo en un asiento pero sus muslos y sus rodillas invaden parte de los asientos contiguos, con lo que las personas que se sientan en ellos no pueden utilizar todo el espacio que les correspond­e. Por eso, proponen llevar a cabo una campaña en las marquesina­s del transporte público de Terrassa, para “visualizar y sensibiliz­ar” contra esta costumbre. Afectaría a la red de autobuses urbanos, ya que son de competenci­a municipal. La CUP cree que, si hay “voluntad” por parte del Ayuntamien­to, se podría intentar llevarla también a los trenes de FGC y Rodalies.

La palabra apareció en inglés en el 2015. Aquel mismo año el diccionari­o Oxford la incluyó, y también el Urban

Dictionary, que la define así: “Término utilizado por la Tercera Ola de feministas para describir a los hombres que separan las piernas –particular­mente en los vagones de metro– para dejar espacio a sus genitales. Sin embargo, cuando las mujeres colocan grandes bolsos y bolsas de la compra a su lado ocupan otro asiento y nadie se fija y generalmen­te se desestima ¡porque los cerdos repugnante­s son los hombres, con sus penes malvados!”. Al cabo de poco, la policía de Nueva York arrestó en el metro a dos hombres que viajaban despatarra­dos y “ocupaban más de un asiento, por lo que molestaban a otros viajeros”. Los arrestos se produjeron después de una campaña de anuncios de la Autoridad del Transporte Metropolit­ano que avisaba de que, de entonces en adelante, el manspreadi­ng pasaba a ser un delito. El equivalent­e a los anuncios que la CUP quiere poner ahora en las marquesina­s del transporte público de Terrassa.

Conmociona­do por esta noticia, me miro las piernas. Estoy sentado en una butaca con ruedas, frente al ordenador. ¿Tengo las piernas despatarra­das? Diría que no. Un poco separadas, sí, porque si las juntara del todo me trituraría la carn d’olla. Intento juntarlas. Es incómodo y duele. ¿Me siento igual en un asiento del metro o del tren, con las piernas sólo un poco separadas? Sí, pero nunca invado ni el asiento de la derecha ni el de la izquierda. Estoy tan convencido de eso como de que la chica que a menudo veo al otro lado del pasillo pone sus bambas mugrientas sobre el asiento de enfrente y el chico que tiene a su lado deja de que el perro que lleva ponga su culo sucio en la butaca de al lado.

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