Un genio de la televisión
Presentadoras explosi- vas, gráficos enormes al estilo de los tabloides británicos, noticias sensacionalistas... Roger Ailes, que transformó para siempre el panorama televisivo estadounidense con el canal conservador Fox News, murió ayer a la edad de 77 años en su propiedad de Palm Beach. En sus manos estuvo la maquinaria mediática del Partido Republicano durante más de dos décadas hasta que el año pasado, en plena campaña, fue demandado y apartado por el enésimo escándalo de abusos sexuales en la cadena.
Sin embargo, ayer el espectro conservador se rendía en elogios al hombre que ayudó a llegar a la Casa Blanca a tres presidentes –Nixon, Reagan y George H.W. Bush– y asesoró en los debates televisivos al actual, Donald Trump, tras ser despedido de la Fox con un incentivo de 40 millones de dólares. “No fue perfecto, pero fue mi amigo y le quería. No estoy seguro de que hubiera sido presidente sin su gran talento”, dijo Bush.
Rupert Murdoch, el multimillonario que en 1996 se propuso crear junto a Ailes una televisión de derechas que compitiera con el establishment de la CNN y la MSNBC, le recordó así: “Roger y yo compartimos una gran idea que fue ejecutada de una manera que nadie más podría haber hecho. Fue un gran patriota que nunca dejó de luchar por sus creencias”.
Su habilidad para mover los hilos de la audiencia se hizo evidente desde que era muy joven. Su primer trabajo después de graduarse en la universidad de Ohio fue como productor en The Mike
Douglas Show, en KYW-TV. Fue en este programa cuando, en 1967, tuvo un encuentro con Richard Nixon que le cambió la vida. “Es una pena que un candidato tenga que utilizar trucos como este para ser elegido”, le dijo Nixon, escarmentado por su incapacidad de seducir al espectador en 1960. Ailes, con 28 años, se ofendió: “La televisión no es un truco”, le dijo.
Nixon le contrató como productor de televisión y este le ayudó a mejorar su impacto en la audiencia con tres consejos: mantener un aparente moreno saludable, utilizar más frases sencillas de recordar y no decir “déjeme dejar clara una cosa” todo el rato. Nixon ganó las elecciones.
“Esta es la manera como serán elegidos de aquí en adelante –predijo Ailes–. Los siguientes van a tener que ser actores”.
Cuando Murdoch le llamó en los noventa para levantar un canal de derechas, le respondió que para tener éxito tendría que disimular con una plataforma de noticias “justa y equilibrada”, pero con
Maestro del sensacionalismo, dejó la Fox cuando el año pasado le demandaron por abusos sexuales
tertulias muy conservadoras. La fórmula era el capitalismo informativo: su televisión transformaba chismes en noticias a las que la Fox daba una gran cobertura. Su mejores aliados para subir en la parrilla fueron el escándalo de Monica Lewinsky y los ataques del 11 de septiembre, tras los que la Fox se cubrió, literalmente, con patriotismo: desde entonces incorporó la bandera de barras y estrellas a su logo.
Otros temas a los que la Fox dedicó horas y horas de pantalla fueron el rumor de que Barack Obama no había nacido en EE.UU. o la idea de que el ser humano no tiene nada que ver con el cambio climático. Y vaya si sobrevivió. En el 2002 batió a la CNN como líder de audiencias y permaneció en este puesto durante más de una década. Con la Fox ningún candidato republicano ha prosperado sin la aprobación de la cadena. Sólo fue incapaz de parar a uno: el que hoy ocupa el Despacho Oval.
El maestro del sensacionalismo, que sólo fichaba a presentadoras rubias, vio emponzoñado su legado cuando la periodista Gretchen Carlson presentó una demanda contra él acusándolo de despedirla por negarle relaciones. Este paso animó a otras 25 profesionales de Fox News –entre ellas la famosísima Megyn Kelly– a denunciarle por abusos similares, desde magreos no consentidos a peticiones sexuales.
Robert Ailes nació en una familia de clase media de Ohio. Su padre pegaba a su madre y a él le hacía aprender a golpes. Se casó tres veces, la última vez con Elizabeth Tilson, con la que tuvo un hijo, Zachary. Ella anunció su muerte, cuya causa todavía no está clara. Toda la vida sufrió hemofilia y los últimos años también tenía artritis y obesidad. A su hijo le ha dejado una caja con, entre otras cosas, la Constitución estadounidense y un libro dedicado con un consejo: “No intentes ganar..., ¡gana!”.