May pide un mandato claro como el de Macron para ser firme en el Brexit
El sector ‘tory’ más radical apoyaba a Le Pen para que ayudara a destruir la UE
Después de mostrar apasionadamente su preferencia por Marine Le Pen durante semanas y semanas, el periódico The Daily Mail ignoró ayer por completo la victoria de Emmanuel Macron en su portada, y había que ir a la página siete para encontrar la noticia. Significativo, porque no es un diario cualquiera, sino el portavoz extraoficial del Gobierno británico, del euroescepticismo y el sector más duro del Brexit. El que llama a los jueces “enemigos del pueblo”, y “saboteadores” a los políticos y periodistas que defienden a la Unión Europea.
La primera ministra, Theresa May, llamó en seguida al presidente electo francés para felicitarlo y tener una breve conversación sobre los términos del divorcio, y reiterar que “el interés abrumador del Reino Unido es que haya una Europa fuerte, próspera, segura y estable con la que mantener una buena relación comercial”. Le dijo: “Francia es uno de nuestros principales aliados y queremos seguir colaborando en un amplio abanico de temas económicos y de seguridad”.
Pero más allá de las palabras, el Brexit no ofrece ninguna buena solución a Londres, ni con Macron ni con Le Pen en Francia, ni con Merkel ni con Schulz en Alemania. Hasta ahora los británicos se han encontrado con el muro de una Europa mucho más unida de lo que esperaban a la hora de defender sus principios fundamentales y negar al Reino Unido la negociación a la carta, que es su gran objetivo, escogiendo lo que le gusta de la UE y rechazando el resto.
Macron visitó durante la campaña Londres (la sexta ciudad francesa en población, por delante de Burdeos, Estrasburgo y Nantes), se entrevistó con May y dejó claro que a su juicio el Brexit es “criminal”, y que su prioridad sería “preservar la Unión e impedir que Gran Bretaña tenga derechos sin responsabilidades y siente el precedente de que fuera se está mejor que dentro”. Ayer insistió que va a ser “duro” en las negociaciones, “pero no se trata de castigar al Reino Unido, sino de impedir que su estatus resulte optimizado por el divorcio”.
La lógica apabullante es que a ambas partes les conviene tener un socio próspero como interlocutor comercial, pero en los tiempos que corren la lógica no cuenta mucho. La propia Theresa May antepone los intereses del Partido Conservador a cualquier otra consideración y no ha dudado en agriar el diálogo con Bruselas acusando a los líderes europeos de “interferir en las elecciones británicas”. Ayer, de campaña, pidió a los votantes que le dieran “un mandato por lo menos tan fuerte como el de Macron”, porque cada voto le ayudaría a negociar con firmeza el Brexit.
El mínimo interés del Daily Mail por la victoria de Macron refleja el desencanto de los brexiteros duros, que en el fondo quieren que arda la Unión Europea como una falla, y confiaban en que Le Pen prendiera la mecha, hubiera un Frexit, Holanda, Austria y Dinamarca pidieran también la secesión, y todo el proyecto se desmoronara. El escepticismo del Reino Unido habría resultado entonces visionario.
Pero, posiciones incendiarias al margen, el colapso de la UE habría tenido terribles repercusiones también para este país, y un panorama de “caos para todos” habría resultado espantoso para Londres. May es nacionalista como Le Pen y también se presenta como “la voz del pueblo”, pero no es proteccionista y abiertamente fascista, aunque sí de extrema derecha en cuestiones de inmigración (ayer insistió en el objetivo de reducirla a “decenas de miles” al año). Sabe que a lo mejor tiene que renegociar los acuerdos de Le Touquet (que permiten al Reino Unido efectuar los controles fronterizos en Calais), que el eje franco-alemán puede salir reforzado, que Francia atraerá a los estudiantes y científicos recelosos de la nueva Inglaterra, y la City puede perder privilegios. Pero, Brexit al margen, comparte con Macron una visión liberal de la economía. Y confía en que una vez superado ese peligro llamado Le Pen, el presidente francés tenga otras preocupaciones y no le busque las cosquillas.
La primera ministra es nacionalista y populista como Le Pen, pero liberal en lo económico como Macron