La duda de Darwin
De los tres gigantes que marcaron con sus ideas el siglo XX –Freud, Marx y Darwin– probablemente sólo el último de ellos, Darwin, no ha visto disminuir su estatura con el paso del tiempo. Al contrario, la teoría de la evolución, “esa idea peligrosa”, que dice Daniel Dennett, no ha hecho más que incrementar su influjo. Del gen egoísta (Dawkins) a la política millennial con un marcado aire de izquierdas en manos de Peter Singer, que hace del altruismo otra forma de darwinismo (en contra de la visión habitualmente autoritaria de la lucha por la supervivencia). Pero ¿y la dimensión humana de Darwin? De eso habla el filme de Amiel, que se acerca al hombre antes que al pensador. ¿Puede la ciencia ofrecer consuelo ante la pérdida de un hijo? Un filme –del que Roger Evert dijo que se acerca a Darwin quizá con demasiado respeto– que arranca, años antes de la publicación de la Teoría de la evolución, con Charles Darwin (Paul Bettany) y su mujer, Emma, de luto por la muerte de su hijo.