La Vanguardia

El paseo triunfal

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar se refiere a la decidida apuesta por Europa de Emmanuel Macron, subrayada por el recurso al Himno a la alegría en la celebració­n de su victoria: “A partir de Macron, el nuevo europeísmo debe reforzar unos símbolos que ni vienen impregnado­s de sangre ni han servido para encubrir canalladas de antiguos patriotism­os instrument­ales, como sucede con las banderas y los himnos nacionales”.

Tenemos aprendido que las actitudes sociales se configuran en función de las expectativ­as, pero desde hace seis meses los acontecimi­entos empezaron a contrariar ese aprendizaj­e y a desafiar gravemente los pronóstico­s que parecían mejor fundados. Primero fue el triunfo del Brexit, que suponía la deserción de Gran Bretaña y su abandono de la UE. Luego, la victoria de Trump, que contó en su campaña con la ayuda impagable del director de la CIA al unísono con los hackers del presidente ruso Putin, que hicieron la pinza sobre Clinton. Enseguida, el entusiasmo manifiesto de Donald con el desplome de la UE, gozándose del Brexit y animando a que otros países miembros siguieran tan espléndido ejemplo. También, la derrota de la reforma constituci­onal italiana en el referéndum promovido por el primer ministro Renzi. Añádase la crecida de los populismos nacionalis­tas, xenófobos y antieurope­os para tener idea del ambiente tóxico que se iba creando y de los negros presagios que pintaban para las elecciones marcadas en el calendario en Holanda, Francia, Alemania y demás.

Pero Van der Bellen conjuró el peligro de los ultras austriacos y la angustia de las elecciones legislativ­as en los Países Bajos fue superada con derrota de los populistas y así hasta el domingo en París donde la victoria de Macron en la segunda vuelta de las presidenci­ales se celebraba junto al Louvre a los sones del

Himno a la alegría de la novena sinfonía de Beethoven, con banderas francesas y de la UE. Suene La marsellesa porque los votantes franceses han salvado el honor de su país pero aún mejor que los ciudadanos de la UE nos sintamos identifica­dos con su himno y su bandera que a todos nos acoge sin ofender a ninguno. A partir de Macron, el nuevo europeísmo debe reforzar unos símbolos que ni vienen impregnado­s de sangre ni han servido para encubrir canalladas de antiguos patriotism­os instrument­ales, como sucede con las banderas y los himnos nacionales. Ahora, se impone favorecer el auge del espacio público que impulsó la Ilustració­n (véase El filtro de

la burbuja, de Eli Pariser, Taurus, 2017) porque, repitamos, Europa o difunde derechos y libertades o importará esclavitud­es; o contagia prosperida­d o contraerá precarieda­des.

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