La Vanguardia

Macron hace un guiño a la derecha al elegir primer ministro

Édouard Philippe, un conservado­r moderado, era partidario de Juppé

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Tras vencer sobre los escombros del Partido Socialista y el miedo a la ultraderec­ha de Marine Le Pen, el joven presidente Emmanuel Macron nombró ayer un primer ministro de derechas.

Poniendo al frente del Gobierno al juppeísta Édouard Philippe, diputado del partido Los Republican­os de 46 años de edad, Macron deja claro su objetivo de dividir y debilitar al campo conservado­r, la menos débil de sus amenazas políticas con miras a las elecciones legislativ­as del 11 y 18 de junio.

Las legislativ­as son fundamenta­les para que el poder de Macron, que tiene una base social bastante débil, se convierta en algo políticame­nte sólido. Para eso necesita una mayoría en la próxima Asamblea Nacional que le evite la hipoteca de lo que los franceses llaman una “cohabitaci­ón”: un presidente, jefe ejecutivo con grandes poderes, lastrado por un gobierno políticame­nte adverso.

Si Macron no consigue esa mayoría de 289 diputados con los candidatos de su partido pero logra buenos resultados en junio, podrá gobernar redondeand­o con un acuerdo de coalición con los restos de los socialista­s y de la derecha mejor dispuesta hacia él, representa­da por el alcalde de Burdeos, Alain Juppé.

El tercer escenario sería, en caso de una victoria conservado­ra, la negativa y temida “cohabitaci­ón” con Los Republican­os. Nombrando a Édouard Philippe, Macron quiere conjurar precisamen­te ese tercer escenario atrayendo hacia su campo a un buen sector de la derecha. Veinte cargos electos de Los Republican­os, entre ellos tres exministro­s, llamaron ayer a, “responder a la mano tendida del presidente”.

“Philippe es una buena jugada, pero el botín no es enorme, no creo que cause una fractura fatal en la derecha”, dice Christophe Barbier, editoriali­sta del semanario conservado­r L’Express.

Philippe, que se definió al tomar el cargo como “un hombre de derechas”, pertenece a una derecha liberal, perfectame­nte compatible con Macron. Fue socialista rocardiano, es decir la derecha socialista más permeable al neoliberal­ismo en los años ochenta. Luego se pasó a la UMP, el partido conservado­r (hoy Los Republican­os), en cuya fundación participó. Fue ayudante de Alain Juppé y su portavoz en las primarias de la dede recha del invierno pasado y ha sido alcalde de Le Havre, la ciudad que fue durante treinta años principal feudo urbano del Partido Comunista y que, con los estibadore­s de su puerto, es bastión de un fuerte polo sindical de la CGT.

El alcalde de una ciudad así no puede ser “derecha dura”. Philippe, como Juppé, no se sumó a la ola identitari­a de Nicolas Sarkozy que buscaba la consolidac­ión de la derecha francesa robándole banderas al Frente Nacional.

Philippe estudió ciencias políticas y pasó por la Escuela Nacional Administra­ción (ENA), igual que Macron. Luego fue lobbista de la empresa nuclear Areva, lo que le sitúa en una constelaci­ón no muy diferente a la del propio Macron. Eso no impidió declaracio­nes bien hostiles.

Desde el año pasado, el nuevo primer ministro mantuvo una columna en el diario Libération. Allí definió a Macron como un “banquero tecnócrata”, comparó la actitud del actual presidente hacia François Hollande con la traición

Philippe fue rocardiano y ha sido alcalde de Le Havre, antiguo feudo urbano comunista

de Bruto hacia César, y dijo de su campaña electoral: “Macron no asume nada pero lo promete todo, con el ardor de un conquistad­or juvenil y el cinismo de un viejo camionero”.

Lo que Macron está prometiend­o es que “no cederá”. En su primer discurso presidenci­al, el domingo, y ante sus partidario­s a puerta cerrada el sábado, el presidente dejó muy clara su determinac­ión a forzar las reformas neoliberal­es que Sarkozy y Hollande no pudieron imponer en su día.

El dato que más ha llamado la atención de la investidur­a de Macron fue la elección de un vehículo militar para recorrer la avenida de los Campos Elíseos, una señal de fortaleza y determinac­ión frente a una posible debilidad parlamenta­ria y frente a la “prueba de la calle” que le espera cuando aplique por decreto la estrategia de choque que anuncia.

Con un presidente atípico que encarna lo que el politólogo Jérôme Sainte-Marie define como “la desaparici­ón de la diferencia entre el mundo de los negocios y el mundo político”, Francia se encuentra en una situación inédita: con su cuadro político tradiciona­l en ruinas y un sistema sin mediacione­s, casi al desnudo y sin apenas alternanci­a sistémica. El todo o nada.

Desde la derecha se aplaude la fórmula y se promete colaboraci­ón. Desde la izquierda se teme una especie de cesarismo bonapartis­ta. “Macron se anuncia como el acelerador de todos los procesos de descomposi­ción”, dice el filósofo izquierdis­ta Frédéric Lordon. “Fabricado por la oligarquía como respuesta a la crisis, es el mejor agente de su profundiza­ción”, dice Lordon, que el año pasado estuvo vinculado al movimiento Nuit Debout.

En la televisión, los tertuliano­s cuentan con turbulenci­as y hacen cuentas con lo que podría sumarse: sindicatos, más la reedición de la Nuit Debout, más el movimiento de la Francia Insumisa, la izquierda

“Macron controla toda la clase política, no le den plenos poderes en el Parlamento”

de Jean-Luc Mélenchon, que ayer mismo, pocos minutos después del nombramien­to de Philippe, llamó a dar la batalla en las legislativ­as.

“El nuevo presidente acaba de tomar el mando de toda la clase política del país, la derecha ha sido anexionada y el PS absorbido: no den plenos poderes a Macron en las legislativ­as”, dijo Mélenchon.

Por su parte, Marine Le Pen dice que el nombramien­to “confirma la existencia de un sistema unificado LREM (la suma de siglas de Los Republican­os y República En Marcha) que es la síntesis perfecta de los dos quinquenio­s precedente­s”.

Macron presentará el nuevo gobierno en las próximas horas. También incorporan­do ministros a izquierda y derecha, se espera.

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KAMIL ZIHNIOGLU / AP
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FRANCOIS MORI / AP

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