La Vanguardia

Becas para no tener wifi

Víctor Garcia Tur, autor de la excelente novela ‘Els ocells’, dice que huye del wifi como del diablo para no distraerse

- Màrius Serra

Un reportaje en el Telenotíci­es nos presenta tres de los primeros diez escritores que disfrutan de las becas Montserrat Roig. Es una iniciativa nueva en el marco del programa Barcelona Ciutat de la Literatura, bajo el paraguas de la Unesco. Pueden optar a ella escritores con un proyecto sobre Barcelona en cualquier género literario (narrativa, poesía, ensayo o teatro) y en cualquier lengua. La beca consiste en 3.000 euros y un espacio de trabajo en diez ubicacione­s de la ciudad que ocupan equipamien­tos culturales, desde la Biblioteca de Nou Barris en la Fàbrica de Creació Fabra i Coats, pasando por el Muhba Vil·la Joana o la Sala Beckett. La última cláusula de la convocator­ia de la beca dice: “El solicitant­e deberá aportar el ordenador y dispondrá de un espacio de trabajo equipado con una mesa y una silla, acceso a internet, impresora y papel”. En el reportaje, Ignasi Gaya entrevista a tres de los primeros becados: Víctor Garcia Tur (en la Reial Acadèmia de les Bones Lletres), Katherine Slusher (en el real monasterio de Santa Maria de Pedralbes) y Eduard Màrquez (en el Muhba de la plaza del Rei). Màrquez se centra en aspectos más pecuniario­s de la profesión, pero tanto Garcia Tur como Slusher coinciden en destacar que han rechazado el acceso a internet. Garcia Tur, autor de una primera novela excelente, Els ocells, llega a decir que huye del wifi como del diablo para no distraerse. Lo hace en un escenario dominado por la piedra sin cartón, en la calle Bisbe Caçador, reforzando la idea de atemporali­dad que parece requerir la creación literaria.

Uno de los diez autores que, este septiembre, participar­án en la segunda tanda de las becas es Albert Forns. En la novela que el año pasado le valió el premio Anagrama (Jambalaya) narra la estancia de un autor becado en una residencia para escritores en una villa tranquila de pescadores invadido por miles de surfistas y hipsters de Nueva York. Entre muchas otras trifulcas relacionad­as con la dispersión inherente a la creación literaria, Forns describe el uso frecuente de un programa informátic­o que bloquea temporalme­nte la conexión a las redes sociales. ¿Wifi, la nueva absenta del creador? ¿Es una droga que hay que suministra­r con cautela? ¿Una pulsión que hay que reprimir? Tal vez el famoso bloqueo de la página en blanco ha quedado sustituido por un nuevo bloqueo de la pantalla refrescant­e, con el agravante de que aquí basta con pulsar el botón off que da acceso a la conexión. Reconozco que, con los años, he hecho el camino inverso al que detecto en la mayoría de mis coetáneos, que cuanto mayores se hacen, más buscan la tranquilid­ad. De joven buscaba lugares idílicos y silencioso­s para escribir. Cuantos más años cumplo, más me gusta el ruido. Escribo mejor en un tren o en un bar que bajo una encina sin wifi.

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