Populismo liberal
Detrás de la voluntad expresada por Emmanuel Macron de superar las tendencias populistas en Francia se esconde, según afirma Sławomir Sierakowski comparando el caso francés con el polaco, el peligro de un reflujo de la extrema derecha que la lleve al revés impulsada, irónicamente, por quien se presenta como el principal baluarte en su contra: “Si Le Pen sigue siendo el principal oponente de Macron, es sólo cuestión de tiempo que alcance el poder como lo hizo Kaczynski y arruine su país”.
Los demócratas de todo tipo han celebrado que el centrista proeuropeo Emmanuel Macron, y no Marine Le Pen, del Frente Nacional de extrema derecha, sea el nuevo presidente de Francia. Pero aunque la victoria de Macron es una buena noticia no augura la derrota del populismo en Europa. Por el contrario, Macron representa una especie de populismo liberal que conlleva sus propios problemas.
La candidatura de Macron, como la de Le Pen, fue un reproche a los principales partidos políticos de Francia. Persuadió a los votantes con su promesa de una combinación de estilo escandinavo de liberalismo económico y un Estado de bienestar flexible. Pero quizá sea hora de admitir que Escandinavia es única, y que los programas que tienen éxito allí pueden no ser replicables en otra parte.
Sin embargo, el populismo de Macron puede no ser en absoluto algo malo a corto plazo. Tal vez hoy en día, en Francia y en otros lugares, sólo un populista puede vencer a un populista. Si es así, el populismo liberal de Macron ciertamente es preferible al populismo nacionalista que Le Pen defiende. La cuestión es si la versión liberal puede ayudar a alejar los sistemas políticos del populismo como tal y llevarlos hacia soluciones reales para los problemas de sus países.
El único antídoto real contra el populismo –la única forma real de resolver los problemas que enfrenta la gente común– es una mayor globalización política. Después de todo, es la globalización económica sin globalización política lo que produce el nacionalismo. Los populistas prometen detener la globalización económica; en realidad, pueden detener (o invertir) sólo la globalización política. Así, el ascenso de los populistas al poder crea una dinámica de autorrefuerzo, en la que el nacionalismo se hace cada vez más destacado.
Mucho antes de la actual ola de populismo nacionalista, los europeos rechazaron una cauta Constitución europea. En comparación con ella, incluso la más audaz de las propuestas de Macron para la integración de la eurozona es en realidad una revisión menor. La canciller alemana, Angela Merkel, ha dejado claro que no considerará ningún cambio en la política fiscal, una postura que impide una tesorería común de la eurozona.
La experiencia pasada con el populismo liberal refuerza esta perspectiva algo sombría. El padre fundador del populismo liberal fue Donald Tusk, el ex primer ministro polaco que ahora preside el Consejo Europeo. Antes de convertirse en primer ministro de Polonia, Tusk, al igual que Macron, dejó un partido principal para establecer su propio movimiento popular, la Plataforma Cívica. Y, como En Marcha de Macron, ese movimiento enfatizó la juventud, el optimismo y la promesa de aprovechar los talentos y energías de la gente.
Como primer ministro, Tusk seleccionó a personas de la izquierda y de la derecha para su gobierno (un enfoque reflejado en la afirmación de Macron de que su modo de hacer política trasciende la división izquierda-derecha). Pero, al igual que Macron, se enfrentó a un formidable desafío del populismo nacionalista, que en Polonia vino en forma del partido Ley y Justicia (PiS), dirigido por el fallecido Lech Kaczynski y su hermano gemelo Jaroslaw, que hoy es el líder de facto de Polonia. Incluso después de que Tusk llegara al poder, fueron los Kaczynski los que modelaron la agenda y el tono del debate político polaco.
Macron puede encontrarse en una situación similar, caracterizada por tres riesgos clave. En primer lugar, Le Pen –quien en su discurso de concesión llamó a los “patriotas” a comprometerse a “la batalla decisiva que se avecina”– puede continuar marcando el tono del debate político. En ese caso, Macron podría verse obligado a concentrarse en la gestión de un cordón sanitario que incluya a aquellos cuyas perspectivas convergen sólo en un tema: la oposición a Le Pen.
Segundo, la presión para detener a Le Pen podría obligar a Macron a abandonar reformas audaces, en vez de arriesgarse a alejar a más votantes de los que puede permitirse perder y abrir el camino para que Le Pen y el FN fortalezcan su posición. En Polonia, las reformas se realizaron a pesar de la política, no gracias a la política. La política de Tusk equivalía a “mantener el agua caliente en los grifos”. Macron podría terminar haciendo lo mismo.
Tercero, Macron podría, sin querer, ayudar a llevar al FN al poder. La división política existente entre el bien y el mal, y no entre la derecha y la izquierda, puede convertirse en una profecía autocumplida. Incluso el mejor político está obligado a cometer un error en algún momento, o simplemente a aburrir al electorado. Si Le Pen sigue siendo el principal oponente de Macron, es sólo cuestión de tiempo que alcance el poder como lo hizo Kaczynski y arruine su país. Macron es así el baluarte contra Le Pen y el garante de su éxito. Sólo una división adecuada entre izquierda y derecha puede garantizar la supervivencia de la democracia liberal, ya que ofrece a los votantes múltiples opciones seguras. Pero los elementos de tal estructura son posibles sólo dentro de una comunidad política que goza de soberanía económica, y eso no será posible hasta que tengamos globalización política. Hasta completar el círculo.
Para discernir si estamos viendo la marea alta o el reflujo del populismo en Europa, los resultados de las elecciones individuales significan poco. El foco debe permanecer en los factores estructurales –sobre todo la globalización económica, en ausencia de la globalización política– que sustentan el aumento del populismo. Y en este sentido, nada ha cambiado.
Tal vez hoy en día, en Francia y en otros lugares, sólo un populista puede vencer a un populista