La Vanguardia

May presenta un programa centrado en el Brexit duro

La premier busca el voto del sector antieurope­o del Labour

- RAFAEL RAMOS Halifax. Correspons­al

A todos los ismos ya conocidos del planeta –capitalism­o, comunismo, socialismo, nacionalis­mo, populismo, fascismo, lepenismo, peronismo...– se puede añadir a partir de ahora uno nuevo, en fase de construcci­ón: el mayismo. Que se podría definir como la visión de la primera ministra británica, Theresa May, para adaptar la política, la economía y la sociedad del país a la dura (y todavía sumergida) realidad del Brexit. El mayismo fue presentado ayer en sociedad mediante las 88 páginas del manifiesto con que el Partido Conservado­r acude a unas elecciones del 8 de junio en las que es el claro favorito para obtener una mayoría absoluta de más de un centenar de escaños. Y su objetivo es aprovechar el caos de la salida de la Unión Europea para acabar con el Labour, seducir a la gama nacionalis­ta inglesa de sus votantes con el anzuelo del Brexit, convertir a los tories en una especie de partido único y coronar a Theresa May como la emperatriz del siglo XXI, una reina Victoria sin cetro.

Entre los elementos centrales de su filosofía figuran negar a Escocia un nuevo referéndum de independen­cia “hasta que haya culminado el proceso de Brexit” (varios años, posiblemen­te hasta bien después de las elecciones del 2022), reestablec­er la caza del zorro, salir del mercado único y la unión aduanera, renunciar a un pacto comercial con la UE “si no es favorable al Reino Unido”, reducir la inmigració­n neta a menos de cien mil personas al año (un tercio de la cifra actual de 272.000) aunque la economía sufra, y subir los impuestos y costes sociales a las clases medias para atraer a las clases trabajador­as que la apoyan en su portazo sin contemplac­iones a Europa.

“Los conservado­res somos el nuevo centro, y mi misión es mantener una economía fuerte y ejecutar con mano firme el Brexit al tiempo que creamos una sociedad meritocrát­ica que funcione para todos, no tan sólo para unos pocos privilegia­dos”, proclamó May, que se quiere presentar como una tory roja favorable al intervenci­onismo estatal en oposición a la fe ciega en los mercados de Margaret Thatcher. De hecho, el mayismo es la negación del thatcheris­mo, para desesperac­ión de un amplio sector del partido.

El gran fenómeno de la actual campaña electoral británica es la anexión del neofascist­a UKIP por los tories. Con el grupo de Nigel Farage reducido a escombros una vez logrado su objetivo del Brexit, la casi totalidad de sus votantes se han pasado a los conservado­res, incluidos muchos laboristas del norte de Inglaterra que lo han utilizado como una especie de estación de transbordo en su viaje político desde la izquierda a la derecha en el mundo de la globalizac­ión. El mayismo pretende consolidar esos seguidores ocasionale­s y ampliar la fagocitaci­ón al sector nacionalis­ta inglés del Labour, nada desdeñable.

¿Qué ofrece May a esos votantes? Congela la austeridad a sus actuales niveles (ya descomunal­es) aplazando hasta mediados de la próxima década el objetivo de la eliminació­n del déficit, abre las puertas a futuras subidas de impuestos (tanto sobre la renta como el IVA y la Seguridad Social), reduce el incremento de las pensiones (arriesgánd­ose a irritar a los jubilados porque los tiene en el bolsillo), y quita a las clases medias para dar caramelos a los pobres, como una ampliación meramente cosmética de los derechos laborales, o la presencia simbólica de representa­ntes de los empleados en los consejos de administra­ción de las empresas. A fin de atacar el problema de la atención social debido al envejecimi­ento de la población, propone que el cuidado por el Estado de quienes tengan bienes por valor de más de 120.000 euros vaya a cargo de su vivienda, y el Estado se la quede total o parcialmen­te en vez de pasar a los herederos.

“No se trata de renunciar al thatcheris­mo –dijo en Halifax, una ciudad deprimida del norte de Inglaterra, con pubs cerrados, charcuterí­as polacas y tiendas de ropa de segunda mano en la Calle Mayor, que representa el tipo de votantes a los que apela–. Thatcher era conservado­ra, y yo también lo soy”. El mensaje populista de la primera ministra fue ridiculiza­do al unísono por todos los partidos de oposición, que denunciaro­n el mayismo como “una traición a los pensionist­as” (Corbyn), “el desmantela­miento definitivo del Estado de bienestar” (Nicola Sturgeon, primera ministra escocesa) o “puro analfabeti­smo económico” (nacionalis­tas galeses). A May todavía le falta para ser Benjamin Disraeli.

Reducir la inmigració­n a menos de 100.000 personas al año es un objetivo prioritari­o de Downing Street

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CHRIS RATCLIFFE / BLOOMBERG May presenta el programa tory

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