El llamativo ase de moda de la gala del Met
La gala del Met se rinde a la extravagancia a costa de la diseñadora Rei Kawakubo
A pesar de que ya parezca sonar a tópico, a esta invitada, que en realidad es la homenajeada con permiso de la mandamás Anna Wintour, le cuadra como a ninguna otra eso que entonaron los Burning de la época canalla.
–¡Qué hace una chica como tú en un sitio como este...!
En un mundo de pavos reales –¿dónde vas, Katy Perry?, se preguntaron no pocos, luciendo como lucía al estilo de la novia de Frankenstein por gentileza de John Galliano–, ella es un pájaro.
Desde el punto de vista de los no iniciados en la cosmología de las celebridades y su apariencia, nunca ninguno la habría puesto en la lista A de este circo que desfila por la alfombra roja –azul en este caso, Wintour marca diferencias incluso en esto– que cada inicio del mes de mayo se organiza en la escalinata de acceso al enciclopédico Metropolitan Museum de Nueva York, de camino hacia la gran gala del Met.
Esa rara avis, en medio de tanto ser estrambótico, se llama Rei Kawakubo, diseñadora japonesa, pequeña de tamaño, discreta en su aspecto y en su silencio, pero reverenciada como un mito en el sector de la moda, rompedora como pocas de tradiciones culturales y teórica de la asimetría.
Andrew Bolton, comisario jefe del Costume Institute e ideólogo de la exposición organizada a costa de su talento, sostiene que Rei no acostumbra a hablar, “prefiere expresarse por sus diseños”.
Como en la rueda de prensa de la mañana del lunes, que estuvo y no dijo ni mu, por la noche accedió a “su fiesta” de aquella callada manera, que cantaría Pablo Milanés.Desfiló ante las cámaras sin llamar la atención de los objetivos, sin provocar el tremendo ruido visual de muchos de los invitados, de los que reciben el beneplácito de Wintour, la editora de la revista Vogue y uno de los poderes fácticos de la sociedad estadounidense, en especial de la neoyorquina.
“Desde que Wintour se hizo cargo en 1995, la fiesta ha devenido más una extravagancia de estrellas”, afirmó Dana Schuster en un artículo de The New York Post. Es una fiesta a beneficio del Costume
Institute, que en el 2016 recaudó unos 16 millones de dólares, con entradas que alcanzan hasta los 50.000 dólares. Sin embargo, no basta gozar de pedigrí o ser rico. No, Wintour abre o cierra puertas, a su gusto y criterio.
Sostienen que la gala del Met, que se inició en 1946, es la escenificación equivalente a los Oscar en la costa Este. A diferencia de la fiesta californiana de Hollywood, un observador atento concluirá que la convocatoria de Manhattan, a partir del vestuario, resulta más chiflada –y es mucho decir–, convirtiéndose en un punto de encuentro de lo estrafalario y orgulloso de serlo. Vistos los modelos de Rei que se exponen en la exhibición, por una vez se rompe la norma. Los vestidos de no pocos asistentes desbordan en el atrevimiento de la fundadora de Comme des Garçons.
Aunque la exposición se titula In-between ,en el festejo hubo poco o nada “en medio”. O bien ellas iban vestidas a lo recatado o prácticamente como su madre las alumbró. Pese a no coincidir en su llegada, hubo quien recurrió ayer al montaje en paralelo de las espaldas (y su remate final) de Bella Hadid (desnuda por Alenxander Wang) y Kendall Jenner (lo propio por La Perla), en lo que se asemejaba más a un juego de encontrar las diferencias entre sus cuerpos serranos.
Una de las que lucieron un modelo de la firma de Rei fue Carline Kennedy, exembajadora de Estados Unidos en Japón y declarada “ferviente admiradora” de esta diseñadora. En la rueda de prensa se sentó a su lado.
En cambio, Wintour se vistió de Chanel. Carne de polémica: algunos mal intencionados lo interpretaron como un gesto poco elegante hacia la estrella de la gala.
La homenajeada pasó con discreción y Anna Wintour, la jefa de la fiesta, la afeó vistiendo un diseño de Chanel