La Vanguardia

El actor que asoma en la política

DESPUÉS DE CUATRO DÉCADAS COMO ACTOR, ESTE FEDERALIST­A CONVERTIDO AL INDEPENDEN­TISMO HA CONSTATADO QUE LA POLÍTICA Y EL TEATRO TIENEN MUCHO EN COMÚN

- SILVIA HINOJOSA Barcelona

JUANJO PUIGCORBÉ

Peer Gynt se patea el escenario. Es un personaje de gran complejida­d, que requiere esfuerzo; se mueve y gesticula sin parar. Además es parlanchín. Y durante cuatro horas y media, lo que dura la representa­ción, el actor sufre un desgaste tremendo. “Perdía un kilo en cada función”, asegura Juanjo Puigcorbé (Barcelona, 1955), recordando el primero de los grandes papeles teatrales que ha interpreta­do en su carrera. Han pasado cuatro décadas desde sus inicios como actor, tiempo en el que ha desplegado múltiples registros, pero su último personaje es real, un político, y se toma en serio el papel, asegura. Hace dos años fue elegido concejal de ERC en Barcelona, como independie­nte, y es el responsabl­e de Cultura en la diputación provincial. “No añoro ser actor, la política me resulta apasionant­e, pero no es exactament­e como la imaginaba”, admite de inmediato.

La cita con Puigcorbé es en el teatro Romea de Barcelona, donde representó en 1982 el Peer Gynt de Ibsen, bajo dirección de Francesc Nel·lo, que fue la inauguraci­ón del Centre Dramàtic de Catalunya. Había debutado como actor de teatro en 1976 y en los años siguientes participó en más de treinta produccion­es dramáticas, cerca de cuarenta series de televisión y más de setenta películas en España y otros países de Europa y en América Latina. Puigcorbé ha hecho absolutame­nte de todo como profesiona­l en la ficción, desde drama shakespear­iano a comedia, este último género de forma prolija en los noventa. “Soy inquieto, me gusta probar cosas diferentes”, asegura.

Pero nunca sintió la vocación política. Quería ser físico. Como aficionado a los cómics de Tintín, quería ser el profesor Tornasol, explica. Empezó a estudiar Física, pero al segundo año se sintió atraído por el mundo de las letras y se matriculó también en Filosofía, y un año después sumó el Institut del Teatre. De niño, con los amigos, durante el veraneo, jugaba a hacer imitacione­s y se grababan, pero el giro definitivo lo dio con 17 años, cuando eligió una asignatura de expresión dramática e hizo su primera representa­ción. “Noté que me gustaba mucho. Hacer un papel ante un público callado en una sala oscura es muy diferente a hacer el burro en casa. Entras en otra realidad que no es el entretenim­iento. Ese otro mundo, el de la interpreta­ción, es una forma de conocimien­to”, asegura.

Ha comprobado que el teatro y la política tienen puntos en común. “Hay un espectácul­o, en el que cada uno hace su papel de cara al público, pero luego se apagan los focos y todos somos compañeros de profesión y también he constatado que el poder mediático hace y deshace, ensalza a unos e ignora a otros”, subraya.

Tiene una hija de 38 años a la que en este momento ve poco; es doctora en ciencias ambientale­s y está en Perth (Australia) montando un laboratori­o. Asegura que tiene poco tiempo libre, pero le gusta leer y ver series de televisión con su mujer, la actriz Lola Marceli. Su gran afición es viajar y está deseando poder volver a hacerlo. “Pero tengo que cambiar de profesión, ahora de momento voy a acabar el mandato y después no sé si me reengancha­ré. Volveré a hacer de actor, eso seguro, pero no ahora”, detalla. Tampoco se ha planteado hacerse militante de ERC. Su fichaje para la lista republican­a de Barcelona fue como federalist­a converso al independen­tismo, para atraer a votantes de su espectro ideológico. Estuvo en la órbita de intelectua­les de izquierdas que apoyaban a Pasqual Maragall y de hecho presentó el mitin central socialista en el Palau Sant Jordi en las elecciones catalanas de 1999. Recuerda que la víspera participó en una cena en la que estaba Felipe González, quien le compró la tesis federalist­a. “Subió al escenario y dijo ‘Estimado Juanjo, yo apoyo el federalism­o...’ y algunos destacados socialista­s allí presentes, como Joaquín Almunia, se levantaron y se fueron”.

De su experienci­a como cargo público lo primero que aprendió es que las estructura­s tienden a resistir. “La política es como el bosón de Higgs –bromea–, intentas avanzar y encuentras una resistenci­a que no sabes que es, como unos palos en las ruedas. Es la gravedad que explican los científico­s y tú dices ‘pero si no había ningún obstáculo’, pero aparecen”.

Asegura que le molesta cuando se le recuerda sólo por la famosa escena de L’orgia (1978), en la que conduce una moto desnudo por Barcelona. “Cuando dije que me presentaba a las elecciones, en muchas television­es sólo salía esa imagen. Creo que se intentaba dirigir a los espectador­es a pensar que soy el de L’orgia. No. He hecho muchas cosas, las grandes series españolas, Miguel Servet, Goya, Proceso a Mariana Pineda, Un día volveré… He hecho dramáticos de televisión a manta, Estudio 1, series, películas... Pero hubo voluntad de mortificar mucho tiempo”, detalla. En el 2008, Puigcorbé denunció que un grupo de actores, incluido él, habían sufrido en los últimos años un boicot profesiona­l y se les dejó de llamar para hacer películas, televisión o teatro por una campaña de difamación. Lo sostiene.

“La política es como el bosón de Higgs, quieres avanzar y te frena una resistenci­a, que no ves”, bromea

“Cuando me presenté a las elecciones algunos medios sólo sacaban la escena de ‘L’orgia’”, asegura

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ÀLEX GARCIA
 ?? ÀLEX GARCIA ?? Puigcorbé juega con una silla, en el vestíbulo del teatro Romea, donde representó en 1982 su primer gran papel teatral, el Peer Gynt de Ibsen, dirigido por Francesc Nel·lo
ÀLEX GARCIA Puigcorbé juega con una silla, en el vestíbulo del teatro Romea, donde representó en 1982 su primer gran papel teatral, el Peer Gynt de Ibsen, dirigido por Francesc Nel·lo

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