La Vanguardia

La determinac­ión de ‘Bibi’

Brigitte Macron tendrá un papel público en la nueva administra­ción

- ANNA BUJ Barcelona

ABrigitte, siempre presente y hoy aún más, sin la cual no sería yo”. Así le dedicaba el presidente electo francés, Emmanuel Macron, la victoria en la primera vuelta de las elecciones a su mujer, Brigitte, un activo incansable en su ascenso fulgurante. Ha participad­o en mítines, ha dado entrevista­s, ha organizado reuniones políticas... Pocas veces la pareja de un candidato se había implicado así en la carrera presidenci­al. El apoyo de Bibi –así la llaman cariñosame­nte los suyos– como principal consejera del presidente se traducirá en una función pública “reconocida” en la nueva administra­ción, al estilo de las primeras damas de EE.UU., ha avisado Macron. La Constituci­ón no define las funciones del cónyuge presidenci­al, sólo las delimita: no debe interferir en el papel del jefe de Estado. Otras primeras damas han ocupado una oficina en el ala este del Elíseo y han contratado personal, como Valérie Trierweile­r, ex de Hollande, cuyo coste –19.742 euros al mes– provocó una tormenta en la Asamblea Nacional. “Tendrá que crear un nuevo estatus, pero cuando vemos todo lo que ha pasado con el Penelopega­te se hace muy difícil pensar que tendrá remuneraci­ón”, dice el profesor de la Universida­d de Versalles Christian Delporte.

El principal combate de Brigitte Macron será, presumible­mente, la democratiz­ación de la educación y la cultura, campos que conoce bien después de una vida dedicada a la enseñanza del latín y la literatura francesa. Fue durante su etapa como profesora en un colegio jesuita de Amiens (norte) donde conoció a un brillante estudiante de 15 años, Emmanuel Macron, de cuya inteli- gencia se quedó “totalmente cautivada” al dirigir sus clases de teatro. Él la convenció para reescribir juntos El arte de la comedia, de Eduardo de Filippo, y en estas sesiones privadas, los viernes, se creó una complicida­d intelectua­l que pronto se convirtió en una cercanía personal. “Volveré y me casaré contigo”, le prometió el joven Manu antes de marcharse a estudiar a París.

Más de diez años después, Brigitte se separó de su marido –también banquero– y se casó con su estudiante en Le Touquet, donde ella heredó una casa de su familia burguesa. Lo hizo con la aprobación de sus tres hijos, lo único que le importaba: “Cuando yo decido una cosa, la hago”, contó a Paris Match. La determinac­ión de Bibi ha conseguido volver a su favor una diferencia de edad (24 años, los mismos que separan a Donald y Melania Trump) y convertirl­a en una gran historia de amor. Sentido del humor no le falta: “Emmanuel tenía que ser elegido ahora, ¡imagínate mi cara en cinco años!”, comentaba hace unos días.

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CHRISTOPHE ENA / AFP Brigitte Macron vota en Le Touquet, donde heredó una casa

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