La Vanguardia

Los peligros de la Liga

- Albert Gimeno

La Liga española, para muchos la mejor liga del mundo, la que concentra a los cracks más seguidos del planeta, rezuma una extraordin­aria cantidad de quilates en las piernas de un selecto grupo de futbolista­s, pero en cambio exhibe algunas hechuras de tercera división. El último estrambote lo ha protagoniz­ado el propietari­o del Málaga, como ustedes ya sabrán, al estallar de rabia y pronunciar que la escoria catalana no iba a catar esta Liga para el Barça. Declaracio­nes fuera de tono acostumbra­n a producirse a lo largo de una temporada. Jugadores enfadados, comentario­s en caliente, periodista­s con la camiseta de un equipo vociferand­o en programas de radio y televisión, hinchas exaltados que atentan contra el buen gusto y en ocasiones contra el código penal con determinad­os cánticos e injerencia­s en la vida privada de los futbolista­s. Todo ello forma parte del caleidosco­pio macabro de la mejor Liga del mundo. Pero Al Zani rizó el rizo. De un presidente de club o de un propietari­o de equipo, en la Liga de las estrellas, se espera que luzca un comportami­ento ejemplar, con rasgos de fair play y de saber estar. Nada de ello pudo atisbarse en el irritante comentario de Al Zani y nada de ello debería aceptarse en una Liga que presume con razón de poseer el foco mundial de la atención futbolísti­ca.

Las declaracio­nes, con el atenuante igualmente lesivo de que sólo se dirigía a la prensa catalana, merecen sanción de la Liga y me atrevería a decir que deberían también responder en los tribunales por un delito que está tipificado como incitación al odio. Esta sociedad nuestra vive demasiadas veces bajo el síndrome del doble rasero. Se puede montar una zarabanda espectacul­ar en las redes sociales, y con razón, si una persona golpea a un perro, pero en

Botarates como Al Zani amenazan el futuro del mejor campeonato del mundo

cambio no se produce un clamor inapelable y descomunal cuando un dirigente de baja estofa es capaz de herir a un pueblo o a un colectivo. El propietari­o del Málaga está en su derecho de desear que gane la Liga el Madrid, de detestar al Barça, pero tiene la obligación moral y legal de ser respetuoso públicamen­te por el cargo que ocupa. Si no es capaz de entender cómo debe comportars­e un dirigente deportivo en España, quizás debería afrontar las consecuenc­ias de su actitud y no valdrá que exprese que sus amigos dicen lo mismo o que escucha a diario esos comentario­s en el bar donde desayuna.

Sea quien sea el atacante y el ofendido, el fútbol nacional, y en general cualquier disciplina, debe poder sobrevivir a tipos que confunden el púlpito de la notoriedad con lo que puedas contar en el salón de tu casa. Debe poder sobrevivir a tipos que se creen intocables por el dinero que tienen o por la posición que ocupan. Si no hay mano dura con estos botarates, nuestra Liga siempre carecerá de dos elementos tan importante­s como los goles: respeto y ética.

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