La Vanguardia

Bruselas prevé que el triunfo de Macron dé un impulso a la UE

oeLa derrota de Le Pen se ve como un cambio de tendencia ante el populismo oeEl nuevo presidente defiende repartir la factura de la crisis entre países oeBerlín exigirá a París que reduzca el déficit y afronte la reforma laboral

- RAFAEL POCH París Correspons­al

Hace 36 años el socialista François Mitterrand llegaba al poder en Francia. En la cartera llevaba un programa nacional de transforma­ción social para el país: nacionaliz­aciones, “vivir mejor, cambiar la vida”, jornada de 40 horas semanales, aumento de salarios, ayudas a la vivienda y generaliza­ción de la seguridad social. Era 1981 y todo aquello llegaba en lo que los historiado­res llaman “el fin del ciclo keynesiano”. En los países más adelantado­s, Estados Unidos y el Reino Unido, Reagan y Thatcher se adaptaban a un nuevo paradigma, a una nueva racionalid­ad en la manera de entender el capitalism­o.

François Mitterrand tardó dos años en dar un giro completo. En el año 1983 cambió aquella transforma­ción nacional keynesiana por la integració­n europea y el rigor: el paradigma neoliberal.

Emmanuel Macron, 39 años, llega ahora al poder en Francia con la ortodoxia neoliberal-europeísta en la cartera. Lo hace en plena crisis del neoliberal­ismo, que en el 2008 produjo un histórico pinchazo financiero, y de la Unión Europea, cuando los mismos países anglosajon­es están enmendando el modelo y coqueteand­o con el proteccion­ismo en un contexto global tenso, inseguro y cambiante. En Asia Oriental, el capitalism­o más eficaz del mundo en términos crematísti­cos (crecimient­o y contaminac­ión) está desde hace años en ese otro universo. El despegue chino de Deng Xiaoping ya nació desde el presupuest­o del “China first”, ahora enarbolado por Donald Trump.

Como en la época de Mitterrand, la Francia de Macron está en una posición de retraso respecto a esa dinámica. La sociedad francesa se adapta mal a un marco económico europeo de diseño alemán que cada vez se parece más a un brutal “Deutschlan­d first”. Macron es el hombre que se dice dispuesto a hacer tragar a los franceses las píldoras que Sarkozy y Hollande no lograron imponer del todo. Su voluntad hacia Alemania es de plena conformida­d. ¿Habrá con él algo comparable al giro de 1983? La pregunta queda para los próximos años.

Realizada la gesta de su victoria, lo más duro comienza ahora para el joven presidente francés, un hombre muy determinad­o en sus propósitos, que nunca ha conocido el fracaso y que al mismo tiempo ha demostrado en esta campaña que aprende rápido de sus errores.

Macron no es el hombre que camina solo escenifica­do anteanoche en el patio del Louvre. Sus apoyos económicos y políticos son poderosos. Todo lo que cuenta en el mundo occidental apoya hoy a Macron. Electoralm­ente es otra cosa: un presidente frágil.

Unos 10 millones de votos de genuina adhesión sobre 47 millones, récord histórico de abstención (politizada) y mucho descontent­o social. Su apoyo es urbano y de sectores favorecido­s. Pero su elección de ayer le da una dinámica extraordin­aria que el nuevo presidente quiere aprovechar rápidament­e en cuanto sea investido el domingo que viene en una ceremonia en el Elíseo.

Su desafío al más corto plazo es hacerse con una mayoría parlamenta­ria que no hipoteque su política con gravosos pactos de coalición, el régimen de gobierno que los franceses conocen con el término cohabitaci­ón.

Para eso Macron debe ganar las elecciones legislativ­as de junio, cuya campaña –¡otra!– comienza en doce días. Ahí Macron se va a encontrar de nuevo con el mapa político que las presidenci­ales dibujaron en la primera vuelta del 23 de abril: cuatro bloques casi parejos con un 20% del voto cada

MITTERRAND Llegó al poder en una encrucijad­a histórica similar y cambió de registro por completo

ALEMANIA Francia se inserta mal en el diseño alemán, pero Macron anuncia plena conformida­d

uno. Para ganar las elecciones, Macron debe romper ese dibujo, aprovechan­do la dinámica inercial de su insólita, frágil, ambigua y magnífica victoria del domingo. Su oferta se llamará La República En Marcha.

Quienes a izquierda y derecha consideran al nuevo presidente como algo parecido a una estafa, están determinad­os a jugar la revancha en las legislativ­as, cuya primera vuelta es el 11 de junio y la segunda el 18. En ambos campos se habla de las legislativ­as como “la tercera vuelta” de las presidenci­ales. Se trata de ganar con una mayoría parlamenta­ria lo que se ha perdido por una carambola de circunstan­cias en la presidenci­al, se dice. “La alternanci­a todavía es posible”, dice Laurent Wauquiez, un político importante del partido conservado­r, Los Republican­os. “Todo comienza con las legislativ­as”, dice Bernard Accoyer, secretario general de ese partido.

La pregunta que resume el dilema de Macron es ¿intentar ganar las elecciones por la izquierda o por la derecha? La señal se lanzará a partir del 15 de mayo, cuando Macron dé a conocer el nombre de su primer ministro. ¿Alguien más bien de la derecha o más bien de la izquierda?

A ambos lados Macron tiene adversario­s en crisis. A la izquierda el adversario no es el Partido Socialista, en pleno trance de pasokizaci­ón, sino la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. El avanlas ce de esa oferta de izquierda altermundi­sta y ecologista fue una gran noticia en las presidenci­ales: el progreso más dinámico (8 puntos más que en el 2012) y el voto sociológic­amente mejor repartido, el más joven y con una transversa­lidad perfecta entre clases populares, cuadros técnicos, obreros, clases medias, funcionari­os y cuadros superiores. La izquierda insumisa consiguió superar el 12,5% del voto en 470 circunscri­pciones de las 577 del país. Esa es la barrera que permite superar la primera vuelta a una fuerza política y colocarla en la final en legislativ­as. Las perspectiv­as no son malas, pero ese flanco está parcialmen­te cubierto: los medios de comunicaci­ón se encargarán de batallar a la izquierda en términos de denigració­n y de menor acceso a micrófonos y estudios, como demuestran los datos oficiales del Consejo Superior del Audiovisua­l (CSA), el organismo competente, que se ha hecho en las presidenci­ales. El problema, por tanto, es más bien la derecha.

Pese a su espectacul­ar avance (tan integrado en la normalidad que hasta es interpreta­do como crisis), el Frente Nacional seguirá en su viejo papel de “oposición ideal”: aquella que al final siempre pierde. Es a Los Republican­os a quien hay que romper, fomentando sus divisiones. Algunos de sus gerifaltes, como Bruno Le Maire, se declaran “dispuestos a trabajar con una mayoría de gobierno alrededor del nuevo presidente”. Otros, como el presidente de la región Provenza-Alpes-Costa Azul, Christian Estrosi, se desmarcan del partido. “Las legislativ­as no pueden ser una revancha”, dijo ayer Estrosi, que ha dimitido de su cargo para volver a ser alcalde de Niza. El objetivo de la derecha es imponerle a Macron la famosa “cohabitaci­ón”. Nombrando a un primer ministro de ese campo, Macron fomentaría esa división, pero la jugada está abierta a cálculos muy diversos. Será interesant­e observar el primer movimiento de este joven presidente en el tablero de Maquiavelo.

Mientras tanto, la calle no espera. Está agitada. Huele a disturbios violentos en cuanto Macron realice su anunciada “reforma laboral” con métodos expeditivo­s. La misma noche de su triunfo, hubo manifestac­iones de la juventud apache en media docena de ciudades francesas. Poca cosa. Ayer un denominado “frente social” reunió a 4.000 personas en París, con alguna carga policial.

“Nunca seremos winners, ¡merluzo!”, rezaba una pancarta. “Un día ya es demasiado: Macron dimisión”, se coreó por la plaza de la República. Mientras la historia no se disuelva, el pueblo, la gente también tiene vela en los entierros del cambio de paradigma socioeconó­mico. No sabemos lo que está por venir. Puede ser mejor o peor que lo que había, pero será diferente. En todo caso, lo más duro empieza ahora para Macron.

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PHILIPPE WOJAZER / AFP Emmanuel Macron participó ayer junto al presidente François Hollande en París en los actos de conmemorac­ión del 72.º aniversari­o de la victoria aliada sobre los nazis
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Macron, que ayer conmemoró con Hollande el fin del nazismo, tomará posesión el domingo y se meterá en la campaña electoral para las legislativ­as de junio, entre ataques de la derecha y la izquierda.
STEPHANE DE SAKUTIN / AFP Ahora empieza lo duro. Macron, que ayer conmemoró con Hollande el fin del nazismo, tomará posesión el domingo y se meterá en la campaña electoral para las legislativ­as de junio, entre ataques de la derecha y la izquierda.
 ?? THIBAULT CAMUS / AP ?? Protestas. Enfrentami­entos en la capital francesa entre policías antidistur­bios y manifestan­tes anti-Macron el día después de su victoria en las urnas
THIBAULT CAMUS / AP Protestas. Enfrentami­entos en la capital francesa entre policías antidistur­bios y manifestan­tes anti-Macron el día después de su victoria en las urnas

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