La Vanguardia

La segunda vida de los libros

Dieciocho quioscos de Barcelona comienzan a vender ejemplares de segunda mano a cinco euros cada uno

- LLUCIA RAMIS Barcelona

No aparecerán en la lista de los más vendidos. Algunos porque ya lo fueron, otros porque los clásicos no necesitan esta medalla. Tras su momento de gloria (que en el caso de los libros dura más de los clásicos cinco minutos), permanecie­ron en la estantería de alguien que ya no está, o en el almacén de un chatarrero. Podrían haber acabado en los Encants o en una librería de viejo. El problema es que allí hay demasiado material, montañas y montañas en las que se pierden. Y si no es un experto, el comprador no sabe encontrar lo que quiere.

¿Cómo acercar el libro de segunda mano al lector? Al lector empedernid­o, ese que se zampa una o dos novelas por semana, pero no siempre puede permitirse su precio. La Associació Profession­al de Venedors de Premsa de Barcelona ha iniciado un proyecto por el que dieciocho quioscos de la ciudad venden diez libros a cinco euros cada uno. Sólo diez, para que se vean. Los sirven casi en bandeja. De hecho, se presentan en una caja de madera junto a los periódicos. Son libros selecciona­dos, en buen estado, que van rotando periódicam­ente, para que el género siempre varíe. Ahora se está diseñando una aplicación que localice estos puntos de venta. Se encuentran en la plaza del Mercat del Clot, en calles como Berlín, Bruc o Muntaner, la Gran Via. Si la cosa funciona, se añadirán más.

La idea fue de Ernest Callís, que se puso en contacto con Jordi Bastardas, vocal del departamen­to comercial del gremio. Bastardas lleva un quiosco en la calle Escorial, a la altura de Camèlies. La semana pasada, su cajón de madera tenía entre otros El juego de Gerald, de Stephen King; Viviré con su nombre, morirá con el mío, de Jorge Semprún; La meitat de l’ànima, de Carme Riera, y alguno de Henning Mankell. Dice que aún falta que la gente sepa que puede adquirirlo­s y se acostumbre: “Algunos vienen aquí desde hace veinte años, y nunca preguntan; si les cambias el diario de sitio, no lo ven y pasan de largo”.

La iniciativa se puso en marcha en febrero, y las ventas no han parado de crecer. En marzo, facturaron seisciento­s euros, unos ochocien- tos en abril, y eso que en Semana Santa no trabajan. El sistema es el siguiente: Callís, que vendía libros de segunda mano en Costa Rica, visita a sus antiguos proveedore­s, o a las personas que vacían pisos y no saben qué hacer con las biblioteca­s. Elige aquellos títulos atractivos para los devoradore­s de novelas, que no sean súper best sellers como La sombra del viento, porque entonces ya los habrán leído y no les interesará comprarlo. “Son destilados de calidad”, dice. Los distribuye entre quioscos y copistería­s de algunas facultades. Y en cuanto se venden tres en algún punto, los repone enseguida, de manera que cada uno exponga siempre diez. O veinte, el día de Sant Jordi. Se renuevan semana tras semana, para que la oferta se regenere.

En el de la calle Londres con avenida Sarrià tienen De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère; La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada ,de García Márquez; La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Cuenta Gerard Ferrando que quien va al quiosco suele tener el chip de gastar poco más que calderilla. Cuando el libro que acompaña a un periódico supera los diez euros, por ejemplo, se lo piensan.

La crisis de la prensa pone en peligro el negocio de los quioscos, y en Barcelona el 30% ha cerrado en cinco años. Por eso, para sobrevivir, se están convirtien­do en una especie de minisuperm­ercados, donde venden desde refrescos hasta tabaco, pasando por chucherías y bolsas de playa en las que pone “Barcelona”. Miquel y Kilian Díaz son padre e hijo, y regentan dos, uno en la calle Fontcobert­a, con clientela habitual, y otro en la avenida Tarradella­s, en Francesc Macià. Trabajan desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche. Cuando venden un libro de segunda mano, fotografía­n la cubierta y la mandan al grupo de WhatsApp que comparten con los demás quiosquero­s, para registrar así una relación de las operacione­s. Entre otros, han vendido El ocho, de Katherine Neville; Chesil Beach, de Ian McEwan; El joc de l’àngel, de Ruiz Zafón.

Llega una señora con clase, pregunta por las tarjetas del autobús, se entretiene con La historia del amor, de Nicole Krauss, pero le llama más la atención la portada floreada de Sentido y sensibilid­ad ,de Jane Austen. Cinco euros le parece un buen precio. Los libros tienen más vidas que un gato. Y quién sabe, tal vez también sean capaces de hacer revivir otros sectores.

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CÉSAR RANGEL Los quioscos se están convirtien­do en una especie de minisuperm­ercados; en la foto, el de Francesc Macià

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