Francia vota sí a Europa
oeEl centrista Macron (65%) se impone con claridad a la ultraderechista Le Pen (35%) oeLa abstención y los votos en blanco y nulos alcanzan una cifra récord en una segunda vuelta
El centrista Emmanuel Macron se convirtió ayer en el presidente más joven, 39 años, de la República Francesa al ganar por más de nueve millones de votos a la ultraderechista Marine Le Pen. Francia dio así un contundente sí a Europa y a una cierta continuidad. En su primera intervención pública, Macron hizo un llamamiento a la unidad de los franceses.
Emmanuel Macron, 39 años, fue elegido ayer octavo presidente de la V República Francesa. Una grande y atípica victoria, con el 65% del voto, para un presidente atípico: el más joven de la historia de Francia, nunca antes electo. La presidencia es su estreno. Sin partido detrás pero con una gran determinación y un enorme apoyo de las fuerzas que cuentan, tanto en el mundo, como en Francia: centros de poder económico y político; medios de comunicación, nacionales y globales; Washington, capital de occidente; Berlín, capital europea; Frankfurt, capital del euro. Una victoria que alivia la presión sobre la crisis europea, pese a sus especiales circunstancias.
Victoria atípica por su récord histórico de abstención desde 1969, 25%; récord histórico en votos blancos y nulos, 9%, y alrededor de la mitad del voto del vencedor motivado por la urgencia de impedir la victoria de su adversaria. Todo se ha cumplido casi con una pedante exactitud. Macron, un liberal europeísta que fue banquero de inversión y estratega de la política económica de los últimos años, venció incluso por unos cinco puntos más de lo previsto, contra la candidata ultraderechista, Marine Le Pen, 35%, que defendía un repliegue nacional ante Europa, proteccionismo económico y una política dura y estricta en materia de inmigración. El avance de Le Pen ha sido muy importante: ha doblado el resultado obtenido por su padre en el 2002 y ha ganado 7 puntos respecto a las regionales del 2015, pero ha quedado unos cinco puntos por debajo de lo previsto. Lejos de ser una derrota –Le Pen nunca pensó que ganaría estas elecciones– el avance tampoco ha sido una gran victoria de consolación para ella.
El fantasmagórico “antifascismo” invocado en la recta final de la campaña (el Frente Nacional, tan odioso en su xenofobia antimagrebí y en tantos otros aspectos, tiene poco que ver con un “partido fascista”), ha funcionado en un ambiente de excitación mediática que ha recordado al de Estados Unidos contra Donald Trump, y que estaba destinado a vigorizar el decaído “frente republicano”. La base popular real de ese sentir se ha visto evidenciada en los datos de la votación de ayer: más de mitad de la abstención es política, como el grueso del voto nulo y en blanco. En total, más de 16 millones de votos, con diez que son votos políticos y expresan estupefacción y protesta. Sumados a los votos de quienes solo votaron por Macron para evitar una victoria de Marine Le Pen, se obtiene un cuadro sin precedentes por su fragilidad: solo unos 10 millones de votos de los 21 millones recibidos son de adhesión para el futuro presidente. Parte de todo esto ha ocurrido otras veces en Francia y no desmerece la extraordinaria gesta de Macron, pero nunca se había dado en tal concentración y en un clima tan enrarecido de radicalización. La sociedad francesa considera negativa la situación económica de su país en un 75%. En un 76% considera adversas las perspectivas de futuro de su juventud. Un 71% no cree que los medios de comunicación sean independientes y solo un 27% aprueba el actual sistema económico.
Hace justo cinco años, ante un panorama de descontento menos extremo, el presidente electo, François Hollande, se dirigió a una multitud esperanzada en la plaza de la Bastilla, diciendo: “He oído vuestra voluntad de cambio”. Respaldado por 16,5 millones de votos de estricta adhesión, el nuevo presidente habló entonces de “años y años de heridas y rupturas”. Aquella noche, Hollande prometió “levantar el país”, “terminar con la austeridad” y sumarse a “un movimiento que se levanta por toda Europa y en el mundo”. Cinco años después casi nada se ha realizado. El desencanto ha sido tal, que por primera vez el presidente saliente ni siquiera se presentó a una reelección y su partido (socialista) ha pagado el precio de la pasokisación. Estos cinco años el índice de paro ha aumentado un 20%, Francia ha ido aún más a remolque de Alemania y de Estados Unidos que durante la presidencia anterior, de Nicolas Sarkozy, y el estratega económico de Hollande ha resultado elegido como nuevo presidente en las elecciones más inusuales en muchos años.
Este delicado panorama habría sido tanto o aún más frágil con la
RÉCORD DE ABSTENCIÓN Récord histórico de abstención y de votos nulos y blancos: más de 16 millones sobre 47
POCA ADHESIÓN La mitad del voto obtenido por Macron ha sido para evitar a Le Pen
victoria de cualquiera de los otros tres candidatos que obtuvieron alrededor del 20% en la primera vuelta del 23 de abril (el conservador Fillon, el altermundista Mélenchon y la propia Le Pen) y, desde luego, mucho más sombrío y caótico si ayer hubiera ganado Le Pen. Macron se propone radicalizar la aplicación de la agenda neoliberal europea en Francia, pero al lado del programa thatcherista de Fillon es casi un socialista. La ruptura que proponía el programa de Mélenchon, una ruptura constructiva y transformadora, a diferencia de la auspiciada por Le Pen, habría precisado un fuerte apoyo popular que al día de hoy no se ve en Francia. Y sin eso, las resistencias institucionales y mediáticas a su proyecto económico keynesiano-ecologista habrían sido letales. En ese contexto, Macron puede ser visto como algo tranquilizador. Siempre que no se pierda de vista la cruda realidad.
Las noticias que llegan del entorno del nuevo presidente dibujan una personalidad dominada por el optimismo y muy determinada. Un detalle de su biografía resulta revelador: contra la voluntad de su entorno familiar y con mucha presión en contra, el joven Emmanuel Macron mantuvo un romance y luego se casó con su exprofesora, 24 años mayor que él. Durante la campaña Macron ha mantenido un discurso manifiestamente errático, plagado de lugares comunes y afirmaciones genéricas de muy poco contenido político. Un genuino populismo californiano caracteriza también a su movimiento, En Marcha (por sus iniciales). Con eso en la mochila Macron parece afrontar el complicado futuro que le espera con una determinación que tanto puede denotar genialidad como temeridad de político novato.
Su idea es “avanzar rápido y fuerte en todo aquello que Sarkozy y Hollande no fueron capaces de hacer”, se explica en su entorno. “Tendré que hacer reformas serias y profundas y conseguir resultados para que Le Pen no gane en el 2022”, se le oyó decir. Su discurso es “liberar la economía”, “dar alas a los talentos”, afirmar una “República contractual” que “en lugar de proteger a los más pequeños, les de libertad”. “Creo en la trayectoria de los individuos en la sociedad”, “hay talentos y no talentos, hay que construir la autoridad de los que saben”. Mucho de todo eso deberá asentarse y medirse con las realidades del país y las circustancias de un gobierno probablemente sin mayoría o hipotecado por la cohabitación.
Las legislativas del 11 y 18 de junio medirán de nuevo las fuerzas repartidas en cuatro bloques casi iguales que se han evidenciado en estas presidenciales. Todos, a izquierda y derecha, tienen ganas de ganarle la revancha al joven presidente, cuya primera aventura es intentar hacerse con un apoyo parlamentario aceptable.
Su desafío suscita respeto. “Me recuerda al del general De Gaulle en 1958, tendrá que hacer gala de realismo y pedagogía”, dijo anoche ayer el veterano ministro gaullista Jean-Pierre Chevènement. “Mi responsabilidad es escuchar la indignación, las dudas y ansiedades que se han expresado”, dijo Macron en un discurso grave y leído en pantalla. “Nada estaba escrito”. “Una nueva página se ha abierto esta noche, quiero que sea la de la esperanza y la confianza recuperada”, dijo. “Defenderé Francia, defenderé Europa, actuaré para restablecer los vínculos entre Europa y sus ciudadanos”. A las diez y media Macron hizo una entrada cinematográfica, bajo el himno europeo, en la explanada del Louvre. “Haré todo lo posible para que no haya razón para votar a los extremos”, dijo.