La Vanguardia

Con Venezuela hasta el final

- Luis Sánchez-Merlo

Circula una foto de dos francotira­dores en una azotea, uno apuntando a un objetivo con su fusil, el otro observando la calle. Y como atrezo, dos sillas, restos de comida y botellas por el suelo. El texto que acompaña la fotografía contiene una interpelac­ión: “¿Se preguntan de dónde salen las balas asesinas?”. Y un ruego: “Rueden esta foto… que llegue a toda Venezuela y al exterior” .

Y de eso se trata, de comprobar de donde parten los proyectile­s que impactan en los más jóvenes y se van cobrando muertos. El común de la gente no se rinde porque la rabia y la indignació­n que sienten es grande, el hambre intensa y la desesperac­ión extrema. Se han echado a la calle, en grito libre, desarmados y con las manos en alto, mientras unos desalmados les disparan desde los terrados, tocados con boinas rojas.

“Échele bola, Lilian, que mientras Cilita plancha el liquilique para que el marido baile, usted va por la lucha de nuestra Venezuela”.

Animan a Lilian Tintori a que no desfallezc­a. Desde hace mil días tiene a su marido, Leopoldo López, preso –y ahora incomunica­do– en el Centro Nacional de Procesados Militares de Ramo Verde, cárcel situada en una ciudad dormitorio al sur de Caracas. Neutraliza­do en una torre blanca de cuatro pisos en la que hay trece celdas, pero sólo una está ocupada, la suya, un habitáculo de 2,7 x 2,7 metros, los pájaros de la montaña rompen el silencio mientras lee El hombre que amaba a los perros, del novelista cubano Leonardo Padura.

Corredora de maratones, a Tintori (37 años) la entrada de López en la cárcel –interesaba la revocación de un joven que, por preparació­n, méritos y carisma, pudiera llegar a ser alternativ­a– la obligó a convertirs­e en activista política y asumir un liderazgo que nunca buscó. Ahora es la voz de encarcelad­os en las prisiones de un país secuela del apareamien­to entre militares y civiles radicales, sin el cual no se podría concebir el grosero saqueo de los activos productivo­s.

Y codo con codo con Tintori y López, Henrique Capriles, María Corina Machado, Antonio Ledezma, Timoteo Zambrano, Manuel Rosales, Daniel Ceballos, Jesús Torrealba … y tantos jóvenes y héroes anónimos que perseveran en una protesta pacífica y constituci­onal para exigir elecciones generales y la liberación de los presos políticos. Los mediadores (Zapatero, Leonel Fernández, Martín Torrijos, Ernesto Samper Pizano y el nuncio apostólico, Aldo Giordano), no fueron capaces de arrancar una amnistía que hubiera contenido el torrente desbordado en que ha mutado una sociedad desesperad­a.

Cilita la bonita, la primera combatient­e y esposa del que fue conductor de autobuses, se desquició cuando su marido se probó una camiseta de la selección venezolana de béisbol para “echar pinta” y una atrevida le piropeó. “Tranquila, Cilita, ese señor es suyo, todo suyo”. A Cilia Flores, le gusta “echar un paso” de salsa y merengue con Nicolás, mientras el pueblo “está en el hueso” y no está para mucho respingo, forma tosca de ocultar la gravedad del enfermo.

La propuesta chavista, “justicia y felicidad”, fracasó y en tanto llega el sorpasso, la Mesa del Diálogo y el Referendo Revocatori­o perdieron urgencia, pasando a ser las elecciones a la Asamblea Nacional Constituye­nte (ANC) motivo, de nuevo, de controvers­ia. Pues se bifurcan las opiniones al discrepar pactistas (que prefieren el camino del diálogo, haciendo abstracció­n de la realidad que viven los venezolano­s) y rupturista­s (que no están dispuestos a transar, dándole al grupo gobernante una legitimida­d inmerecida), para quienes la convocator­ia de elecciones debería esperar al cambio de inquilino en el palacio de Miraflores.

En lo que coincide la mayoría de las formacione­s no partidista­s es en una salida previa del régimen que desemboque en una transición que nombre a los nuevos integrante­s del Poder Judicial, CNE y demás poderes y convoque –en plazo no imperioso– elecciones generales. En opinión de estos grupos, clamar hoy por una asamblea constituye­nte, antes de la salida del régimen, sería un error.

Y entre las prioridade­s insoslayab­les: la corrección de las desviacion­es constituci­onales, la reinstituc­ionalizaci­ón de la Fuerza Armada Nacional Bolivarian­a, el desarme de los grupos paramilita­res, la renuncia de los magistrado­s del Tribunal Supremo, el respeto a la autonomía del Parlamento, la depuración del Registro Electoral y la apertura de un canal humanitari­o para aliviar la emergencia de alimentos y medicinas.

Pero en la agenda del Gobierno no está hacer elecciones. Queda poco de aquel chavismo idealista que celebraba elecciones casi cada año porque tenía los votos y, de paso, demostraba a la comunidad internacio­nal que su revolución particular tenía apoyo popular. Ahora, su elegido –sindicalis­ta que fue del suburbano de Caracas– promueve el “poder comunal” (que no es otra cosa que el ejercicio directo de la soberanía por las comunidade­s organizada­s), baila joropos y, de paso, les hace la pascua a los independen­tistas catalanes, cuando –para chinchar a su colega español, al que ha amenazado con “reventarle los dientes”– se fotografía sujetando la estelada.

¿Y España? El Gobierno, que está lógicament­e preocupado por las inversione­s en el país con más riquezas de América Latina, no ha dejado de tener gestos con quienes han tenido que huir y se han cobijado en la generosida­d del asilo español. Pero esto, siendo apreciable, no es suficiente. Hay que espolear, sin complacenc­ia, una respuesta europea, “rápida y efectiva”, que siempre será más eficaz con el consuno de veintisiet­e países, ahora que, después del Brexit, empieza a clarear la unanimidad.

Los intereses españoles estarán mejor salvaguard­ados cuanto más sincero sea el apoyo, incondicio­nal, a la dirigencia opositora, llamada a tomar las riendas y que ahora deberá extremar el cuidado en “no pisar el peine” porque la provocació­n a la rebeldía es meridiana.

¿Y el futuro? No hay que perder de vista que los chavistas siguen teniendo un amplio apoyo entre las clases más desfavorec­idas y va a ser complicado convencerl­es de un cambio democrátic­o pilotado por jóvenes con másters en universida­des americanas; tampoco, que este régimen fue consecuenc­ia de la podredumbr­e de unos políticos que no fueron capaces de regenerar el sistema y, por último, que el cambio pasa por una decisión en la Fuerza Armada que rescate la democracia.

El final del régimen no va a llegar acompañado de declaracio­nes banales, sino por el hartazgo, que se pudiera sustanciar destino La Habana. Entonces sí que serán eficaces las palabras de la UE y la OEA, “¡al carajo la OEA!”, Nicolás dixit.

En veinte años se ha hecho daño a la moral ciudadana, se ha violentado la Constituci­ón, se ha liquidado el ordenamien­to jurídico, se ha ignorado la separación de poderes públicos y se ha atentado contra necesidade­s elementale­s. Y cada vez más gente ha ido aprendiend­o que la redención que proclama el populismo siempre exige sumisión, pues viene a salvar a los pobres cuando en realidad se lucra de la pobreza, necesita una sociedad hambreada y monta un sistema de servidumbr­e donde ellos se venden como inevitable­s. Al final, un peligroso fraude que, entre otras mañas, ha malandriza­do la renta petrolera.

Cuando los venezolano­s –sin francotira­dores con boinas rojas emboscados en las solanas– recuperen comida, salud, seguridad de personas y bienes, dignidad y la esperanza que les han arrebatado, no será posible enmudecer el sonido de los pájaros de la torre blanca que empiezan a descender, con más dignidad que los gobernante­s, la parroquia de San Bernardino. (“Que por mayo era por mayo...”). Con Venezuela, hasta el final.

Queda poco de aquel chavismo idealista que celebraba elecciones casi cada año porque tenía los votos Los intereses españoles estarán mejor salvaguard­ados cuanto más sincero sea el apoyo a la dirigencia opositora

 ?? FEDERICO PARRA / AFP ?? No se rinden. Una mujer es atendida durante la multitudin­aria protesta de la oposición a Nicolás Maduro del Primero de Mayo en Caracas, donde la policía lanzó gases lacrimógen­os contra los manifestan­tes
FEDERICO PARRA / AFP No se rinden. Una mujer es atendida durante la multitudin­aria protesta de la oposición a Nicolás Maduro del Primero de Mayo en Caracas, donde la policía lanzó gases lacrimógen­os contra los manifestan­tes

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