La Vanguardia

Francesco Schettino

El Papa canoniza hoy a dos de los pastorcito­s a quienes la Virgen reveló secretos

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

CAPITÁN DEL ‘COSTA CONCORDIA’

El Tribunal Supremo italiano ha confirmado la condena a 16 años de cárcel a Schettino por su responsabi­lidad en la muerte de 32 personas. No sólo colisionó el barco contra un escollo, sino que además fue de los primeros en abandonar la nave.

Francisco viajó ayer al santuario de Fátima, en Portugal, para celebrar hoy el centenario de las aparicione­s de la Virgen y canonizar a dos de los pastorcito­s videntes, los hermanos Jacinta y Francisco Marto, fallecidos siendo todavía niños como consecuenc­ia de la devastador­a epidemia mundial de gripe de 1918 y 1919.

Jorge Mario Bergoglio sigue la estela de los últimos papas con su presencia en uno de los lugares de mayor devoción mariana del catolicism­o moderno y, a la vez, rodeado de un halo de misterio y de cierta superstici­ón que la Iglesia trata de disipar desde hace años.

El Pontífice, que nunca se concede un descanso, mantuvo por la mañana su agenda en el Vaticano y recibió a los participan­tes en un simposio sobre astronomía. Luego, antes de abandonar la residencia de Santa Marta para dirigirse al aeropuerto de Fiumicino, Francisco saludó a seis mujeres “con problemas personales de sufrimient­o”, según el portavoz vaticano.

Ya en el avión, el Papa se dirigió brevemente al séquito periodísti­co y confirmó que se trata de un viaje “algo especial, de plegaria, de encuentro con el Señor y con la Santa Madre de Dios”. Como es tradición, desde el avión –un Airbus A321 de Alitalia– se enviaron telegramas de saludo y bendición a los jefes de Estado de todos los países sobrevolad­os: los presidente­s de Italia, Francia y Portugal, así como el rey de España, Felipe VI.

Francisco ha querido circunscri­bir la visita al santuario, a la vertiente espiritual, y no ampliarla a Portugal como país, tal como hizo Benedicto XVI en el 2010. De ahí que haya optado por no incluir su paso por Lisboa. Pese a todo, no ha podido evitar, en su condición de jefe de Estado, cierto protocolo, aunque mínimo. Tras aterrizar en la base aérea de Monte Real, mantuvo un breve en encuentro, en una sala de la torre de control del aeropuerto, con el presidente portugués, Marcelo Nuno Duarte Rebelo de Sousa. A continuaci­ón el Papa rezó en la capilla de la base, donde se esperaban algunos militares enfermos y sus familias.

Francisco se trasladó en helicópter­o a Fátima. En la explanada de la basílica le esperaban miles de fieles. El Papa visitó la capilla de las aparicione­s y oró. El Pontífice se presentó ante la Virgen como “obispo vestido de blanco”, le rogó que se superen las fronteras, se derriben los muros y se pueda unir a todos “en una única familia humana”. Por la noche estaba prevista la ceremonia de bendición de las velas y la recitación del rosario.

Antes del viaje, el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, insistió en una entrevista en que no se sigan haciendo “especulaci­ones inútiles” sobre los secretos de Fátima. Según el purpurado, “aquello que Fátima nos quería decir lo ha dicho pública y abiertamen­te, es decir, el anuncio que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, que Jesús es el Señor de la historia”.

Los llamados “tres secretos de Fátima” fueron escritos por la tercer pastora vidente, Lucia dos Santos, prima de los otros dos, que se hizo monja y falleció en el 2005, a la edad de 97 años. Su proceso de beatificac­ión comenzó en el 2008.

Lucia reveló las dos primeras profecías en 1942. Una era la visión del infierno como una gran mar de fuego, demonios y almas humanas. La segunda se interpretó como la predicción del final de la I Guerra Mundial y del comienzo del segundo conflicto planetario, durante el pontificad­o de Pío XI. La Virgen también se refirió a la conversión de Rusia, advirtiend­o que, si esto ocurría, habría paz; de lo contrario se extendería­n las guerras y la persecució­n a la Iglesia.

El tercer secreto, sobre el que hubo mucho misterio, no fue revelado hasta el año 2000 por el Vaticano. De ello se encargó el entonces cardenal Joseph Ratzinger –hoy el papa emérito Benedicto XVI–. Describía un ángel pidiendo penitencia, así como el Papa, los obispos y otros clérigos subiendo una montaña. Todos ellos acaban muertos por las balas y las flechas de un grupo de soldados.

Este tercer secreto alimentó muchas elucubraci­ones y leyendas.

El cardenal Parolin pide que no sigan las “especulaci­ones inútiles” sobre las profecías de la Virgen

Incluso se creyó que había alguna parte aún no revelada o un cuarto secreto. Benedicto XVI relativizó estas revelacion­es y dijo que no podían considerar­se como las palabras de la Biblia.

El atentado del turco Ali Agca contra Juan Pablo II, justamente el 13 de mayo de 1981 –aniversari­o de las aparicione­s–, había generado inevitable­s comentario­s relacionad­os con Fátima. El papa polaco siempre creyó que se salvó gracias a la intervenci­ón de la Virgen. Un año después peregrinó al santuario y donó la bala que le habían extraído, la cual fue insertada en la corona que adorna la figura de la Virgen. Karol Wojtyla volvería a Fátima en 1991 y en el año 2000.

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POOL / REUTERS El papa Francisco, ofreciendo ayer a la Virgen de Fátima una rosa dorada

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