Cómo meter a tres socialistas en un 600
Carmen del Riego moderó el debate de ayer, interesante y sintomático
La consolidación de Podemos como tercera opción parlamentaria tiene consecuencias en el estilismo de sus líderes. Pablo Iglesias ha aparcado las parcas postapocalípticas y tanto él como Íñigo Errejón, que ayer estuvo en Antena 3, han incorporado a su vestuario la americana con coderas cosidas que no son la consecuencia de un auténtico desgaste sino de una coquetería preventiva. Es una anécdota que no humedece su pólvora dialéctica. La prueba: Errejón habló de dinámica mafiosa y urgencia democrática y acusó al ministro de Justicia de mentir para describir la moral de un país que, según él, necesita la moción de censura como el aire que respira. También desmintió que Pedro Sánchez y él conspiren para crear un partido que acapare el potencial de izquierdas. “¿Será candidato a la alcaldía de Madrid?”, le pregunta Susanna Griso. Errejón elabora una respuesta-confeti, con referencias a unas primarias, a la ambición de continuar el cambio que encarna Carmena y acaba con una expresión de entrenador al límite del descenso: “Iremos con todo”.
El PSOE también ha puesto toda la carne en el asador. Los últimos días han sido intensos, con intervenciones de Susana Díaz de una estridencia que altera los límites de la oratoria, como si los asistentes a mítines fueran sordos (además de idiotas, a juzgar por el contenido de sus soflamas). La periodista Carmen del Riego moderó el debate de ayer, interesante y sintomático, entre jefes tribales de un socialismo que se debate entre la convulsión decadente, el pragmatismo crónico y una esperanza tan desesperada que apuesta por la efervescencia. “Rajoy es una manzana podrida en el cesto de la democracia”, dijo Sánchez y nadie lo multó por aparcamiento ilegal de metáforas. Patxi López, en cambio, exhibió contundencia realista y una cintura conciliadora basada en repetir que no es bueno que los socialistas se devoren entre sí, pero dicho con una mirada moderadamente caníbal. Pero los caminos representados por Susana, Pedro y Patxi no parecen converger. López tuvo destellos eficaces, como cuando afirmó que mirar atrás podía provocar en los progresistas un exceso de melancolía. Si melancolía es arrastrar los pies y pensar que tu voto será dilapidado por el egocentrismo de una dirección enferma de pasividad demagógica y colaboracionismo impotente, pues vale. Díaz dijo que el PP era un partido “tóxico, infame pero no tonto”. Es un análisis fácil de entender, incluso sin gritar con la matriarcal impunidad que, con su virtuoso dominio del reproche, suele desplegar Díaz. Y el debate confirmó que los cuchillos entre los unos y los otros están peligrosamente afilados de cara a la escabechina del próximo fin de semana.