Las buenas noticias caducan demasiado pronto
Los medios de comunicación necesitan contenidos políticos tanto como los políticos necesitan escaparates mediáticos. La prueba: ayer, Susana Díaz en Telecinco y Albert Rivera en Antena 3; domingo, Gabriel Rufián en TV3 y, el sábado, Pedro Sánchez en La Sexta. Sólo así se explica que Miquel Iceta visitara Sábado
de luxe (Telecinco) para repasar su trayectoria, centrada sobre todo en su condición sexual y se resignara a soportar un impúdico vídeo necrológico dedicado a Carme Chacón con Paraules
d’amor de fondo. Deliberadamente ambiguo respecto a voto en las primarias, Iceta no pudo colocar demasiadas consignas y tuvo que ceñirse al nuevo tópico de su desesperado baile electoral o a su gusto musical. Es un gusto que incluye canciones de Rocío Jurado con versos que retratan el ánimo de muchos socialistas: “Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo”. Iceta también recurrió a la serie Borgen para, en un contexto como el actual, postularse como lubrificada bisagra. Es una hipótesis tan remota que se acerca a la ciencia ficción.
Pero, si fuera posible, Iceta tendría que actuar valorando la solemnidad herida de los que ayer acompañaron a Carme Forcadell y Anna Simó hasta las puertas del tribunal y la tragicómica necedad de un partido como el PPC, que ha presentado una campaña, “La Catalunya valiente”, en la que una chica con las mejillas pintadas con la bandera española le da un beso, más mórbido que erótico, a un chico con las mejillas pintadas con la bandera catalana. “Para seguir creciendo juntos” o “Somos la voz de los que no se resignan ante el separatismo”, rezan los tristes lemas de la campaña. Y avalada por Xavier García Albiol, da la impresión de que pocos de los que no nos resignamos ante el separatismo pero no nos sentimos representados por esta voz no podremos superarlo en altura física pero sí en altura moral.
Resumen emocional del resultado de las elecciones en Francia: “¡Uf!”, dijimos muchos. Fiel a mi desastroso olfato, yo estaba convencido de que ganaría Le Pen y, para creerme la sensacional victoria de Macron, llamé a un amigo francés, sabio y bien informado, que me dijo: “Hasta hace poco el voto oculto era el de los que votaban Frente Nacional. Pero ahora que el odio y la vehemencia populista están tan de moda y ocupan tanto espacio público, el voto oculto es el de la sensatez, la prudencia e incluso la esperanza”. El periodista Pierre Assouline lo explica de otro modo y, antes de conocer el resultado, hizo un análisis muy lúcido que describía el dilema francés como el combate entre la ética de las convicciones (el derecho a no apoyar a ninguno de los dos candidatos) y la ética de la responsabilidad. Que haya ganado la ética de la responsabilidad es una gran noticia que, como todas las buenas noticias, será convenientemente desacreditada.
Resumen del resultado de Francia: “¡Uf!”, dijimos muchos