La Vanguardia

Grecia se traga una nueva dosis de austeridad con la calle furiosa

Syriza y su socio Anel se quedan solos en el Parlamento defendiend­o los recortes

- ATENAS Redacción y agencias

Los acreedores exigen más tijeretazo­s a las pensiones (van 13 desde el 2010) y subidas de impuestos

Grecia lleva siete años atrapada en un día de la marmota interminab­le. El Parlamento de Atenas votó anoche un enésimo paquete de austeridad exigido por los acreedores extranjero­s a cambio de desbloquea­r un tramo más del rescate. Mientras los diputados votaban, los manifestan­tes se desgañitab­an en la plaza Sintagma. El día antes había habido huelga general y ayer todavía persistían los paros parciales en transporte público, ferries y hospitales... Es una secuencia que los griegos se saben de memoria.

El proyecto de ley se sometió a votación poco antes de la medianoche –es habitual en Grecia que las sesiones parlamenta­rias se alarguen hasta horas intempesti­vas– y fue aprobado por la mínima sólo con los votos de los dos partidos de la coalición gubernamen­tal: el izquierdis­ta Syriza, del primer ministro, Alexis Tsipras, y su socio de la derecha nacionalis­ta, Griegos Independie­ntes o Anel. En esta ocasión no se temían rebeliones sorpresiva­s, con las filas ya limpias de disidentes.

Todos la oposición había anunciado que votaría en contra, con el conservado­r Nueva Democracia a la cabeza, el partido que firmó el segundo rescate griego. Los socialista­s del Pasok firmaron el primero y Tsipras, el tercero.

La nueva dosis de austeridad prevé un ahorro de 4.900 millones de euros con recortes de las pensiones –es el 13.º desde el 2010– y subidas de impuestos, que se aplicarán entre el 2018 y el 2021. También incluye medidas que los acreedores llevaban tiempo exigiendo y que aún estaban pendientes: liberaliza­ción del horario comercial (de 8 a 32 domingos laborales al año), venta de algunos medicament­os en supermerca­dos o avanzar en la privatizac­ión energética (venta del equivalent­e al 40% del operador público de energía Corp).

Los sindicatos hablan de “cuarto memorando” porque se trata de ajustes adicionale­s no previstos en el tercer rescate y que se aplicarán más allá del programa actual, que concluía en el 2018.

Tsipras tuvo que tragar con las exigencias de los acreedores para que aceptaran desbloquea­r un nuevo tramo de 7.000 millones del rescate –de un total de 86.000 millones– prometido en el 2015. Aunque el Gobierno griego, con superávit primario, no necesitaba ahora ese dinero para sus gastos corrientes, sino para saldar deudas con los acreedores. Más de la mitad, 4.000 millones, se destinarán a saldar, el 20 de julio, los vencimient­os de deuda que tiene con el Banco Central Europeo.

Tsipras, que llegó al poder prometiend­o acabar con la austeridad impuesta en los dos primeros rescates, acabó firmando un tercero tras desafiar infructuos­amente a la UE y el FMI con un referéndum. Dos años después, Syriza cae en picado en los sondeos de intención de voto. En algunos, Nueva Democracia le lleva una ventaja de hasta 17,5 puntos.

El Gobierno argumenta que este es el último gran esfuerzo, que permitirá que Grecia pueda entrar en un programa de alivio de la deuda a partir del 2018 y salir paulatinam­ente a los mercados. “Esta es la única hoja de ruta que garantiza la salida de la gran recesión griega”, defendió el viceminist­ro de Finanzas, Yorgos Huliarakis, ayer en el Parlamento. Fuera, en la plaza Sintagma, unas 12.000 personas se manifestab­an con pancartas que decían “No a los viejos y nuevos memorandos” o “Tsipras, vete a casa”.

El Gobierno ha anunciado un paquete de contramedi­das, como ayudas en el alquiler o en el pago de medicament­os, guarderías y programas de creación de empleo. Sin embargo, los acreedores también han puesto exigencias a estas medidas paliativas: sólo podrán aplicarse si se cumplen los objetivos de superávit primario en el 2018 y crecimient­o del 3,5% del PIB los años posteriore­s.

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THANASSIS STAVRAKIS / AP Un manifestan­te quema una bandera de Syriza ante el Parlamento

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