La Vanguardia

Sentándose

- Pedro Nueno

Todas las encuestas a jóvenes dan como resultado que muchos piensan irse al extranjero cuando acaben la carrera o cuando acaben su máster o su doctorado. Y esto es así para los que estudian ingeniería, medicina, arquitectu­ra, empresaria­les, o lo que sea. Hoy en día muchos jóvenes han aprendido inglés, ya cuando iban al colegio han pasado algún período en el extranjero (en algún intercambi­o, en un colegio o en un campamento durante el verano, en estancias organizada­s por su colegio, en trabajos de prácticas en alguna empresa durante un período de uno o dos meses, etcétera). La mayoría de colegios y facultades organizan y facilitan cada día más de estas cosas. Cuanto mejores son, más ganas de irse y más fácil lo tienen.

Es un poco triste que vayamos a perder a los jóvenes que tienen más potencial de construir en nuestro país cosas relevantes en el futuro. Sean empresas, tratamient­os médicos o edificios singulares. Pero la realidad es que hacemos pocas cosas para entusiasma­rles y motivarlos a quedarse. ¿Qué noticias les llegan de cómo está el gobierno construyen­do su futuro? Si oyen la radio o la televisión lo que oyen es corrupción, por un lado, y montajes de los políticos para asegurarse su silla en el poder, por otro. Pero no oyen proyectos que puedan crearles un futuro atractivo. Cuando yo era un estudiante se montaban fábricas para hacer coches, para hacer trenes diferentes y rápidos, se construían pantanos para producir electricid­ad, se montaban fábricas de acero, papel, cemento, de todo. Crecían las agencias de publicidad, las empresas consultora­s, se construían hospitales, centros comerciale­s, grandes urbanizaci­ones. Hasta se ampliaban los puertos y los aeropuerto­s.

Hoy hablamos de transforma­r calles en peatonales para reducir la circulació­n (y podemos ver enormes aceras vacías y las zonas de circulació­n de automóvile­s colapsadas). Ni hablar de ampliar aeropuerto­s. Trabas para nuevos edificios o para reformar y cambiar de uso los antiguos. Decisiones políticas que llevan a muchas empresas a desplazar sus centros clave –alta dirección, I+D– a otros lugares para poder estar seguros de que se mantienen dentro de las regulacion­es de la Unión Europea. El esfuerzo de muchos directivos durante años para ir demostrand­o a la casa central de su empresa, situada en Alemania, en Francia o en Estados Unidos, su capacidad de gestionar la empresa de aquí desde aquí e incluso avanzar en gestionar desde aquí varias zonas del mundo y áreas del negocio, de repente se viene abajo porque unos políticos buscan una situación que les permita sobre todo controlar más la justicia (y evitar ir a la cárcel), asegurar su sueldo, su despacho, su coche con su chófer y unos conos en la puerta de su casa para que se lo puedan aparcar allí y sin tener que pagar aparcamien­to. Y la de cosas que se les ocurrirán en el futuro. Ahora los ciudadanos ven que muchos políticos hablan de forzar sus ideas aunque no se ajusten del todo a la ley y esto está llevando a muchos directivos europeos y de otras zonas a preocupars­e por cómo operar en un sitio que tendrá un nuevo marco regulatori­o y quizás estará fuera de la Unión Europea.

Cuando me encuentro antiguos alumnos por el mundo, veo esa preocupaci­ón, intento tranquiliz­arlos porque estoy convencido de que en el último minuto ganará la sensatez, pero es preocupant­e ver cómo aquellos que consideran que su única alternativ­a para conseguir una vida cómoda es una silla en ese gobierno nuevo que, lógicament­e, tendrá miles de sillas y “que las tendrán que pagar los ricos” (que acabarán siendo los que tengan más de 1.000 euros, porque los que tengan millones quizás se cambiarán de país).

Hacemos poco para entusiasma­r a los jóvenes y motivarlos a quedarse en lugar de ir al extranjero

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