Hoy se respira mejor
Macron será el nuevo presidente de la República Francesa. Ha ganado bien y ampliamente. Muchos comentaristas, especialmente aquí en Catalunya y en el resto de España, quieren presentarlo como el “mal menor”. Ha ganado, dicen, para evitar que lo hiciera Marine Le Pen, queriendo ignorar que ya ganó en primera vuelta y en esta ocasión, siguiendo la tradición electoral de Francia, los ciudadanos han ejercido su compromiso democrático, otorgando su voto a quien ven más capaz de asegurar el progreso, la estabilidad y el bienestar para todos ellos. No el mal menor; sí el voto de la transacción democrática desde la afinidad ideológica. En Francia, la responsabilidad de decidir quién ha de ser finalmente el presidente no la dejan en manos de los partidos para que hagan acuerdos postelectorales, sino que la depositan directamente en manos de los electores. Son estos, ejemplarmente, los que deciden en última y definitiva instancia.
Es una gran noticia para Europa y para todos los europeos. Europa ha de cambiar, pero no desaparecer. Y lo que quieren todos los populistas, de derechas o de izquierdas, es acabar con Europa. Y esto, ahora, ya no pasará. La derrota del lepenismo arrastra, afortunadamente, la de otros populismos antisistema, que lo son desde la banalización y la demagogia. En este sentido era curioso escuchar a comentaristas en ocasión del primer discurso del nuevo presidente celebrando la victoria. Se extrañaban de un discurso serio, constructivo, poco exitoso y humilde. Al final, decían, a este presidente le falta experiencia; ¡se le ve muy joven!
¡Qué error! Macron hizo el discurso que tocaba y que a él le correspondía hacer. Un discurso de Estado, con voluntad de integrar y cohesionar a su país y a su gente. Saludando a su adversaria y agradeciéndole la labor al presidente saliente. Es un estilo de hacer política que muchos no comprenden, pero es el que explica la aventura política del joven presidente. No era el momento de la exaltación, sino el de la responsabilidad y demostró que esto lo tenía claro. No cedió a la tentación del momento, sino que asumió desde el mismo domingo por la noche el papel de presidente.
Hoy se respira mejor. Aquí y en Francia; en muchos países europeos; en EE.UU. Muchos ciudadanos del mundo tienen más esperanza. Los que padecen más ya están hartos de los que pretenden regalarnos los oídos, explotando las miserias ajenas pero sin proponer nada para superarlas. Francia es un referente; allí empezó el Estado moderno, allí se proclamaron los derechos y las libertades de los ciudadanos; desde allí se ha marcado muy a menudo el ritmo del cambio en el mundo. Allí no podía ganar la ultraderecha neofascista apoyada con el voto o con la abstención por un segmento de ultraizquierda neocomunista. Y, afortunadamente, esto no ha pasado.
Ciertamente, todavía quedan las legislativas. Aún queda mucho por hacer, pero –de momento– ha ganado la esperanza; el optimismo es posible. Habrá que encontrar cómo rehacer una sociedad polarizada, cómo luchar contra la desigualdad, cómo afirmar y proteger la diversidad, cómo respetar el pluralismo, cómo reforzar la vertiente humanista del proyecto europeo. No será fácil ni se podrá hacer de un día para otro; pero se puede hacer y la victoria de Macron lo hace posible. Es una buena noticia. Realmente, muy buena.
Hoy se respira mejor.
Francia es un referente; allí empezó el Estado moderno, allí se proclamaron los derechos y las libertades de los ciudadanos, y ha ganado la esperanza