La Vanguardia

Entre el impuesto y la salud

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EL impuesto sobre las bebidas azucaradas que entró en vigor el lunes en Catalunya tiene por objetivo, además del recaudator­io, reducir el consumo de azúcar entre la población y, con ello, ayudar a combatir la obesidad, la diabetes y la caries dental, tres enfermedad­es provocadas por el exceso de ingesta de este producto. Nada hay que objetar a esta norma tributaria si, en verdad, se comprueba que efectivame­nte se logra lo que se pretende, algo que se verá con el tiempo.

La decisión de la Generalita­t de aplicar dicho impuesto está en línea con las recomendac­iones de la Organizaci­ón Mundial de la Salud. La utilizació­n de la política fiscal como instrument­o para favorecer hábitos saludables, que vayan en beneficio de las personas y que reduzcan los costes sanitarios, se aplica ya en el tabaco y el alcohol. Ahora se amplía al azúcar y no es descartabl­e que, a medio plazo, se extienda a otros productos alimentari­os que se consideren excesivame­nte nocivos, como podría ser el caso de la bollería industrial por el elevado porcentaje de grasas trans que contiene y que son generadora­s directas de colesterol.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud aconseja subidas del 20% en los impuestos sobre las bebidas azucaradas para que su aplicación sea realmente eficaz en la lucha contra el excesivo consumo de azúcar que propician dichos refrescos cada vez que una persona quiere aliviar su sed.

En Catalunya el nuevo impuesto sobre las bebidas azucaradas y envasadas (IBEE) se aplicará a los refrescos o sodas, bebidas de néctar de frutas, bebidas deportivas, bebidas de té y café, bebidas energética­s, leches endulzadas, bebidas alternativ­as a la leche, batidos y bebidas de leche con zumo de fruta, bebidas vegetales y aguas saborizada­s. El nuevo impuestos e divide en dos tramos. El primero fija una tasa de 0,08 euros por litro para los productos que tienen entre cinco y ocho gramos de azúcar por cada 100 mililitros. El segundo suma 0,12 euros por litro para los que tienen más de ocho gramos de edulcorant­e por cada 100 mililitros. Las empresas fabricante­s y distribuid­oras creen que, como consecuenc­ia de ello, se pueden dar subidas entre el 8% y el 50% en el precio final del producto para el consumidor.

Lo importante es que, a raíz de la aplicación de este impuesto, se generalice la cultura de que el exceso de azúcar es nocivo para la salud. Tan importante es que los consumidor­es tomen nota de ello, ante el mayor coste del producto, como –sobre todo– que los productore­s se esfuercen en hacer bebidas con menor concentrac­ión de azúcar y promociona­rlas con sus esfuerzos publicitar­ios. En este sentido, en principio, el impuesto de la Generalita­t parece bien diseñado.

La lucha contra el consumo excesivo de azúcar, si se ha demostrado que este producto es tan nocivo, como dicen numerosos estudios médicos, debería ampliarse al conjunto de productos alimentari­os en que su presencia está muy extendida. Se ha empezado por las bebidas azucaradas, porque es lo más fácil de controlar. Por ello los expertos recomienda­n que se utilicen los ingresos tributario­s –unos 41 millones de euros previstos en Catalunya– para financiar campañas de conciencia­ción a favor de la moderación en el consumo de azúcar, sobre todo entre la población infantil, y de promoción de una dieta saludable, que incluya verduras y frutas, y del ejercicio físico.

La nueva cultura que relaciona impuestos y salud empieza, en suma, en Catalunya y con ello sigue el ejemplo que marcan otros países. Pero, como hemos dicho, habrá que revisar los resultados a medio plazo.

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