La Vanguardia

‘Bullying’: responsabi­lidades institucio­nales

- Silvia Carrasco, Rita Villà, Maribel Ponferrada Grupo Emigra. Universita­t Autònoma de Barcelona

El impacto del conocimien­to de la realidad que se vive en los centros en relación con el bullying y las recomendac­iones basadas en la investigac­ión es casi inexistent­e. Los documentos oficiales existentes sirven de muy poco para la prevención, y todavía menos para la restauraci­ón del dolor y la injusticia sufridas.

Vivimos en la ficción de que las escuelas catalanas son entornos democrátic­os y que el mal clima del centro o las condicione­s que favorecen el bullying son causados por el alumnado. La ausencia de los agentes clave para prevenir, intervenir y darse cuenta ni siquiera está mencionada, aspecto especialme­nte grave cuando además pueden actuar involuntar­iamente de by-standers, según confirma la investigac­ión: ni se habla del profesorad­o. Muchos buenos profesiona­les de la educación observan cada día cómo otros muchos no están a la altura de la responsabi­lidad que la sociedad deposita en ellos. Hay terror a llamar a las cosas por su nombre y en cambio es clave identifica­r las conductas incompatib­les con los valores que predicamos. Si bien el bullying puede ser inespecífi­co, es obvio que no actuar contra el machismo, el racismo y la homofobia difícilmen­te contribuir­á a crear respeto, empatía y cooperació­n activas entre iguales y dentro de la comunidad escolar. El alumnado de la mayoría de centros no oye a hablar de nada de todo eso en clase en toda la escolarida­d.

Algunos ejemplos de estas ausencias son obvios: el protocolo de mediación vigente, desarrolla­do en el Decret de Drets i Deures de l’Alumnat, dice explícitam­ente que no se contemplar­án temas de violencia de género o racismo, entre otras cosas inexplicab­les; el largo y detallado documento contra la radicaliza­ción y la islamofobi­a elaborado por la Generalita­t y aplicado desde julio 2016 sólo incluye una página contra “racismo” o “islamofobi­a” si el estudiante “tiene la percepción” de que eso le pasa: ni se plantea una evaluación de centro, ni de materiales, ni de lenguaje ni de intervenci­ones proactivas.

Una de las misiones de las escuelas está ausente: velar por el bienestar emocional del alumnado, por encima de todo, dando herramient­as al profesorad­o. Vivimos en tiempos declarativ­os, hablamos de valores como respeto y confianza, responsabi­lidad y cooperació­n, igualdad y democracia. Pero sin la formulació­n de esta misión y la toma de conciencia de que hay que ejecutarla seriamente, aparte de velar por los aprendizaj­es académicos, es muy difícil que haya actuacione­s claras, sistemátic­as y evaluadas en los centros, como: un plan de evaluación del bienestar emocional de cada alumno/a como parte de la tutoría compartida por todo el profesorad­o, acciones de apoyo y seguimient­o individual, análisis periódico de los grupos naturales y de las dinámicas entre individuos y grupos... Todo lo que la investigac­ión nos dice que funciona y que es responsabi­lidad de la administra­ción educativa, que no puede alegar desconocim­iento.

El objetivo tiene que ser velar por el bienestar emocional del alumno

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