La Vanguardia

La máquina de perder

- Rafael Jorba

Las primarias de la derecha (LR) y la izquierda (PS) francesas han sido la máquina de perder de las presidenci­ales. Los dos grandes partidos tradiciona­les pusieron en marcha un mecanismo que hizo aflorar lo peor de cada casa. Las divisiones entre las distintas facciones, que no habían sido afrontadas en tiempo y forma, no se podían resolver en dos semanas. Esta batalla de jefes se giró cual bumerán contra sus promotores: por primera vez en la V República, ninguno de sus candidatos pasó a la segunda vuelta. En España el PSOE está inmerso en un proceso autodestru­ctivo de caracterís­ticas similares. Incluso en el caso de una victoria de Pedro Sánchez, resultado del voto secreto de los militantes, Susana Díaz y los barones podrían aprovechar el congreso de junio, en el que pesará más el voto de los delegados, para cobrarse la revancha.

Entre tanto, el modelo diseñado por Emmanuel Macron busca una recomposic­ión del espacio político francés en torno a tres grandes movimiento­s: la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, que aspira a absorber el ala izquierda del PS; La República en Marcha, del presidente Macron, que apuesta por un macrobloqu­e central, desde el ala más socialdemó­crata del PS hasta el centrodere­cha, y la derecha-derecha, vertebrada en torno a Marine Le Pen. Se trata de una operación del alto voltaje político, pero también de alto riesgo: si Macron fracasase, Francia quedaría a merced de los extremos. En todo caso, los viejos partidos se han visto superados por dos movimiento­s de nuevo cuño: una izquierda populista, liderada por Mélenchon a golpe de consultas por internet (Pablo Iglesias sigue su modelo en España), y el espacio central de Macron.

Los nombramien­tos del nuevo presidente en el Elíseo y Matignon dibujan el perfil del núcleo duro de su movimiento. Se trata de una start-up política, que moviliza horizontal­mente la llamada sociedad civil, con un director ejecutivo al frente de su “consejo de administra­ción” (sic). No son casta política, sino la tecnocraci­a que hasta ahora la asesoraba. Todos son enarcas, es decir, forjados en la Escuela Nacional de Administra­ción (ENA). El propio Macron, consejero y ministro de Economía de Hollande. El secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, exdirector de gabinete de Pierre Moscovici y de Macron en Bercy (Ministerio de Economía). Philippe Étienne, su consejero diplomátic­o, embajador y enarca de la promoción Voltaire (la misma promoción de Hollande, Royal, Sapin, Villepin y Jouyet, el secretario general saliente). Édouard Philippe, nuevo primer ministro, socialista rocardiano en sus años de estudiante y portavoz de Juppé en las primarias de la derecha. Sólo ha habido una baja: Gaspard Gantzer, consejero de comunicaci­ón de Hollande y compañero de Macron en la ENA (promoción Léopold Sédar Senghor) ha renunciado a ser candidato en Bretaña por su perfil

bobo (burgués bohemio) parisino. En resumen: el campo de batalla de las primarias allanó el terreno a una start-up política, pilotada por la tecnocraci­a de la

enarquía, que dirige ahora La República en

Marcha. Allons enfants!

Las primarias francesas hicieron emerger lo peor de cada casa frente a la nueva ‘start-up’ política de Macron

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